Luis Velázquez /Barandal
Veracruz,.19 de abril de 2017.-PASAMANOS: Hay momentos estelares en la vida del ser humano. Y en el caso de Javier Duarte son los siguientes en las últimas horas y días.
Uno. Los dos mil pesos por noche que pagaba en el hotel La Riviera de Atitlán, Panajachel, Guatemala, donde se encuentra el lago más fascinante y alucinante del mundo…, que no cualquier persona puede darse tal lujito.
Dos. Su sonrisa… que se ha vuelto la más famosa del planeta. Ni siquiera, vaya, la sonrisa de Julia Roberts en “Mujer bonita” y/o en “La Mona Lisa”. Y más porque su sonrisa, más gigantesca que la tajada de una sandía, fue cuando la Policía Nacional Civil de Guatemala lo detuvo, con todo y que el mundo dice que es la sonrisa de un cínico.
Tres. Duarte fue bautizado con el nombre de Javier. Pero le gusta más Alex de la Huerta, aun cuando en Guatemala se hacía llamar Alejandro. Alejandro Magno, por ejemplo, el general que conquistó el mundo ganando guerras, acompañado de su novio.
Cuatro. Está preso en un cárcel militar de Guatemala, famosa, porque ahí estuvo encarcelado Otto Pérez Molina, el ex presidente acusado de la peor corrupción en el país. También estuvo privado de su libertad un hijo y un hermano del presidente Jimmy Morales, por fraude y lavado de dinero.
Además, varios narcotraficantes famosos. Entre ellos, Marvin Montiel, “El taquero”, Eduardo Villatoro, “El guayo”, y José Jiménez González, “El Palidejo”.
Y si las prisiones están consideradas una especie de maestría y doctorado, entonces, Duarte podría recibir un curso intensivo.
Cinco. Luego de los doce años de esplendor, iniciados en el Fidelato, caído en desgracia, y en caída libre, no está solo. En otra cárcel está Tomás Yarrington, el ex gobernador de Tamaulipas. Otro más, tarde o temprano, les hará compañía, César Duarte, ex de Chihuahua. Y de igual manera, Roberto Borge Angulo, ex de Quintana Roo, con quien tuviera una química, buen mejor, fuera de serie, tanta que “en la plenitud del poder”, se vestían igual, el mismo tipo y tonalidad de camisa, pantalón, zapatos y peinado, y se iban al café.
BALAUSTRADAS: Seis. La mitad de la población de Veracruz y la otra mitad están pendiente de sus tres hijos, uno de 14 años, otro de diez y otro de cuatro. Incluso, muchas señoras han integrado una red de oración. ¡Pobrecitos! exclaman. No están solos.
Siete. Preso, sigue despertando pasiones desaforadas. La PGR…, que ellos lo detuvieron. El CISEN, que ellos. La Yunicidad, que gracias a ellos. La Interpol-Guatemala, callada. Policía Nacional Civil de Guatemala, discreta. Fidel Herrera, ni una palabra sobre su captura. Su señora madre, rezando en una iglesia de Chiapas.
Ocho. Su detención ya entró a la leyenda popular. Que pactó su captura a cambio de la impunidad para su esposa, a quien la PGR declaró inocente. Que lo detuvieron cuando iba a comprar una botellita de licor. Que lo aprehendieron en el pasillo del piso del hotel donde se hospedaba. Que desde días anteriores lo vigilaban desde un cuartito de un edificio enfrente del hotel, como en las películas norteamericanas, tipo Sherlock Holmes y el doctor Waton.
Nueve. La PGR sigue la pista a su “red de cómplices, prestanombres y empresas fachadas”. En resumen, a su círculo cercano. Pronto, le harán compañía, además, claro, de que algunos (Arturo Bermúdez, Mauricio Audirac, Francisco Valencia y Flavino Ríos) están detenidos.
Diez. Es un padre ejemplar. Corrió el riesgo de que le llevaran a sus hijos a Guatemala con el resultado conocido. El DIF podría contratar su imagen para una campaña del padre ejemplar.
ESCALERAS: Once. Sus frases políticas ya son célebres. “Aquí, no pasa nada” decía describiendo a Veracruz. Pero pasaba. “No. No huiré. Me quedo en Veracruz para enfrentar las calumnias”. Y huyó. “Tengo las manos en limpias” clamaba, pero las tenía ensuciadas de corrupción, tal cual lo probara la Auditoría Superior de la Federación desde el año 2014 cuando interpusiera las denuncias penales en la PGR.
Doce. “Uno, como gobernador, se vuelve sexy”, decía, alardeando sus barbies. A unas, le dio dinero, y a otras, además, cargos públicos. Ahora, varias lo traicionaron. Apesta. Apesta con hedor político.
Trece. A los 43 años de edad, su biografía pública incluye un solo maestro, un solo guía, un solo mecenas. Fidel Herrera. Estuvo a su lado en la secretaría de Gobernación (Jorge Carpizo, titular), en la LVII Legislatura federal y en la Comisión de Estudios Legislativos, asesorando al fogoso. También en la campaña de gobernador en el 2004. Luego, fue subsecretario y secretario de Finanzas, diputado federal y gobernador. Muchos años pasarán para que regrese a comer tacos parados con Anilú Ingram en un puesto callejero en la avenida Isabel la Católica en el puerto jarocho.
Catorce. Sus oscuros son, entre otros, los siguientes: 15 mil desaparecidos, “incontables homicidios, desapariciones y secuestros, miles de familias enlutadas, decenas de fosas clandestinas, desaparición de miles de millones de pesos, finanzas quebradas”, etcétera (La Jornada, editorial, 17 de abril). Con todo, Javier Duarte dobló al mismito Felipe Calderón. “Supe, dijo, de los ilícitos. Y nada pude hacer. Fuimos detenidos por la maquinaria de justicia… que nos prohibió seguir adelante”.
¿Prohibirle a un presidente de la república? ¡Caray, está canijo!
Pero tal era el poderío político de Javier Duarte.
Un priista dice:
Más que la amistad, más que las alianzas, los negocios vuelven indestructibles a los jefes máximos.
La mafia del poder.