México.- Tras la pandemia de 2009, el tema de la influenza se tomó más en serio en México, aún quedan varios pensamientos erróneos que deben desterrarse para dar paso a una cobertura libre de prejuicios y, así, sacar provecho a “un bien público, universal y gratuito”, como enfatiza el doctor Luis Durán Arenas, director del Centro Nacional para la Salud de la Infancia y la Adolescencia (Censia).
El mito más común
Por unanimidad, de acuerdo a las decenas de doctores que asistieron al Simposio Interinstitucional “Vacunar para dar oportunidades”, la idea más escuchada cuando arranca la campaña contra esta enfermedad, alrededor de octubre, es “cuando te vacunas, te enfermas”.
Se piensa que en la fabricación de las dosis, se emplea el virus en cuestión y es inevitable caer en cama tras recibir el pinchazo. Lo cierto es que, en la vacuna elaborada a base de huevo, se ocupa tan solo un fragmento del éste, pero se encuentra inactivado y es incapaz de replicarse dentro del cuerpo humano.
Foto: hospitalcmq.com
También existe el tratamiento desarrollado con tecnología recombinante, el cual ocupa una proteína específica y, por ende, no tiene el poder de enfermar al receptor. Hay casos en los que, a los pocos días o incluso horas de la aplicación, la persona registra síntomas de influenza, pero esto seguramente se debe a que ésta ya era portadora del virus.
Por eso, la doctora Patricia Cervantes, directora médica de Sanofi Pasteur, hace hincapié en que “para que la vacuna haga efecto, tarda 28 días; en cambio, a la enfermedad le lleva de uno a dos días para presentarse”.
Cuatro amenazas, una solución
Ahora que si alguien ya se enfermó, no debe pensar que vacunarse ya no tiene sentido. Cervantes resalta que “hoy circulan cuatro diferentes cepas que, clínicamente, son iguales: dos de tipo A y dos B”. Quizá el paciente fue afectado por algún cenotipo A, pero eso no lo exenta de contraer uno B, así que es muy importante que se proteja del resto de virus.
Para comodidad y tranquilidad de la población, las investigaciones y avances nos permiten tener al alcance de nuestras manos vacunas trivalentes (para combatir hasta tres cepas distintas) e, incluso, tetravalentes, las cuales pueden conseguirse en el mercado privado.
Sin embargo, los laboratorios no pueden bajar la guardia, pues “la influenza es una enfermedad invariable causada por un virus muy variable”, de acuerdo con el endocrinólogo e internista Leonardo Mancillas Adame, quien comparte otra creencia común: “con una vez que me vacune, estaré a salvo por mucho tiempo”.
En realidad, la dosis debe aplicarse cada año, pues la fórmula se actualiza con esta frecuencia. Todo dependerá de las instrucciones que dicte la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cual señala qué tipos de cepas circularán tanto en el hemisferio norte como en el sur. Por ejemplo, en 2017 la fórmula fue la misma para ambas zonas, pero hubo y habrá ocasiones en las cuales el virus se comporte de manera distinta.
Para que la OMS llegue a esta determinación, necesita el apoyo de diversos sitios “centinela”, repartidos en todo el mundo y encargados de analizar el comportamiento de la enfermedad. En este sentido, México es una de las naciones más comprometidas, con 580 lugares de esta naturaleza, de acuerdo con el doctor Gerardo Mercado Ruiz, gerente para Asuntos Médicos de Liomont.
La fecha ideal
Entre marzo y abril, se anuncian las fórmulas a desarrollar y, a partir de entonces, comienza la aventura de las dosis hasta octubre —en el caso de nuestro país y el resto del hemisferio norte—, considerado el momento ideal para aplicarlas.
Así, el tratamiento tendrá oportunidad de hacer efecto y estar listo para enfrentar los picos más críticos de la influenza, que se dispara en diciembre y se mantiene con fuerza hasta febrero. Aunque esto no quiere decir que, si no nos protegimos desde octubre, en diciembre ya no tendremos la misma eficacia.
Foto: aarp.org
Por su parte, el doctor Mancillas reconoce que “en México, esta enfermedad no toma vacaciones”y señala al periodo de octubre de 2016 a mayo de 2017 como el de mayor circulación en la zona norte. Una vacuna común tarda de seis a ocho meses en fabricarse y la recombinante, agilizada por la tecnología de punta que utiliza en su proceso, necesita de dos a tres meses para ser concluida. Sin importar a cuál de las dos tengamos acceso, la recomendación es la misma: hay que vacunarse cuanto antes.
Grupos de riesgo
Embarazadas, niños de seis meses a cinco años, mayores de 65 años de edad, pacientes con enfermedades crónicas y personas con obesidad constituyen los principales grupos de riesgo cuando de influenza se trata.
El doctor Mercado Ruiz explica que en los casos de VIH, cáncer que se trate con quimioterapia, males hematológicos y diabetes, la vacuna se pondrá siempre y cuando el receptor esté estable; mientras que en pacientes con enfermedades cardiacas, pulmonares u obesidad, la dosis puede y debe ser inmediata.
A menudo, la gente se concentra en proteger a los integrantes de estas categorías, pero olvida que todos estamos expuestos a ser contagiados y a sufrir consecuencias que alcanzan, incluso, la muerte.
A veces ocurre que los padres de familia se preocupan por vacunar a sus pequeños, pero ellos no solicitan su dosis, de ahí que el doctor Mario Acosta Bastidas, jefe del departamento de Urgencias del Instituto Nacional de Pediatría, invite a sus colegas a vacunar tanto a papás como a hijos y a reiterar la importancia de inmunizar a toda la familia, no sólo a los miembros considerados “más vulnerables”.
El problema, opina Acosta, es que los síntomas, al principio, se confunden con un resfriado común, pero hay otras señales más específicas como rinitis, tos, dolor de cabeza, fiebre o irritabilidad que son suficientes para sospechar de influenza.
Foto: salud.carlosslim.org
Por su parte, el doctor Felipe Aguilar Ituarte, gerente médico de vacunas de Sanofi Pasteur, recalca que sólo los menores de seis meses de edad están exentos de recibir la vacuna; ellos estarán a salvo siempre y cuando la madre se proteja durante la etapa de gestación. Así, pues, esta vacuna no solo lidia con un padecimiento cambiante y agresivo, sino contra varios mitos que se propagan tan rápido como el propio virus.
Mito vs realidad
De acuerdo con los especialistas consultados, estas son solo algunas de las ideas a las que más se enfrentan cuando invitan a sus pacientes a vacunarse contra la influenza.
Mito 1
Las personas con tratamientos o enfermedades autoinmunes no deben vacunarse.
Realidad 1
El único grupo exento es el menor a seis meses de edad; de ahí la importancia de la protección gestacional, pues la madre transmitirá anticuerpos al bebé, que lo cuidarán hasta que pueda recibir su propia dosis.
Mito 2
Si ya estoy enfermo de influenza, entonces no tiene caso recibir la vacuna.
Realidad 2
Pese al cuadro de influenza, aún es necesario administrar la dosis. Así, se protege al paciente de los otros tres tipos de cepa que circulan. Basta con que éste no presente fiebre al momento de recibir la inyección.
Mito 3
Existen contraindicaciones. Por ejemplo, aquellas personas alérgicas a la proteína de huevo no pueden vacunarse.
Realidad 3
La única recomendación es que el receptor de la dosis debe permanecer bajo vigilancia los primeros 30 minutos, para estar pendiente de cualquier hipotética reacción.
Mito 4
Si soy una persona con buenos hábitos y excelente salud, no tiene caso vacunarme. La influenza solo ataca a los grupos más vulnerables.
Realidad 4
No estar entre los mayores focos de atención, no es motivo para descartar la protección. Ni la edad ni una alimentación balanceada nos hacen inmunes.
Mito 5
Es normal enfermarse al poco tiempo de recibir la vacuna, pues en su fabricación se usa el virus.
Realidad 5
Se inyectan fracciones tan pequeñas que el virus no es capaz de reproducirse en la célula. Más bien ésta ocupa la información brindada para poder reconocer y atacar la enfermedad en la vida real.
Con información de El Botiquín