Luis Velázquez | Escenarios
16 de julio de 2021
UNO. Mujeres rebeladas
Según la académica María Esther Hernández Palacios, escribir para una mujer es una forma de rebelarse. Y revelarse.
Es más, inconformarse. Volverse contestataria. Ejercer la libertad a plenitud. Ser libre. Viajar en la realidad y la imaginación creando y recreando mundos inasibles, soñados, deseados.
Por desventura, no todas las mujeres, tampoco todos los hombres, escriben. Otras, por ejemplo, se rebelan huyendo de casa para “desafiar el mundo” y ser lo que sueñan y desean como. por ejemplo, estudiar en la universidad.
DOS. Autoritarismo paternal
En todos los casos, la mujer se rebela, primero, y digamos, ante “el yugo familiar”, sobre todo, el padre machista, y para quien el destino de una mujer es casarse y tener hijos, sin estudiar, apenas, la primaria, quizá la secundaria.
Así fue, de manera intensa y volcánica, en el siglo pasado. Y en todas partes del mundo.
Una hija de los Romanov, trescientos años en el poder político, económico y social en Rusia, la Rusia de los zares, huye del palacio donde viven a París para estudiar Química, retando el autoritarismo del padre.
TRES. Lucha por la libertad
Dura y ruda ha sido y es todavía la lucha de la mujer por alcanzar su libertad.
Por ejemplo, en los días vividos y padecidos el legítimo derecho a disponer de su cuerpo ante un embarazo.
Es decir, el derecho al aborto.
La frenética lucha por alcanzar espacios laborales dignos. Desde la oficina pública hasta la privada.
Unas 7 mil 500 mujeres con posgrados (maestrías y doctorados) en el gobierno del Estado sin una oportunidad laboral para ascender dados los méritos académicos.
De los doce, trece partidos políticos en Veracruz, una sola mujer al frente.
5 mujeres despedidas por el gobernador de la 4T en Veracruz, desde secretarias del gabinete legal hasta directoras.
De los 212 presidentes municipales en funciones, únicamente treinta y tres son mujeres, y solo 51 fueron elegidas para el cuatrienio del 2022 a 2025.
CUATRO. Contar historias
Las mujeres con capacidad literaria para escribir alcanzan y disfrutan la libertad contando historias.
Más, cuando sus escritos son publicados en un libro esperando se venda en las librerías.
Pero son casos aislados. Unos cuantos. Con todo y que algunas mujeres únicamente escriban para ellas mismas, digamos, para sentirse libres en el momento estelar de arrastrar el lápiz o teclear en la computadora.
CINCO. Reducidas al hogar
Todavía en el segundo tramo del siglo anterior, en las ciudades urbanas (quizá aún en las rancherías y poblados suburbanos, rurales e indígenas), los hijos eran los únicos que estudiaban… si los padres podían cubrir los gastos.
Las mujeres, reducidas a la cocina y las tareas del hogar, esperando el galán que llegara.
Las posibilidades, cierto, se han abierto. Pero en la mayoría de los casos, solo la licenciatura. Una maestría, un doctorado, ya se verá.
SEIS. Derechos vetados
Una mujer se rebela con la escritura. También, con el canto, la danza, la pintura, la manualidad, la zumba, el cine, las tertulias académicas, etcétera.
Es el caso, cierto, de las mujeres urbanas. Mucho se duda que de las mujeres suburbanas y rurales.
Grave, gravísimo porque vamos en el siglo XXI y la población femenina sigue luchando por sus legítimos derechos, cuando, caray, ante la ley, predican los políticos, todos somos iguales.
Derecho al aborto. Derecho a percibir salarios dignos en igualdad de circunstancias que los hombres. Derecho a escalar en el trabajo. Derecho a desempeñarse como jefas. Derecho a crecer y seguir creciendo. Derecho a decidir sus vidas.