El Insabi comprará insumos para enfrentar la fase 2 y 3 a lo largo de las siguientes 12 semanas con 3 mil 500 millones de pesos, pero mientras, médicos residentes urgen material de protección y capacitación para atender sin riesgo los casos de coronavirus.
Dulce Olvera
Ciudad de México (SinEmbargo).– Los médicos residentes son la primera línea de defensa, pero en hospitales estatales no cuentan con el equipo de protección personal ni capacitación para atender sin riesgo casos sospechosos y confirmados de COVID-19 que ascienden a más de 300 a nivel nacional, en su mayoría registrados en Nuevo León, Jalisco, Estado y Ciudad de México.
Para la atención de esta pandemia, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda a los doctores y enfermeras usar guantes internos y externos, botas desechables, bata desechable, mascarilla N-95 para cubrir nariz y boca, gafas y gorro quirúrgico, material inexistente o escaso al menos en el Hospital General de Matamoros, Tamaulipas; en el General 67 de Apodaca, Nuevo León; en el General de Soledad de Graciano, San Luis Potosí; en el Regional ISSEMyM Tlalnepantla y en el General Cuautitlán, Estado de México; en el General del Norte y el de Tezuitlán en Puebla; en el de Especialidades “Belisario Domínguez” en Iztapalapa, en el Regional 1 y el Hospital Zona 2A “Roncoso” del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Ciudad de México, de acuerdo con personal médico.
“El personal de salud somos hijos, hermanos, padres que pertenecemos a una familia a la cual, al no contar con estas pautas, ponemos en riesgo de cualquier contagio al estar en contacto con ellos, lo cual viola directamente los derechos como trabajadores de salud y humanos, vulnerando también la seguridad y derechos de nuestros pacientes”, expone el comunicado de la Asamblea Nacional de Médicos Residentes, integrada por al menos 10 mil residentes médicos de hospitales a nivel nacional del IMSS y la Secretaría de Salud.
Además de material suficiente y capacitación para el manejo de estos casos, exigen el retiro de personal de riesgo como embarazadas y con enfermedades crónicas; transparencia en protocolos y regular las jornadas de atención no mayores de 24 horas para reducir contagio y errores inducidos por cansancio.
Los servicios estatales de salud cuentan con 103 mil mascarillas N-95 y 2 mil ventiladores para terapia intensiva para las miles de unidades médicas del país y los 37 mil médicos y 112 mil enfermeros. Imagen: Secretaría de Salud, datos de marzo.
En el norte de México, el Doctor Héctor, Residente Tres en Ginecología, afirmó que desde antes del brote de la pandemia el Hospital General de Matamoros, Tamaulipas, carecía de lo esencial como guantes, sondas y batas. Ahora, ya con cinco casos de coronavirus en la entidad, la Directora del nosocomio Irlanda Peña García compró con su dinero mascarillas N-95 solo para cuando arriben casos confirmados y los lentes-googles que adquirió los dio a los médicos generales que dan consultas. Solo han llegado un par de sospechosos descartados por datos clínicos. No cuentan con pruebas.
“Podemos infectarnos como nuestros pacientes. Si no tenemos material, es difícil tratar de detener la enfermedad. Ya hay protocolos a nivel nacional respecto a qué ropa y equipo usar, pero sin insumos no podemos llevarlo a cabo”, dijo vía telefónica. “No hay batas, no hay trajes blancos para cubrir de pies a cabeza ni medicamentos. Las mascarillas N-95 no las estamos manejando, las únicas que tenemos son las que nosotros hemos estado comprando por nuestra parte. La Dirección de Enseñanza estatal dice que como estamos en fase 1 todos los casos sospechosos se atiendan con cubrebocas normal, y casi confirmado, ya nos darían el equipo”.
Además de invertir en insumos básicos, el personal del Hospital General de Matamoros impulsa sus propias capacitaciones y charlas. Adaptaron el área de Pediatría para enfermedades respiratorias y enviaron a los pacientes menores a otro piso.
El panorama puede empeorar cuando los contagiados locales aumenten, no descartó el Doctor Héctor. “En Matamoros contamos con 24 ventiladores metálicos [para pacientes más graves con problemas para respirar]. Son muy pocos para la región donde estamos. A los hospitales regionales donde se van a referir los casos serán a tres, pero la infraestructura está muy por debajo de lo que puede llegar a ser la demanda”, estimó.
Las cápsulas XE son para trasladar a hospitales a pacientes sospechosos de tener COVID-19. Foto: Cuartoscuro.
El Director general del Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades (CENAPRECE), Ruy López Ridaura, explicó que en la fase 3 –ya con dispersión epidémica–podrían haber alrededor de 250 mil contagiados a nivel nacional, de los cuales solo el 6 por ciento (unos 10 mil 500 a lo largo de 12 semanas) necesitará hospitalización con terapia intensiva y apoyo ventilatorio.
El Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), planteó, será el encargado de coordinar las compras de insumos para las claves de diagnóstico, claves para equipos de protección personal, claves para higiene de manos y desinfección, claves para equipamiento en terapia intensiva y claves de medicamentos con un monto estimado de aproximadamente 3 mil 500 millones de pesos.
Los servicios estatales de salud cuentan con 207 neumólogos. Imagen: Secretaría de Salud.
Desde Tlalnepantla, Estado de México, donde también hay al menos un caso de sarampión, los residentes del Hospital Regional ISSEMyM municipal pidieron cubrebocas, guantes y alcohol gel para atender la consulta médica general y de especialidades “sabiendo que hay un caso positivo en nuestra unidad y se ha nombrado por orden del Gobernador Alfredo del Mazo como centro de referencia para el COVID-19”, alertaron en una carta enviada a la Asamblea Nacional de Médicos Residentes.
“Como médicos tenemos la indicación de evitar el uso de cubrebocas para no alarmar a la población, de igual forma se ha suspendido el suministro de los mismos”, denunciaron ocho residentes. “Se expone continuamente a los pacientes al contagio, ya que se encuentran todos sentados en sala de espera, en fila de farmacia, trabajo social, cafetería sin la distancia mínima”.
En el Hospital General de Cuautitlán, Estado de México, el Médico Residente Jesús reconoció que no sabría qué hacer ante un caso sospechoso de COVID-19 y, al igual que en otros centros médicos, carecen del equipo de protección, necesario sobre todo en el área de epidemiología. El sábado solo llegó a urgencias un hombre sin síntomas, pero acudió porque viajó a Estados Unidos recientemente y tiene diabetes y enfermedad renal.
“Nos han dado pláticas de lo que es el virus y medidas preventivas de higiene. Pero que yo sepa qué tenga que hacer si llegase a haber un paciente infectado por el coronavirus, no sé. No tengo información de ello”, expuso el Residente 1 de Cirugía General.
“No tenemos alcohol gel ni cubrebocas N-95 para una situación en especial. Solo jabón. No sabemos si hay que atender con eso o qué onda. En general de material tenemos poco para atender cirugías o situaciones de urgencia que requieran alguna intervención; hay que pedírselo al paciente”, compartió. “Nos han dicho que hay ventiladores, pero quizá no los suficientes para los pacientes que lo requieran”.
El Doctor Jesús duda que el material disponible en su hospital logre afrontar la fase 2 y 3, cuando los contagios sean comunitarios y dispersos.
El sistema de salud nacional cuenta con más de 33 mil unidades. Tabla: Secretaría de Salud.
Un vendedor de tacos de canasta pasa por el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias. Foto: Cuartoscuro.
En la Ciudad de México, médicos del Hospital General Zona 2A “Roncoso” del IMSS protestaron en la calle este lunes por la carencia de material para enfrentar la expansión del virus.
Y en el Hospital de Especialidades “Dr. Belisario Domínguez” de la Secretaría de Salud capitalina residentes de Medicina Interna sentenciaron que “nos es imposible enfrentar esta crisis sanitaria” por la falta de de recursos frente a la emergencia sanitaria, por lo que exigieron equipo de protección.
Antes de la pandemia, el nosocomio no ha recibido residentes de primer año sin justificación de la autoridad local, lo que ha tenido un impacto en un decremento de la calidad de los servicios al verse rebasados por la demanda.