Luis Velázquez | El Piñero
09 de septiembre de 2021
UNO. Milo Vela, el reporterazo
Noche en casa de un amigo. Cena familiar. En corto. Cuatro personas. De pronto, hablamos de un amigo muerto. Miguel Ángel López Velasco. Milo Vela. Reportero.
Estamos conscientes de que cuando cada persona muere, y más, en circunstancias trágicas, se vuelve un santo.
Y en la funeraria, todos le redescubren grandes virtudes, cualidades y atributos.
Pero Milo Vela era reconocido en vida. Primero, su extraordinario sentido del humor. Segundo, su talento reporteril. Tercero, el alto don de la amistad, amigos que cultivaba.
DOS. Genio de los titulares
Nos conocimos en el salón de clases en la facultad de Comunicación, antes Periodismo, de la Universidad Veracruzana.
Entonces, pocas, raras, excepcionales ocasiones asistía a clases. Vivía entregado, sin límites y con toda la pasión de su vida, su vida joven, al periodismo, en Notiver, donde publicaba una columna y era, o estaba en la antesala, de la subdirección.
El trascendido entre la tropa de que era uno de los autores geniales de los titulares del periódico, toda una leyenda, como aquel director editorial de The New York Times quien pedía que únicamente le dejaron escribir los titulares, toda una postura social, política y filosófica.
TRES. Pitorreo excelso
Una tarde, cuando pudo, Milo Vela llegó al salón minutos después de iniciada la clase.
Con los alumnos se hacían ejercicios para aprender a escribir titulares.
Miguel Ángel se sentó en el último rincón del salón, de espaldas a la pared, en el fondo.
Y por aquí se exponían los datos para escribir un titular, a los 2, 3 minutos, aprox., Milo Vela exclamaba:
“¡Lo tengo!”.
Y lo decía.
Y siempre, con el humor por delante que hacía sonreír y reír a los condiscípulos.
Era la práctica que tenía todos los días en la sala de redacción, la mejor escuela de periodismo, con la reporteada en la calle.
CUATRO. Inteligencia incandescente
En un semestre habría asistido a clases unas 3, 4 veces. Y eran muchas.
Pero como todos los días publicaba una columna y además, hacía ejercicio editorial y salía del periódico en la madrugada, 3, 4, 5 de la mañana pendiente de la última noticia, entonces, merecía un diez de calificación.
Así cursó la carrera y se habría graduado, se entiende.
En sus ojos tenía la chispa incandescente de la inteligencia avasallante.
CINCO. Siguiendo pistas
El diarismo en el frente de batalla le permitió montón de relaciones y contactos periodísticos, políticos y sociales que, entre otras cositas, le facilitaban exclusivas, y que publicaba en su columna.
Incluso, escribió un libro sobre aquel fuego cruzado entre militares y malandros en el poblado “La víbora”, de Tlalixcoyan, incluso, con fotos reveladoras y estrujantes de los muertos.
Su columna debió llamarse “Siguiendo pistas”, como aquella publicada en el periódico Excélsior, en la Ciudad de México, pues las versiones eran que solía ganar a la policía con exclusivas sin relieve.
SEIS. Buena vibra y mejor karma
Nunca se le sintió molesto, irritado, alterado, con los episodios vivenciales de cada día.
Por el contrario, siempre mirando las horas con un gran sentido del humor, riendo y sonriendo, descubriendo el lado positivo y bueno de las cosas.
Varias ocasiones nos topábamos en el café cuando por lo regular se tomaba un lecherito con canilla en el mediodía con su esposa, a quien siempre llevaba de la mano, y lo que es la vida, murieron juntos, y juntos con uno de los hijos.
Aquella noche en la cena con el amigo pasamos las horas recordando a Milo Vela.
Entre todos tomamos una botella de licor y siempre decíamos “Salud” en su nombre.