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Marcelo: punto de no retorno

El Piñero

México.- En política hay límites a la acción directa y esto es así porque hay reglas generales. Como en las carreras universitarias, siempre hay algo que le hace ruido al alumno, pero una opción diseñada exactamente para él o para ella, no existe. Bueno pues, lo mismo sucede en procesos políticos. Es imposible que haya reglas que satisfagan a cada uno de los jugadores. Es lo que hay y con ellas hay que jugar. Lo hemos visto recientemente en el llamado Frente Amplio por México: el panista Jorge Luis Preciado y los perredistas Miguel Ángel Mancera y Silvano Aureoles, presentaron recursos de inconformidad por su exclusión del proceso interno. Es la naturaleza de las cosas.

En el caso de la coalición progresista, la situación se exacerba porque se trata de una disputa real por el poder. Lo dijo con todas sus letras el miércoles pasado Marcelo Ebrard: quien salga triunfador tiene altísimas probabilidades de que sea el próximo presidente de México. En esto radica la intensidad del conflicto; sin embargo, el anuncio de un ebrardista químicamente puro como Javier López Casarín de que denunciará ante el INE a Claudia Sheinbaum por uso de recursos públicos cambia toda la ecuación y coloca a una aspirante en las manos del Poder Judicial, aliado confeso del bloque de derechas.

Un poco de historia para contextualizar. Mario Moya Palencia, Secretario de Gobernación con Luis Echeverría, fue el candidato del PRI que parecía

predestinado, hasta que apareció José López Portillo, quien tenía una muy estrecha relación con el Presidente, y esta relación definió la candidatura presidencial. Carlos Salinas de Gortari, preparó el camino a Luis Donaldo Colosio, y en tiempos turbulentos, el presidente estableció: “quien se meta con él se mete conmigo”.

Los laberintos de la sucesión presidencial en México siguen pautas históricas. Marcelo Ebrard, configura un posible escenario para el voto útil porque el tren de la candidatura de la coalición progresista le pasa enfrente sin poder subirse. Al inicio del sexenio, Marcelo parecía señalado a continuar la obra de López Obrador. A su paso por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México obtuvo calificaciones destacadas. Así lo hizo también en los años difíciles de la pandemia y luego de la relación con Estados Unidos con Trump en la Casa Blanca.

La estrategia de López Obrador para su sucesión retoma el referente histórico de contar con más de dos aspirantes a la candidatura y evitar su desgaste: Claudia y Marcelo. El Manual de Miguel de la Madrid aconseja tener tres prospectos, evitar polarizaciones y también mantener opciones alternas. El arribo de Adán Augusto López Hernández, a la Secretaría de Gobernación, alteró los equilibrios. Adán Augusto retomó la conducción política del país; alineó a las fuerzas dispersas y contuvo a la Cancillería de Marcelo Ebrard.

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La habilidad de López Hernández le permitió generarse un sitio propio en el proceso de elección del candidato a la presidencia de la República. Adán además de consolidar su presencia política mantuvo vigente su doble función: proteger al Presidente y ser candidato. Pero su papel en la disputa se modificó, y de ser un elemento de contención se convirtió en la tercera opción. El más afectado por esta irrupción fue Marcelo Ebrard, quien siguió como canciller pero con una distancia creciente de la estructura de poder y de los cuadros del movimiento.

Marcelo se vio distante del núcleo social del proceso de cambio, dejó de ser el heredero visible. La Jefa de Gobierno inició una metamorfosis: adoptó el discurso presidencial, a tal grado que ella no tiene proyecto porque adoptó como suyo el proyecto de AMLO.

El escenario muestra a Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard con los respaldos más visibles, pero ya se incorporó Adán Augusto, como el tercero en discordia.

El intento de Marcelo es quedar frente a frente con Claudia. Cada vez que Sheinbaum ha estado bajo la lupa de la crítica opositora, el Presidente ha puesto a su disposición los recursos necesarios para evitar daños irreparables: La caída de la Línea 12 del metro, las derrotas electorales en la CDMX, los “sabotajes” al sistema de transporte, el diferendo con la fiscalía de Morelos, etc. Quien se mete con Claudia se mete conmigo, sería una lectura acertada. Al renunciar a la Jefatura de Gobierno, Claudia Sheinbaum perdió el aparato pero no la estructura, mientras que al dejar la Secretaría de Relaciones Exteriores, Marcelo quedó acotado, disminuido.

La única figura capaz de contener la inconformidad de Marcelo es el Presidente, quien es el guardavías de la candidatura de Sheinbaum y quien acercó a su entrañable amigo Adán Augusto para conducir la locomotora. Para Marcelo, la ruta a la candidatura presidencial es camino cerrado. El cambio

al tren de Movimiento Ciudadano, pudiera ser una estrategia más de López Obrador que del propio Marcelo. Si esto se da, lograría alinear a tres candidatos presidenciales y, de ellos, los dos más fuertes darían continuidad a su legado. La ruptura es una apuesta arriesgada para Marcelo, pero a estas alturas parece un hecho luego de que rebasó varias líneas rojas.

En la vida y en la política hay líneas que no se deben cruzar, pero Marcelo Ebrard lo ha hecho. Denunció que hay injerencia de la Secretaria de Bienestar y eso fue un señalamiento público en contra del Presidente. Ahora sabemos que uno de los suyos, Javier López Casarín anuncia que prepara los recursos en contra de la ex jefa de Gobierno por uso de recursos públicos, lo que la convertiría en presunta delincuente electoral. Marcelo dice que no se irá del partido que lo cobija. No se irá hasta en tanto no concluya el proceso interno, porque después de que conozca el resultado no podrá permanecer. Políticamente, el ex canciller cruzó varias líneas rojas y su tránsito es un camino de no retorno. Entonces, con Marcelo Ebrard, asistimos a una ruptura anunciada, pero antes a un intento de deslegitimar el proceso.

A Marcelo Ebrard se le olvidó que no basta con la eficacia en el cargo de gobierno, sin respaldo social no se llega lejos. Hay cuatro encuestadoras seleccionadas y solo una de él. La conclusión base es que Marcelo no ganará el proceso interno. En este contexto se inscribe la embestida jurídica en contra de Claudia Sheinbaum. Y para quien lo dude, ahí están las declaraciones de López Casarín, quien sin recato insiste en algo elemental: la judicialización del caso contra Sheinbaum y su probable inhabilitación para competir en el 2024: “… vamos a hacer denuncias de todo tipo: primero, por el uso de recursos públicos que es un delito electoral. La repercusión que puede haber es mayúscula, Ya lo vimos en Guerrero y Michoacán, donde retiraron las candidaturas. Tenemos ya un antecedente serio, donde a través de un dictamen se inhabilitan a candidatos. Todas las denuncias se van

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acumulando y se van documentando y la autoridad tiene la obligación de responder y emitir un juicio al respecto”. (López Casarín citado por Astillero, 2023).

El presidente López Obrador lo desmiente y lo mismo hace Claudia Sheinbaum. Adán Augusto López Hernández y Gerardo Fernández Noroña. Marcelo sabía cuál iba a ser la reacción del amago de López Casarín. Hamlet García Almaguer, constitucionalista destacado dice algo elemental: no jueguen con esto, porque con un Poder Judicial contrario al establecimiento político, el resultado se da por descontado. Está claro que el escenario que tiene el ex canciller es el de erigirse como el candidato de todo el bloque de derechas. Y en esto Xóchitl Gálvez no es factor. Pero Marcelo no quiere a Claudia como competidora. López Casarín es el alfil jurídico de Marcelo para inhabilitar a Claudia.

Marcelo no perdió la brújula, está jugando su juego, pero no compite contra Claudia sino contra el Presidente. La ruptura con AMLO sale cara. Hasta ahora, nadie le ha asestado a AMLO una derrota como la que le quiere endosar Marcelo. 

El presidente de la República anuncia que una vez que se conozca al ganador, él comenzará la cesión de poder. Dicho señalamiento tiene que ver con ganar el futuro. Primero, mandar un mensaje de apoyo para relanzar al personaje, con todo el peso de la nomenklatura del poder y, segundo, hacer frente a algún escenario exótico que cambie las coordenadas del futuro. Entonces, en las dos semanas que faltan para alcanzar el día “D” todo puede pasar. En otras palabras, del futuro nada está excluido. Serán, lo son ya, los días más caros del actual proceso de cambio y Marcelo está en el ojo del huracán.

Por formación política y relaciones, Marcelo es visto con expectativas por las élites del sistema. Concita apoyos de empresarios, facciones políticas del viejo orden y poderes extraterritoriales. Aliado de facto del Poder Judicial de la Federación, si deja que el diputado Javier López Casarín, haga lo que anunció que haría. Hace rato que el Poder Judicial espera el

pretexto para escalar el conflicto con el Presidente. En un proceso como el que vive la coalición progresista no se descarta nada.

Malú Micher, representante de Marcelo Ebrard en la mesa de encuestas, abandonó la reunión del jueves pasado en la que, mediante sorteo con urna transparente, se definieron las cuatro firmas que se harán cargo de los sondeos. Los argumentos esgrimidos no van más allá de lugares comunes que el propio ex canciller ha comentado, como eso de que se trata de casas encuestadoras que en otros procesos se han equivocado, pero son insostenibles y contradictorios:

El problema de Ebrard es que él mismo diseñó y aceptó l as condiciones del juego. A días de comenzar a celebrarse la encuesta, Marcelo sale duramente a cuestionarlo todo. ¿Es creíble lanzarse así, a decir las netas, cuando ya vas perdiendo? Marcelo subió un tuit donde divulgó una encuesta de Rubrum, que le d a u n a v e n t aja d e m á s d e sie t e p u n t o s s o b r e Sheinbaum, según él muestra irrefutable de que va ganando. Esa encuestadora desconocida no figura en el padrón del INE. La argumentación del excanciller h a c e a g u a c u a n d o v e m o s q u e R u b r u m dio p o r ganador a Ricardo Mej ía en la interna morenista de Coahuila, No es difícil que sus palabras se lean como un acto de chantaje y desesperación. (Véase: Gómez Bruera, 2023:8).

En los hechos Ebrard deslegitima el proceso interno; sin embargo, sus acciones y las de su equipo generan una respuesta cohesiva en torno a Claudia Sheinbaum. Ebrard unificó las fuerzas a favor de la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México.

Para efectos prácticos, Marcelo decidió jugar su resto y atacar por varios frentes. Marcelo no quiere romper con el Presidente, pero en los hechos ya lo hizo. Cruzó la línea de no retorno.

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