- Cuatro niños pobres en la orfandad por violencia en Veracruz
•Hortensia Balcázar Reyes, asesinada en Minatitlán por su esposo, dejó tres niñas y un bebé de 9 meses; ahora serán cuidados por sus padres
•La niña de 2 años, afectada por haber presenciado el momento en que su padre le quitó la vida a su mamá, quiere que los doctores curen a su mami
•La de en medio, taciturna a raíz de vivir el infierno de las golpizas a su mamá, habla con sus abuelos sobre el pasado de su madre
•El más pequeño era amamantado por la difunta, los abuelos le encontraron una nodriza para evitar que muera de hambreIgnacio Carvajal
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Comerciando marranitos, Hortensia Balcázar le compraba pañales y medicamentos a su hijo Adolfo, de nueve meses de nacido. También conseguía así lo elemental para sus tres hijas, Laura, de 4 años; Edith, de 2; y Clara, de 9.
Y es que después de sus hijos, la mayor prioridad de Hortensia eran sus animales de corral, la cochina y unos pollos.
Cuando la cochina paría, ella vendía los lechones o los engordaba y vendía para tener dinero. Las gallinas también ponían huevos que vendía o cocinaba.
Los ingresos aportados por su esposo, Gabriel Hernández, eran inestables, y cuando le daba era insuficiente.
“El otro día se pelearon porque él vendió un caballo y no le quiso dar dinero para sus hijos” dice Francisca Reyes López, mamá de Hortensia.
Madre de tres niñas, Hortensia Balcázar Reyes atesoraba un anhelo, tener el varón, y hace nueve meses, cuenta su familia, Dios le cumplió y llegó Adolfo Hernández López.
El día que su esposo, Gabriel Hernández, le dio muerte, Hortensia llevaba a Alfonso en brazos, y pese a los dos impactos de bala, “ella no se fue al suelo; no quería que su hijo se golpeara” cuenta Francisca Reyes López, testigo del ataque mortal por parte de su yerno.
Así, con los dos plomazos y la sangre brotando a borbotones, Hortensia se aferró y su último acto de amor fue gritar a su madre que le sostuviera al bebé para que no se golpeara.
Durante esos nueve meses, Alfonso fue amado en medio de las carencias más elementales, como techo, cama, vivienda digna y alimentación adecuada.
Nació con líquido en un pulmón y en un testículo.
Sin dinero para darle leche de fórmula, Hortensia lo amamantaba, y por eso sus familiares vieron como una bendición que apareciera una vecina que también está criando, quien ofreció sus senos para alimentar al bebé y así cuando le da hambre ella viene o alguna tía se lo lleva a la nodriza.
<strong>NO OLVIDARÁ</strong>
La pequeña Clarita se preguntaba constantemente “por qué mi papá le hizo eso a mami”.
De 9 años, Clara es la mayor de cuatro y es la única inscrita en un colegio.
Cuando su madre decidió separarse por las constantes golpizas, Clara la pasaba muy mal, pues estaba acostumbrada a la casa de los abuelos paternos, y por eso cuando por fin Hortensia estaba determinada a romper el círculo de la violencia y abandonar el hogar del esposo Clara pidió quedarse.
A Hortensia no le quedó de otra más que dejarla con sus suegros.
Con la muerte de su madre tampoco quiso quedarse con sus tres hermanos, pero prometió visitarlos seguido y nunca olvidarlos.
“Me dice que su mamá le decía que siempre le celebráramos el cumpleaños a su hermanito, yo le digo, sí hija, lo haremos, en la medida de nuestras posibilidades porque somos pobres” relata una de las tías.
<strong>SIN PALABRAS</strong>
Laura de cuatro, es callada, pero risueña, pese a su corta edad, ya sabe que su mami murió, y que se ha ido al cielo.
Laura, en la edad de los juegos y la diversión, no cuenta con juguetes.
Su madre, cuando vendía marranos, compraba lo esencial; para dulces o juegos no alcanzaba.
Laura ha ido creciendo con la consciencia de los problemas entre sus padres.
Constantemente contaba a sus abuelos maternos sobre las golpizas a su mamá. Creen que por eso es la más callada.
En casa de los abuelos pasa el tiempo corriendo atrás de pollos y los perros.
Llegan sus primos u otros vecinos y se ponen a jugar en la tierra, con los pies descalzos, disfrutando de los placeres de la infancia y la pobreza.
A Laura es a quien le toca estar más pendiente de su hermano Adolfo, a quien constantemente prodiga besos y apapachos.
<strong>”CUREN A MAMI”</strong>
Edith, de 2 años, “está traumada, ella vio todo, cuando le dispararon a su mamá y cuando se murió” reconoce Francisca Reyes.
Edith era risueña y platicona, pero desde el asesinato se volvió frágil y llora ante la menor amenaza.
Si ve a alguien con un celular se estremece y llora para que la alejen.
“Papá chacó sangue a mamá, le hizo pum-pum” decía el día de la muerte de Hortensia; la familia cree que necesita ayuda sicológica con urgencia.
“¿A mi mamá la van a curar los doctores, verdad?” dijo Edith horas después del ataque y las hermanas de Hortensia le dicen que está dormida, en el cementerio.
“Mi mamá está dormida” le dice de repente a sus tías y les pide que la lleven al panteón para ver a su mami.
<strong>NO LOS SEPARAN</strong>
Anselmo Balcázar y Francisca Reyes dicen que por nada separarán a los hermanos.
Los tres niños de Hortensia que se quedan juntos en casa de los abuelos maternos así vivirán siempre.
La familia ha acordado apoyar a la señora Francisca en lo básico para los cuidados de los pequeños.
Será uno de los hermanos de Hortensia quien asuma el rol de padre, él ya cuenta con su familia propia y gana muy poco comprando y vendiendo ganado. A veces –relata- no hay trabajo y se va a buscar al campo o al jornal a ganar, aunque sea un poco para comprar alimentos.