- Rechazo ciudadano
- Derrota jamás imaginada
Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- UNO. Goliza a partidos
El primero de julio fue una goliza electoral, cierto, a los candidatos de los partidos políticos, pero mucho más el rechazo ciudadano a los partidos políticos.
La población está harta de la miseria, la pobreza, la jodidez, el desempleo, el subempleo y los salarios mezquinos, pero también de los partidos.
Tan es así que, por ejemplo, MORENA, la campeona electoral, es un Movimiento de Regeneración Moral.
No es, por añadidura, un partido, sino AMLO lo soñó como un movimiento, consciente y seguro del hastío social a los partidos.
Los partidos, y por desgracia, convertidos en parcelas y cotos de poder de las elites privilegiadas que en cada sexenio y en cada periodo municipal se reparten las mieles de poder entre ellos y nadie ajeno entra.
Por eso, y entre otras cositas más, en el PRI todos miraban la derrota electoral, pero nunca imaginaron que sería tan descomunal, al grado de que de los 128 Senadores de la República sólo tendrán quince.
Y al grado de que, por ejemplo, en Veracruz, el PRI perdió la gubernatura y la presidencia de la república y no ganó en las urnas ni una diputación local ni federal ni tampoco una senaduría.
Lo peor: el PRI en Veracruz tendrá sólo tres diputados locales de los 50, y eso por la vía pluri.
DOS. Se empacharon de partidos
El PAN se creía y sentía, estaba seguro, segurísimo, de su triunfo en las urnas.
Así, su derrota fue peor, porque ya se creían “en los cuernos de la luna” y actuaban como tales.
“Voy a ganar” repetía incansable Ricardo Anaya para escucharse a sí mismo, sin oír la voz de los expertos de que AMLO iba por delante, inalcanzable.
Unos partidos políticos como el PES y el PANAL perdieron el registro ante el Instituto Nacional Electoral, INE, y otros, estuvieron en un tris.
Es el hartazgo ciudadano, empachados ya, con los partidos y sus dirigentes elitistas.
Si con Francisco Labastida Ochoa, PEMEX fue acusado de un desvío millonario a través del sindicato petrolero de Carlos Romero Deschamps, y nada pasó, ahora también fue puesto en el carril mediático el desvío millonario de varios gobernadores priistas para la campaña de Enrique Peña Nieto en el año 2012, entre ellos, Javier Duarte, y tampoco nada pasó.
Y aun cuando las partes nunca fueron llevadas a proceso penal, desencantada de las tropelías, la población se expresó con libertad en las urnas y ungió presidente de la república al tabasqueño más odiado por las cúpulas partidistas.
Los partidos políticos son los culpables de sus propias derrotas.
TRES. Cambio de nombre en el PRI
El PRI, por ejemplo, ha tenido dos cambios de nombre desde su fundación en 1929 por Plutarco Elías Calles.
Ahora, sopesan el tercer cambio ante las tres derrotas presidenciales en los años 2000, 2006 y 2018.
Pero así como van se tratará de un cambio lampedusiano, donde se cambia para seguir igual, pues, y de entrada, las mismas elites dueñas del poder lo siguen disputando como jefas máximas.
El PAN siempre ha tenido el mismo nombre y en todo caso están propugnando un cambio, pero sin Ricardo Anaya, el fallido candidato presidencial excluyente, famoso en la cancha azul de traicionar a padrinos y mecenas.
Sólo en el PRD permanecen callados por ahora y en donde la feroz lucha de las tribus ha cavado su sepultura, al grado de que en Veracruz, con Rogelio Franco y Enrique Cambranis fueron PRD rojo, tiempo de Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte.
Otros partidos en Veracruz y que sólo tenían el registro local han desaparecido, entre ellos, el AVE, alentado por Fidel Herrera y cuajado por el biólogo Alfredo Tress, para, digamos, contrarrestar a la entonces Convergencia de Dante Delgado.
En el carril nacional, el partido más desprestigiado es el PVEM, exprimido al máximo por la familia de “El Niño Verde”.
Los partidos ya están agotados en el país.
CUATRO. Nadie les amarró las manos
Los grupos, las tribus, las hordas, las sectas se adueñaron de los partidos políticos y en la locura sexenal de la rebatinga (México, primer lugar de corrupción en América Latina y uno de los primeros lugares mundiales) fueron desplomados.
Sin una revolución armada, sin asesinatos, sin fusilamientos, cayeron en el descrédito, y aun cuando en el camino fueron ejecutados Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, y un fallido candidato a gobernador, de Tamaulipas, y este año fueron asesinados más de cien candidatos a diputados locales y alcaldes, en términos generales, los partidos, solitos, se empinaron.
Nadie les pudo amarrar las manos, porque nadie podía cerrar la puerta y como dijera Enrique Peña Nieto, “aquel que esté libre de pecado… que tire la primera piedra”.
La frase bíblica significó, claro, una ocurrencia luego de la “Casita Blanca”, pero su dimensión estelar fue el primero de julio.
CINCO. El día cuando se jodieron…
Los partidos se jodieron más cuando en cada nuevo gobierno aparecían nuevos ricos, más fortunas sexenales, en tanto la población seguía y continúa atrapada y sin salida en la jodidez.
La población creyó primero en el PRI y luego en el PAN y ahora en MORENA, como una expresión desesperada y angustiante para ver si así puede asomarse un poquito a la satisfacción familiar para tener calidad de vida con un empleo seguro y pagado con justicia laboral, y calidad educativa, de salud, de seguridad y de justicia.
AMLO encarnó la inconformidad social. Y ha levantado muchas, demasiadas expectativas.
Ya sabrán, entonces, los partidos políticos la forma en que se reinventan.
Incluso, habrán de dejarse de sueños guajiros con sus votos duros, como fue el caso del candidato priista a la gubernatura, Pepe Yunes Zorrilla, quien sólo obtuvo 528 mil 204 sufragios en las urnas cuando las elites alardeaban de tener entre 800 y 900 mil votos duros, ultra contra súper amarrados…