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No puede la yunicidad, rebasada por completo

El Piñero

 

Luis Velázquez /Barandal

Veracruz-.12 de julio de 2017

ESCALERAS: Siete meses y doce días después se ignora si el duartazgo es peor que el yunazgo. Pero con todo, significa una vacilada seguir inculpando de los males de Pandora a Javier Duarte. Y menos, mucho menos, en el grave pendiente social de la inseguridad pública.

Por desgracia, la incertidumbre y la zozobra continúa. Y aun cuando están aquí las fuerzas federales sumadas a las estatales y municipales, los carteles y cartelitos siguen enseñoreados en suelo patrio jarocho.

El domingo nueve, en Acayucan, fue asesinado otro reportero, y cuyo antecedente en el gobierno azul quedó expresado el 19 de marzo del año que corre, en Yanga, con la ejecución del periodista Ricardo Monlui, de quien ya nadie, ni la CEAPP, se acuerda.

Ahora, tocó a un camarógrafo de Honduras, Edwin Rivera Paz, quien huyendo de los Maras llevaba seis meses avecindado en Acayucan esperando el asilo político.

Unos sicarios en una motocicleta lo siguieron y persiguieron y lo mataron.

Fue el mismo día cuando la región de Córdoba se topó con otra terrible y espantosa tragedia.

Tres chicas, edecanes (de 17, 19 y 26 años), originarias de Amatlán de los Reyes, Córdoba y Orizaba, fueron secuestradas hace tres meses, la yunicidad en el poder gubernamental. Y sus cadáveres aparecieron en una fosa clandestina más de tantas halladas en Veracruz.

Antes, ya se sabe, el infierno.

El niño asesinado con su maestro en Tantoyuca.

Los cuatro niños (de 3, 4, 5 y 6 años) asesinados con sus padres en una colonia popular de Coatzacoalcos y en que la yunicidad asumió el mismo papel protagónico y mesiánico de

Javier Duarte y luego enseguida se apresuró diciendo que el padre era un sicario más que el día anterior había participado en una ejecución.

Los once cadáveres tirados en Boca del Río.

Los muertos que siguen flotando en los ríos de Veracruz y tirados en la calle y en la carretera y entre cañaverales, y entre quienes se incluyen a los cuatro líderes cañeros ejecutados en la región que va de Córdoba a Tezonapa.

Es la hora, entonces, de que la yunicidad se ponga a trabajar con resultados en vez de seguir inculpando a Duarte de todos los males.

Siete meses y doce días después seguir “lavándose las manos” como Poncio Pilatos resulta decepcionante.

Pare ya, señor Yunes, esta masacre, usted que tanto alardeó de pacificar Veracruz en un dos por tres cuando andaba en campaña electoral.

BANDARILLA: La sangre sigue fluyendo en el territorio jarocho. Y aun cuando en el discurso oficial reiteran una y otra vez, igual que Duarte, que son ajustes de cuentas entre los narcos, la población civil está en la mira.

Los niños de Coatzacoalcos eran niños, como también el niño de Tantoyucan, población inocente, personitas que apenas, apenitas se asomaban a la vida.

Las edecanes de la región de Córdoba salieron de sus pueblos para trabajar y ganarse la vida y llevar el itacate a casa, sin que ninguna perteneciera a un cartel o cartelito, a menos, claro, que en las últimas horas, y ante la avalancha violenta, su honor sea manchado.

La diócesis de Córdoba, con el obispo Eduardo Patiño Leal, ha levantado la voz en la homilía para exigir un alto a la violencia y justicia, simple y llanamente, justicia.

Las ONG integradas en el Solecito y los Colectivos continúan levantando la mano clamando un hasta aquí a la inseguridad.

Pero de nada ha servido.

La yunicidad no puede. Igual que el duartazgo, ha sido rebasada. Quizá habría llegado a su Principio de Peter.

Y de ñapa, curándose en salud, porque, ha cacareado ene número de veces, desde Fidel Herrera Beltrán las puertas se abrieron a la delincuencia organizada.

Se ha olvidado decir que en todo caso, y de ser así, los narcos se establecieron en Veracruz desde el sexenio de Patricio Chirinos Calero, con José Albino Quintero Meraz, el gran capo, quien fue detenido en el Alemanismo, y enviado al penal de Almoloya donde cumplió su condena y años después alcanzó la libertad.

 

CASCAJO: Toda vida humana es invaluable. Pero el asesinato de los niños y del trío de edecanes y de la maestra de Tantoyuca constituyen, digamos, “delitos de lesa humanidad”.

Y es que cuando los malandros se van por los menores de edad y las mujeres (en el caso, una de ellas, madre de un niño), caray, significa “a la vista de todos” que nadie, absolutamente nadie, está a salvo.

Y que en cualquier momento, el ciudadano común y sencillo que todos los días se friega el lomo en el trabajo, desde niños hasta ancianos, pueden ser levantados, desaparecidos, secuestrados, asesinados y sepultados en fosa clandestina.

Incluso, con la fosa clandestina donde hallaron los restos de las tres edecanes estamos ante la primera fosa descubierta en la yunicidad.

Peor tantito, si se considera que al momento, en los últimos siete meses, un par de extranjeros han sido asesinados en Veracruz. El norteamericano Gordon Storm, de 68 años, asesinado en su casa de Teocelo, y el hondureño Edwin Rivera Paz, y sólo faltaría que la Procuraduría General de la República, PGR, atraiga los casos para la bendición del gobierno azul.

Con todo, Miguel Ángel Yunes Linares ya tendría, igual que Javier Duarte, su panteón particular, el más grande del país y que incluye desde el norte, con Pánuco, hasta el sur, con Agua Dulce y Las Choapas.

 

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