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“Yo no doy mordida”, campañita utópica

Staff El Piñero

Luis Velázquez / Escenarios

 

Uno

En Xalapa, unos jóvenes idealistas de la COPARMEX lanzaron una campaña curiosa, por utópica. Se llama “Yo no doy mordida”. Y utópica en un país que ocupa uno de los primeros lugares mundiales de corrupción política. Y en un Veracruz, con el exgobernador más corrupto de la nación según ha dicho el líder del CEN del PRI, que más debiera ser dirigente de taxistas dado que usufructúa 68 concesiones.

El objetivo es, dicen, sueñan (“soñar no cuesta nada” decía aquel) que cada ciudadano denuncie a los servidores públicos deshonestos.

Otros lemas paralelos son los siguientes:

“Yo… no lo hago.

“Yo… no lo permito.

“Y si lo veo… lo denuncio”.

Ajá.

El idealismo alcanzó su dimensión estelar en el movimiento estudiantil del 68 en la Ciudad de México, enfrentando al presidente Gustavo Díaz Ordaz, especialista en refundir en el penal de Lecumberri a los inconformes, a los idealistas, a los soñadores.

Oh paradoja, en el sexenio siguiente, Luis Echeverría, muchos dirigentes estudiantiles de aquella época trabajaron en el gobierno.

También el idealismo, digamos, juvenil, tuvo su plenitud con aquel lemita de “Yosoy132”, en que varios de ellos terminaron de conductores en Televisa…, y de lo que nada queda.

“El che” Guevara, cuya foto con la famosa cachuchita sirve para vender ropa interior, decía que los grandes logros de la humanidad han sido, primero, ideas, sueños, quimeras.

En las paredes de la Universidad de Nanterre, en el París del 68, los jóvenes inscribieron la siguiente leyenda:

“Soñemos con lo imposible”.

También, claro, volvieron famosa otra leyenda:

“Mientras más hago el amor… más ganas tengo de hacer la revolución.

Y mientras más hago la revolución… más ganas tengo de hacer el amor”.

Pablo Neruda, en su Poema XX, lo dice así, claro, refiriéndose a un amor frenético y desaforado como es, como suele ser, el primero en la vida:

“Nosotros los de entonces ya no somos los mismos”.

“Yo no doy mordida”, ajá.

 

Dos

Nadie en la historia nacional ha podido contra la corrupción.

Desde la más común (mordidas para burlar las reglas de tránsito, mordidas a un policía, mordidas a un profesor para aprobar el examen, mordidas para tramitar un papelito oficial, mordidas a la trabajadora doméstica seducida, etcétera).

El primer acto político de Moctezuma II cuando el sifilítico Hernán Cortés desembarcó en las playas de Chalchihuecan, fue enviarle monedas de oro y veinte doncellas, todas vírgenes, entre ellas, la sabrosa, sabrosísima Malinche.

Huitzilopotchtli era tan insaciable que exigía vírgenes en el sacrificio de la sangre.

Con veinte monedas los realistas compraron al indio yaqui que cuidaba a Miguel Hidalgo y ya muerto lo decapitó como parte de un escarnio histórico.

El general Jesús Guajardo le regaló un caballo fino, elegante, brioso, a Emiliano Zapata para engañarlo con una comida de la amistad y que sirviera para la emboscada en que lo mataran.

Un historiador diría así que la corrupción está en las entrañas del mexicano.

Y por añadidura, han sido tantos tantos tantos los años y los sexenios y los siglos de corrupción que los jóvenes soñadores de COPARMEX Xalapa debieron ejercitar la imaginación para lanzarse, digamos, a la vida pública de Xalapa.

Y más, porque lo anunciaron en víspera de las candidaturas a la presidencia municipal, la sindicatura única y las regidurías.

Bastaría referir que según el enunciado del gabinete legal y ampliado de la Yunicidad, todos los funcionarios han interpuesto denuncias penales en contra de sus antecesores en el duartazgo (porque tal cual es la tónica azul), y no obstante, cuatro meses después, sólo un trío está preso, como son el ex góber interino, el ex secretario de Seguridad Pública y el titular de Finanzas y Planeación.

“Yo no permito la mordida”, clamaron los chicos de COPARMEX, “y si la veo… la denuncio”.

Denunciar, pues, en estas horas revueltas y turbulentas constituye apenas, apenitas, un pasito.

 

Tres

Hemos, claro, de soñar con lo imposible. Pero con los pies en la tierra.

Un personaje en un cuento de Carlos Fuentes publicado en el libro “Cantar de ciegos” exclama:

“Somos jóvenes. Y tenemos derecho a vivir sin responsabilidades”. Pero también, a luchar.

Hay luchas, desde luego, condenadas de antemano a la derrota, como por ejemplo, “Yo no doy mordida”.

También, claro, la lucha por establecer el Sistema Nacional Anticorrupción…, con tanto tortuguismo burocrático en el Senado.

Los ex gobernadores señalados de corrupción, unos, prófugos de la justicia. Javier Duarte y César Duarte. Rodrigo Medina y Roberto Borge. Las 400 camisas y 200 pantalones de Andrés Granier.

Julen Rementería, secretario de Infraestructura, viajando en helicóptero oficial a un operativo electoral en el norte de Veracruz.

Los carteles y cartelitos engrosando el fosario de que habla el sacerdote José Alejandro Solalinde, siempre, y por fortuna, en pie de guerra honrando su apellido.

Bendiciones, en todo caso, para los chicos de COPARMEX, pues ahora cuando son jóvenes se vale, digamos, luchar con los molinos de viento, pues ya después se atraviesan los intereses y todo se pudre en el camino del ideal perdido.

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