Por: Roberto POLO | El Piñero
Oaxaca, México.- Bautizado en 2016 como Boulevard Escuela Médico Militar, esta arteria que conecta Santa Cruz Xoxocotlán con Cuilápam de Guerrero, en los Valles Centrales, se ha convertido en una escena desoladora, una especie de monumento al abandono. Los baches, profundos como cicatrices, decoran el asfalto, y las autoridades, parece, han decidido mirar hacia otro lado.
A la altura de la agencia de Cruz Blanca, surge un retrato humano, casi cinematográfico: una niña de apenas 16 años, Marlene, empuñando una pala que supera la mitad de su tamaño, enfrentando la desidia oficial. Es ella quien, ante la indiferencia gubernamental, rellena los huecos con chapopote, recibiendo a cambio unas monedas que apenas le permiten recuperar su inversión y sobrevivir. Diez horas al día, bajo el sol abrasador o la indiferencia de los conductores, son su jornada. Si tiene suerte, Marlene se lleva 300 pesos en una jornada agotadora.
Envuelta en una sudadera negra que parece subrayar su invisibilidad, Marlene trabaja con determinación, expuesta al peligro constante de los autos que la esquivan por centímetros. No solo tapa los baches, también se enfrenta a la indiferencia, deteniendo el tráfico con un gesto silencioso, pidiendo algo a cambio de su esfuerzo, mientras las autoridades continúan ausentes.
A los 16 años, en un mundo ideal, Marlene debería estar en la escuela, soñando con un futuro brillante. Pero las circunstancias, implacables como el mal estado del camino, la han lanzado a esta tarea que debería corresponder a un gobierno que prometió cambios. El gobernador Salomón Jara habló de una “Primavera Oaxaqueña”, pero en este boulevard, la única que parece luchar por florecer es una joven con una pala y un balde de chapopote.