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Menosprecio oficial de la Fiscalía General de Veracruz; vísceras son vísceras

El Piñero

Luis Velázquez

 

ESCALERAS: Se vive y padece la Fiscalía del menosprecio. El Fiscal, quien se cree un ser superior, despreciando a los familiares de los desaparecidos, secuestrados, asesinados y sepultados, quizá, en fosa clandestina. Incluso, el Fiscal del ramo, con su frase célebre, llena de desprecio: “¿Cuál es la prisa… si están desaparecidos?”.

André Malraux, escritor, secretario de Cultura de Charles de Gaulle, lo dijo así en su novela “Los conquistadores”: “Entre los políticos el desprecio es frecuente. Y unas veces, disimulado”. Otras, claro, manifiesto y expreso. Así, digamos, las elites encumbrados se vengan de los demás, taras y traumas que arrastran.

Es el caso en Veracruz.

Por ejemplo, el martes 20 de junio del año desventurado que corre para los derechos humanos, la vocera del Colectivo por la Paz Xalapa, Sara González, fue lacónica: una vez más, el Fiscal las plantó.

“Teníamos la reunión a las once de la mañana por un acuerdo que se hizo y hoy venimos, pero ninguna respuesta tuvimos. Es más importante otra cosa que lo que solicitamos” (La Jornada, miércoles 21 de junio).

Ellas, las madres, según José Alejandro Solalinde Guerra, de unos quince mil desaparecidos en el territorio jarocho, incluidos migrantes de América Central, le han dado sentido a su vida a partir de la búsqueda de sus hijos.

He ahí la razón suprema de sus días y noches. Vivos, si fuera posible el milagro, o en todo caso, muertos, para darles cristiana sepultura y tener un lugar, un espacio, el panteón, para llevar flores y veladoras y rezos.

Pero igual que Wagner, el par de Fiscales de la Yunicidad, actúan como si fueran unos genios al servicio de un gran personaje, que se consideran ellos mismos. Casi casi unos histriones.

 

BALAUSTRE: Una vez más, el adagio popular se cumple. “No tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadres”.

Y el compadre, el jefe máximo de la revolución azul, los tolera.

Según las versiones, el góber llamó la atención al Fiscal del menosprecio. Un trato humano, simple y llanamente solicitó para los gobernados. Y más, cuando se trata de procurar la justicia, pues si grave es la inseguridad, más terrible es la impunidad.

Pero como el Fiscal es más bien el Fiscal del resentimiento, el odio y la venganza, entonces, con que siga encarcelando en el penal de Pacho Viejo a más duartistas y tenga azorrillados a otros, su tarea está cumplida.

Y entonces, ni hablar, los llamados a misa quedan como simples elementos distractores, digamos, “para tapar el ojo al macho”.

“El ojo al macho” también lo cumplieron cuando, por ejemplo, en la campaña electoral a gobernador el año pasado una parte de las ONG (Colectivos) viajaron a Coatzacoalcos a una junta cumbre con el candidato de la alianza PAN y PRD, quien les ofreció “hacha, calabaza y miel”.

Después, en los primeros días de diciembre, 2016, les entregaron la “Medalla Adolfo Ruiz Cortines” y creyeron, oh ingenuas, que existía voluntad política (voluntad política y social, moral y ética) para hacer justicia.

Ahora, las madres lo han advertido. Les “están tomando el pelo”.

Queda claro que el par de Fiscales son iguales. Fanáticos de sí mismos, ególatras, pues nada más imperdonable que pitorrearse del dolor y el sufrimiento ajeno.

Peor aún, tratándose de unos padres de familia (y hermanos y tíos, abuelos, etcétera) que perdieron a los suyos en horas sombrías para Veracruz con el sexenio anterior.

Así camina el bienio azul. Y el desencanto llegó pronto, antes de que “el gallo cantara tres veces”.

 

BARANDILLA: El menosprecio del Fiscal ha resultado impresionante. Las heridas sociales le valen.

Y si en el sexenio anterior pecaron y se excedieron y abusaron de la soberbia y la petulancia (y también, de la corrupción), ahora la población está peor.

Mucho, demasiado se gana con el simple hecho de escuchar a las madres dolientes y atender y actuar con resultados y hechos.

Es el caso del maravilloso ejemplo del padre de Gibrán Martiz, el cantante de “La Voz México”, quien, primero, y luego de seguir y seguir y seguir reclamando justicia en el duartazgo, debió exiliarse con su familia.

Y desde aquel rincón del mundo continuó la búsqueda frenética de los culpables del crimen de su hijo.

Y él solito, con sus propios medios, soñando con la justicia, la que en teoría del llamado Estado de Derecho constituye la prioridad máxima de un gobierno.

Ha tenido, digamos, el primer resultado. La detención de tres expolicías del gabinete de seguridad de Arturo Bermúdez Zurita, preso en el penal de Pacho Viejo, para levantar un expediente sobre desaparición forzada, el delito de lesa humanidad.

Las madres de las ONG también andan en la misma tesitura.

El Solecito, por ejemplo, vende ropa usada (que entre ellas mismas se abastecen) y fritangas en fiestas populares (el carnaval y Semana Santa en la playa) para avenirse de recursos con que seguir la búsqueda de sus hijos en terrenos donde hay (presuntas) fosas clandestinas.

Y todavía de ñapa, el menosprecio de la Fiscalía.

Pero… la responsabilidad moral es más arriba. El jefe máximo que los tolera. Y los tolera, porque su único objetivo es encarcelar, cierto, a los políticos pillos y ladrones, y llevarlos “al vómito negro” y obligarles a devolver el dinero robado.

¡Y qué bueno! ¡Y mejor será si ningún yunista “mete la mano al cajón!… que ya se verá!

Pero los cientos, quizá miles, de desaparecidos también merecen justicia. Justicia, a secas, sin la gracia dispensada de que hablaba Benito Juárez.

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