Sarah Romero
Un nuevo estudio aporta más evidencia de que el analfabetismo puede ser otro elemento que contribuya al riesgo de deterioro cognitivo.
¿Podría el analfabetismo aumentar las probabilidades de demencia? Un nuevo estudio publicado en la revista Neurology encontró que las personas mayores que no sabían leer ni escribir tenían dos o tres veces más posibilidades de desarrollar demencia que aquellos que sí sabían. El hallazgo “proporciona una fuerte evidencia de un vínculo entre el analfabetismo y el riesgo de demencia”, comentó Jennifer Manly, profesora de neuropsicología en el Colegio de Médicos y Cirujanos de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York y líder del estudio.
Las características de la demencia incluyen pérdida de memoria crónica o persistente, cambios en la personalidad o deterioro en el razonamiento. Este trastorno es más común en personas mayores.
Para el estudio, los investigadores se centraron en hombres y mujeres
con al menos 65 años y una edad promedio de 77 años. En total, unas 1.000 personas. La mayoría había nacido y crecido en zonas rurales de la República Dominicana antes de mudarse al norte de Manhattan (Estados Unidos). Ninguno de los voluntarios, incluidos los que sabían leer o escribir, había ido a la escuela durante más de cuatro años.
Los expertos realizaron un seguimiento de los participantes en tres grupos separados durante un promedio de aproximadamente cuatro años: el primer grupo se formó en 1992, el segundo en 1999 y el tercero en 2009, sumando un total de 983 personas. Para cada grupo,
se realizaron exámenes médicos cada 18 a 24 meses, así como pruebas de memoria, lenguaje o habilidades visuales-espaciales.
Entre los analfabetos, más de un tercio (35%) ya tenía demencia cuando se inició el estudio. En comparación, solo el 18% de los participantes alfabetizados tenía demencia en aquel momento. Posteriormente, tras tener en cuenta factores cruciales, como la edad, los ingresos y el historial de enfermedades cardíacas, el equipo concluyó que los analfabetos tenían tres veces más probabilidades de haber desarrollado demencia al comienzo de la investigación. Los autores también descubrieron que tras los cuatro años de seguimiento, el 48% del grupo de analfabetos eventualmente desarrolló demencia, pero entre el grupo alfabetizado, apenas el 27% desarrolló problemas de memoria y razonamiento.
La conclusión de los investigadores fue que,
en igualdad de condiciones, y después de ajustar por criterios de edad, estado socioeconómico y enfermedad cardíaca, los adultos analfabetos casi triplicaron el riesgo de demencia.
“Incluso si solo tienen unos pocos años de educación, las personas que aprenden a leer y escribir pueden tener ventajas para toda la vida sobre las personas que nunca aprenden estas habilidades”, aclara la experta.
¿Qué tiene la lectura y la escritura que parece protegernos contra la demencia?
El presente estudio no es una prueba definitiva de que ser analfabeto provoque un aumento del riesgo de demencia. Existen circunstancias atenuantes, como el motivo por el que una persona nunca haya aprendido a leer o escribir puede influir en el riesgo de demencia a largo plazo.
“Ser capaz de leer y escribir permite a las personas participar más a menudo en lo que podríamos llamar
actividades ‘enriquecedoras cognitivamente’. En otras palabras, actividades que ‘ejercitan’ el cerebro, como leer periódicos y libros, ayudar a niños y nietos con sus tareas o conseguir un trabajo que requiera alfabetización. Aprender a leer y escribir nos permite formar parte de estas actividades durante toda la vida”.
Una limitación del estudio fue que los investigadores no preguntaron cómo o cuándo los participantes alfabetizados del estudio aprendieron a leer y escribir.
Los científicos afirman que el siguiente paso sería investigar si atajar el analfabetismo podría ser una forma de reducir el riesgo de demencia.
La OMS advierte de que cada año aparecen 10 millones de casos nuevos de demencia.El estudio fue patrocinado en parte por los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. y el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento de EE. UU.