Luis Velázquez
UNO. Ricos en el paraíso
La vida de los ricos es así. Por ejemplo:
Hay quienes tienen cinco trabajadoras domésticas. Una, en la cocina. Otra, se encarga de la limpieza diaria de la casa. Otra, lava. Otra, plancha. Y otra, se ocupa de los niños.
Además, tres choferes. Uno, para el señor. Otro, para la señora. Y otro, para los hijos, por ejemplo, llevarlos a la escuela y a reuniones amicales.
Además, un jardinero y quien también se ocupa de mantener limpiecieta la alberca.
DOS. Tardes pasteleras
Hay esposas de hombres ricos y pudientes que viven en el paraíso terrenal.
Por ejemplo, todo el tiempo en la calle. Suelen asistir a desayunos con las amigas que empiezan a las diez de la mañana y terminan hacia las dos de la tarde.
Y por el celular dan órdenes a las asistentes domésticas de los pendientes.
Y en las tardes, de nuevo agarran camino para la tarde pastelera.
En las noches, cenas con la prosapia y el abolengo de las mejores familias del fraccionamiento o la colonia residencial.
TRES. Feroz competencia entre señoras
Además, y con regularidad, se bajan de un avión y trepan a otro para seguir giritas en el mayor número posibles de naciones.
Quizá, en grupo con las amigas. Acaso, en pareja. Quizá en cruceros turísticos internacionales. Acaso, el fin de semana en Las Vegas. O en viajecito directito para cenar en París y regresarse al día siguiente y qué, bueno, así son sus vidas.
Incluso, entre las señoras esposas de pudientes y ricos hay una feroz y reñida competencia para determinar, primero, el número de viajes en el extranjero en un semestre.
Pero también, reñida competencia para ver el número de bienes materiales de cada parte.
Más que el automóvil más caro o la ropa y los zapatos y las bolsas y joyas de marca, el departamento en Miami, la casa de campo en las afueras de París, la casita en España, una isla en las Islas Fidji, etcétera.
CUATRO. Vivir en las nubes
Hay pudientes y ricos donde las señoras ni siquiera, vaya, unos huevitos estrellados saben preparar.
Es más, nunca, ni por error, se han metido a la cocina en sus vidas privilegiadas.
Incluso, simple y llanamente, hasta se desatienden los hijos y se los dejan a las trabajadoras domésticas para encargarse de todo.
Es más, pendientes de los hijos cuando enferman.
CINCO. Consuelo de un jodido
Hay unos ricos coleccionistas, por ejemplo, de automóviles.
Hay señores, jefes de familia, patrones, que por ejemplo, suelen tener 4, 5, 6 coches a su servicio.
Y según amanezcan de estado de ánimo deciden el auto que usarán.
Un día, el escolta de uno de ellos lo dijo así:
“Mi único consuelo es que el desgraciado tiene 6 coches para él solito, pero solo puede manejar uno solo al mismo tiempo”.
SEIS. La vida es así…
Es la vida de los ricos. Así ha sido desde los orígenes de la humanidad. Bastaría recordar los trescientos años del reinado de los Romanov en Rusia.
O el tiempecito de mamá Carlota y Maximiliano de Hasburgo en México.
Incluso, Porfirio Díaz Mori, 33 años de dictadura, viviendo en el Castillo de Chapultepec, a sus órdenes, señor presidente.
Y luego, caray, su exilio dorado en París donde cada mañana trotaba en su caballo preferido en los Campos Elíseos.
El escritor Carlos Fuentes Macías lo decía de la siguiente manera con un personaje novelesco:
“¡La vida es así y qué le vamos a hacer!”.