Un hombre feliz es un bien común.
George Chapman (1559-1634) Poeta, dramaturgo y traductor inglés.
De grande uno se pregunta cosas que no eran importantes siendo niño, vamos perdiendo la capacidad de fijarnos en lo valioso y nos dedicamos a darle vueltas a lo mismo una y otra vez a costa de una menguada imaginación que nos cobra, la más de la veces, con salud. Eso lo sabe Gabriela, mi amiga de la adolescencia y Cepillín, su payaso favorito y mi oráculo del momento.
No es que no fuera Cepillín mi payaso favorito, lo que sucede es que no tengo que elegir, para mi es Cepillín el payasito de la tele, así lo conocimos mi generación en el apogeo de su carrera artística; ahora es Cepillín el del circo y por esa razón anda del tingo al tango, viviendo en sus giras de hotel en hotel y ahí entra Gabriela porque ella es Gerente de uno en la ciudad de Puebla.
Gabriela sufrió mucho la muerte por asfixia de un pollito que le regalaron a su mamá en la compra del disco de Cepillín titulado “La gallina cocouaha”, esta desgracia contribuyó a fijar en la mente de mi querida amiga la alegría de las canciones y el ambiente amoroso de su familia: una enorme dicha que dio cabida al noble sentimiento de buena cuna: el agradecimiento.
Con una carta a Cepillín, Gabriela le agradece la elección del hotel para el cual labora desde hace 15 años y desde su corazón de niña y mujer madura reflexiva y comprometida con lo bueno de la existencia, le dice Gracias al hombre que personifica a su payaso, Ricardo González. Esta acción la compartió en las redes y detonó mis recuerdos y el propio agradecimiento.
Desde que me dedico a producir radio para niños, con el objetivo de orientar el desarrollo del pensamiento de alto nivel a través del diálogo, es decir, el pensamiento crítico, creativo y ético, elijo materiales para usarlos como estímulos para el filosofar – ya que utilizo los principios de la metodología de Filosofía para Niños – y para tal efecto una de las canciones interpretadas por Cepillín ha resultado genial, aunque su contenido es triste y, ahora ya de adulto, he pensado que fue como un vaticinio, un presagio, un mensaje doloroso de un oráculo que nos alertó para prepararnos, hablo de la canción “el secuestro de la lechuga”. Por si no la conocen aquí les dejo el enlace para que vean como esa tragedia simbólica, cantada en el LP “En el bosque de la china” es una realidad lacerante en nuestra patria, que para dolor de todos tan sólo de enero a julio de 2018, la Secretaria de Gobernación tiene la cifra de 18, 994 asesinatos.
Sin saber que escribiría sobre este tema, canté con mi hijo de poco más de 4 años hace apenas 3 días, la canción de la tragedia del enamorado tomate gordo, colorado y sabrosón y por supuesto, hermosas e inquietantes preguntas recibí de su estimulada imaginación. Eso debo de agradecerlo con toda el alma. Da temor pensar en el presente, tan distinto de cuando fuimos niños los de la generación de los 70´s, 80´s, 90´s del siglo pasado. Incluso ya hasta los circos han cambiado.
Dice la iguana que ella quiere subirse al trapecio, sostenerse con su cola y saltar para que la atrape de las patas traseras después de 3 giros. Le informo que técnicamente no será posible ya que no hay trapecio que me sostenga, porque, humanamente, estoy gordo. La verdosa me escanea con sus reptilianos ojos y me confirma lo evidente, lo que, como diría Juan Gabriel, no se juzga porque se ve, y que en mi caso es que me parezco al tomate muy gordo, colorado y sabrosón, ante lo cual dudo si reclamarle o agradecerle a lo que pudiera ser un piropo.
Mejor invito a caminar a la iguana y me cuenta que su arroyo era bonito, así como se imagina era el bosque de la china y me tararea la canción para después preguntarme: ¿qué fue lo que se acordó con la china y que al cabo fueron a hacer de una opinión bajo la mirada indiscreta de la luna que tuvo celos de esa fortuna? Le digo que no se, como tampoco puedo afirmar o negar lo que Cepillín dijo en un programa de radio, que Juan Gabriel está vivo, que no está muerto como la lechuga. Ante tal noticia la verde deja de mascar y comienza a imaginar, a hacer hipótesis, elucubraciones y preguntas que yo disfruto y una vez más agradezco deseando que Cepillín, mi oráculo de ocasión, no me falle porque se le extraña a Juan Gabriel y porque Ricardo y su amado personaje también han vaticinado con su trabajo, su dedicación y presencia afortunada para quienes le queremos, que Gabriela será una dulce anciana agradecida que contará maravillosas y reconfortantes anécdotas, dónde se sepa lo que pasó en el bosque de la china, porque así pasa con la gente de buena cuna, lo cual, no es ninguna payasada.