•Un comando se llevó a su hijo, nuera y nieta. Regresaron a la menor que tenía cáncer
•Casi dos meses después se llevaron al segundo hijo; tres desaparecidos en la familia
•Siete años buscando a sus dos hijos y nuera
Arantxa Arcos blog.expediente.mx Para El Piñero de la Cuenca
Veracruz.- Desde que levantaron a los dos hijos de Teodora Contreras Aguilar se debe encargar de educar y alimentar a cuatro nietos.
Su esposo padece una enfermedad mental que le imposibilita laborar. Ella debe buscar trabajo. Vendía tamales y alimentos por pedido, las ganancias no han sido buenas y la preocupación afectó su salud.
El jueves 20 de julio del 2017, a siete años de la desaparición de sus familiares, experimentó síntomas cercanos a un pre infarto. El médico que la atendió le recetó evitar lapsos de estrés o tensión emocional. No los puede evitar mientras no encuentre a su nuera y dos hijos.
La preocupación de Teodora inició el 4 de mayo del 2010. Su hijo Cirilo Manolo de Ocampo Contreras, de entonces 35 años, dormía en casa con su esposa Soledad Castillo Montero y una menor de nueve años.
La vivienda de Cirilo recibió impactos de bala. El piso y las paredes se pintaron de rojo. Dos camionetas se estacionaron afuera y esperaron para subir a la fuerza a tres personas; dos adultos y una niña con cáncer.
“No le hagan daño a mi niña” clamó Cirilo al comando. Los gritos del padre fueron escuchados por Teodora, abuela de la niña.
Teodora salió a los pocos minutos del levantón. No pudo memorizar las camionetas o placas de estas. Observó cómo su nuera Soledad la aventaron a una camioneta. En otra subieron a Cirilo.
La menor fue la última en abordar las camionetas. Los brazos de su madre la recibieron. Una vez separados en dos camionetas, arrancaron con rumbo desconocido.
Durante 15 días estuvieron privados de su libertad Cirilo, Soledad y la nieta de Teodora en un hotel de la ciudad de Xalapa. El relato lo grabó en su memoria la nieta de Teodora.
Al quinceavo día del levantón, la menor que no pasaba los 15 kilos, fue abandonada en la cercanía del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Policías de guardia la cuestionaron por sus familiares.
“Los hombres malos me dejaron aquí y se llevaron a mi mamá y a mi papá” respondió la menor a los policías del hospital.
¿Sabes la dirección de un familiar? le preguntaron y llevaron al domicilio que reveló. Dos toques a la puerta salió Mario Alberto, tío de la menor y hermano de Cirilo.
Preocupado por los días que pasaron sin conocer el paradero de su hermano, Mario interrogó a los policías, ¿Ahí viene mi hermano?
Los policías dijeron “no, pero traemos a la niña, traigan el acta de nacimiento que la vamos a llevar a San José”. Los familiares debían comprobar el parentesco. Al llegar al cuartel de Xalapa, conocido como “San Pepito”, presentaron el acta y la niña se fue a casa con los abuelos y su tío.
Cuando regresó la menor, el celular de Teodora sonaba frecuentemente. Una voz grabe le exigía no interponer una denuncia o pedir ayuda. Su familia iba a desaparecer.
“Vivía con miedo porque me amenazaban que si daba parte a la policía me iban a levantar a toda mi familia. Cuando me regresaron a la niña tenía miedo, le dije a los policías que no íbamos a poner una denuncia. Ya me marcaban y me amenazaban”.
La terminación 66 y 99 aparecía en la pantalla del teléfono celular. No pasaron varias semanas y por la tensión Teodora perdió el celular, perdiendo así el contacto con los secuestradores de sus familiares que nunca le pidieron rescate económico.
Su hijo Mario Alberto y esposo empezaron a buscar a Cirilo y Soledad. Un vecino se enteró del levantón, acudió a la casa y les aconsejó no seguir buscando. Él ya había experimentado un levantón. Regresó vivo.
Por semanas, el vecino de la familia estuvo privado de su libertad, torturado y amenazado para no contar su testimonio.
“Hijo no los busques porque a mí me matan y exactamente lo mataron” recuerda Teodora.
Mes y medio se cumplió sin conocer el paradero de Cirilo y Soledad. Mario salió de casa con un menor de once años. La compra de un gallo lo motivó para caminar por las calles de Xalapa el 18 de junio del 2010.
Tanto el niño como Mario detuvieron su caminar cuando una camioneta les pidió hacer alto. De la ventanilla le gritaron “Te vamos a llevar con tu hermano”. Dos hombres armados empujaron a Mario y el menor corrió buscando ayuda.
“Abuelita, abuelita, también se llevaron a mi tío” relató eufórico el niño que escapó del levantón en la vía pública.
A Mario Alberto de Ocampo Contreras lo secuestraron cuando tenía 32 años. Era tres años menor que Cirilo, su hermano levantado mes y medio antes mientras dormía en casa.
Ambos hijos de Teodora fueron levantados en el lapso de administración estatal entre el priista Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte de Ochoa. Ella sigue molesta y enferma por la omisión a la seguridad pública, en el hogar y en la calle.
“Todo fue un complot para que Los Zetas hicieran y deshicieran lo que quisieran en Xalapa, de ahí, de la colonia se llevaron a seis personas; dos hijos de dos doctores, un policía, a mis tres familiares”.
Teodora enferma cada día. Han pasado siete años del levantón de sus dos hijos y se resignó a volverlo a ver muertos. Convertidos en huesos carcomidos por los insectos o putrefactos en alguna fosa clandestina.
“No pierdo la esperanza porque no puedo ir siquiera acompañarlos a ellos a buscar, mi necesidad es ver a mis hijos aunque sea en cadáver, antes de morir, no puedo andar con ellos por falta de dinero”.
Se cansó de guardar silencio. Buscó ayuda y cobijo en el Colectivo por la Paz. Ya colabora en la denuncia que promueve el colectivo contra el ex gobernador priista, Javier Duarte de Ochoa; el ex secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita y/o quien resulte responsable por la desaparición forzada de personas en Veracruz.
El delito de lesa humanidad por desaparición forzada está en trámite para tocar las puertas de la Corte Penal Interamericana (CPI). Al menos 50 familias en busca de sus desaparecidos coadyuvan en el trámite que primero llegará a la Procuraduría General de la República (PGR).
La primera reunión a la que fue invitada no pudo asistir, se sintió mal y estuvo a punto de tener un infarto. No tener para pagar el taxi al sitio de la reunión le preocupó. Sus nietos deben comer y su esposo agrava más en salud mental.
Teodora busca a sus hijos Cirilo Manolo de Ocampo Contreras de 35, hoy 42 y Mario Alberto de Ocampo Contreras de 32, hoy 39 años, así como a su nuera, Soledad Castillo Montero desaparecida a la edad de 34 años, hoy 41.