En la política oaxaqueña, la realidad ha demostrado que el poder no siempre está donde se espera. El reciente espectáculo en la capital del estado pone de manifiesto cómo el nepotismo puede socavar la democracia y el buen gobierno.
Con la victoria de Ray Chagoya como presidente municipal electo, se esperaba un nuevo capítulo de reformas y cambios positivos. Sin embargo, la presencia omnipresente de Noé Jara Cruz, hermano del gobernador Salomón Jara, y su dominio sobre las decisiones municipales han revelado una triste realidad: el verdadero poder parecer estar en manos de quienes manejan los hilos desde las sombras.
El fin de semana pasado, Noé Jara no perdió oportunidad para dejar claro su rol predominante en la política local. Su protagonismo en un evento con presidentes municipales electos, mientras relegaba a Ray Chagoya a un segundo plano, ha sido un golpe a la percepción pública de la legitimidad del liderazgo de Chagoya.
Esta situación es un reflejo de cómo el nepotismo puede transformar un proceso electoral en una mera formalidad, donde las decisiones importantes se toman en despachos ajenos a la representación popular. El desfile de políticos y empresarios que buscan favores y contratos bajo la sombra de Noé Jara, junto con la supuesta intervención de Jorge Gandarillas en la asignación de obras públicas, son pruebas palpables de un sistema que privilegia los lazos familiares y las alianzas políticas sobre el mérito y la transparencia.
Este escenario plantea preguntas inquietantes sobre el futuro de la administración municipal y la justicia social en Oaxaca. El poder concentrado en manos de unos pocos, bajo el manto del nepotismo, no solo debilita las instituciones democráticas, sino que también mina la confianza de los ciudadanos en sus representantes.
Mientras Noé Jara y sus asociados continúan reforzando su influencia, el desafío para la administración de Ray Chagoya será demostrar que puede funcionar con autonomía y responder a las necesidades de los oaxaqueños sin estar subordinado a intereses familiares o grupales. En última instancia, es imperativo que los ciudadanos y los actores políticos actúen para restaurar la integridad del gobierno municipal y asegurar que el verdadero poder esté en manos de quienes realmente representan la voluntad del pueblo.