Luis Velázquez /Barandal
03 de agosto de 2019
ESCALERAS: Desde la montaña negra de Zongolica soplan vientos de fe y esperanza. Unos niños, oh, de Soledad Atzompa, allí donde los vecinos se integraron para la defensa común y lincharon y quemaron vivos a 6 malandros, escribieron poemas. Y publicaron un libro. Y el libro fue lanzado al mundo cultural de Veracruz y del país.
Los niños estudian en la telesecundaria, Vicente Guerrero. Y fueron convocados por una maestra. Y se expresaron.
Unos, por ejemplo, hablaron de sus días cotidianos, la vida, el amor, la muerte.
Otros, sin embargo, se fueron a los días y noches sombrías. La inseguridad. La violencia. La falta de oportunidades.
PASAMANOS: Es la voz de unos poetas precoces. El libro se llama “Xitlahto”. Fue presentado en la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Xalapa.
El movimiento cultural resulta alentador. Es como una lucecita prendida en el largo y extenso túnel social. Veracruz, pródigo en recursos naturales, pero habitado por gente jodida. 6 millones de los 8 millones de habitantes de la tierra jarocha, en la miseria y la pobreza.
Y en cada sexenio, la vida pública apostando a la venta de esperanzas.
CORREDORES: En la sierra de Zongolica, los días duros.
Por ejemplo, los niños desnutridos y anémicos, dormidos en el pupitre en el salón de clases.
Los niños con la más alta deserción escolar de todo Veracruz, pues cada uno significa una mano de obra para los padres y se los llevan al corte anual de caña de azúcar, café y cítricos.
Los maestros llegando a clases el día lunes y suspendiendo clases el día jueves y solo impartiendo clases de 9 a 12 de la noche, incluida media hora de recreo, por tanta inseguridad.
La vida adversa. Pésima calidad de la enseñanza. Reducida, limitada, estrecha, la posibilidad de un destino mejor.
BALCONES: Por eso, alienta el esfuerzo colectivo de escribir poemas para publicar un libro y expresarse y ganar un espacio, digamos, cultural, en la historia local.
Se ignora, por ejemplo (la vida, ya se sabe, es un misterio) si alguno de los niños seguirá escuchando las voces interiores para continuar escribiendo poemas.
Bastaría, por ejemplo, mirar alrededor: en todos lados de Veracruz, todos los días, hay miles de niños en cursos vespertinos de música aprendiendo a tocar aparatos musicales.
Y niños pintando. Y niños en talleres de lectura y redacción. Y niños en clases de canto.
PASILLOS: Y sin embargo, muchos años después, pasado la infancia, pasada la juventud, pocos, excepcionales continuaron soñando pues a la primera de cambios, la vida los empujó por caminos diferentes.
De entrada, ninguna continuidad familiar hay en el intento. Tampoco, una política educativa vigilante. Menos, la encomienda superior del Estado para encauzar vocaciones.
Se trata de una tarea difícil, titánica, gigantesca. Pero solo así puede empujarse la carreta para mejorar el destino familiar y el destino social de un pueblo.
VENTANAS: El poemario de estudiantes indígenas constituye el sueño de una maestra. Se llama Mandeco Dhillon. Y operó en una comunidad de nombre Tepaxapa, del municipio de Atzompa. 39 estudiantes en el taller de Escritura Creativa. 19 poetas, ojalá.
Fue el inicio. Pero ahora, digamos, la secretaría de Educación de Veracruz, SEV, bien pudiera abanderar la causa poética, de igual manera, como por ejemplo, hubo razón de Estado para crear un sindicato más (quizá elemento de choque) y una orquesta sinfónica.
Un día, acaso, todos los niños de norte a sur y de este a oeste de Veracruz involucrados en un gran movimiento poético.