➡La religión, la salud, la educación y la alimentación son derechos humanos que deben ser reconocidos y atendidos por todos para avanzar como nación.
➡En México se repite una gran mentira: “No hablar de religión, de política ni de fútbol porque no nos pondremos de acuerdo”
➡ David Padilla ejemplificó casos de discriminación, como la negativa de las autoridades a permitir el uso de espacios públicos para realizar conciertos de índole religiosa, o rechazar a una persona para un empleo debido a sus creencias.
Redacción El Piñero
Tuxtepec, Oaxaca. – Cristian David Badillo Gutiérrez, director de la Asociación Nacional por la Libertad Religiosa, expresó en este municipio que datos del INEGI revelan que el 92% de la población mexicana es religiosa. Esto significa que la sociedad debe hablar del tema, respetarlo y trabajar en conjunto para atender derechos humanos como la alimentación, la salud y la educación, entre otros, para avanzar como nación.
En México se repite una gran mentira que debe ser analizada por todos:
Se dice comúnmente: “No hablar de religión, de política ni de fútbol porque no nos pondremos de acuerdo”. Esto es falso, porque religión, política y deporte, al igual que la alimentación, la salud y la educación, son derechos humanos universales reconocidos a nivel mundial. Sin embargo, para abordar estos temas es fundamental la tolerancia, entendida como el respeto a las formas de pensar y actuar de los demás.
Sobre la intolerancia, junto con los asistentes a la charla, precisó que es una conducta negativa para la persona que la sufre, para un grupo social y para el país.
“No se puede tapar el sol con un dedo”, afirmó el conferencista. “La intolerancia es una dolorosa realidad que afecta a miles de personas en todo el mundo, y como seres pensantes debemos entender que no se puede agredir, rechazar o imponer lo que uno cree a otra persona”.
A las personas presentes, líderes en diferentes ámbitos, las invitó a adoptar este conocimiento para erradicar la discriminación por motivos religiosos. Nadie debe ser afectado por esta razón.
David Badillo ejemplificó casos de discriminación, como la negativa de las autoridades a permitir el uso de espacios públicos para realizar conciertos de índole religiosa, o rechazar a una persona para un empleo debido a sus creencias. También mencionó al padre que excluye a un hijo de su testamento por elegir otra religión. Estas situaciones, afirmó, son manifestaciones de intolerancia que deben combatirse.
¿CUÁL ES EL PROBLEMA QUE QUEREMOS SOLUCIONAR?
La falta de conocimiento sobre la libertad religiosa, que es un derecho humano en México. Aunque algunos pueden desconocer la Declaración Universal de los Derechos Humanos en este ámbito, incluso los chistes religiosos pueden ser considerados actos de intolerancia.
¿Por qué ocurre esto? Porque, como sociedad, no hemos arraigado el respeto a la libertad de creencia y culto. Respetamos muchas otras cosas, pero ignoramos la importancia de este derecho.
México es un país profundamente religioso: según el INEGI, el 92% de la población mexicana tiene una convicción religiosa. Esto significa que nueve de cada diez personas creen en algo. Ni los partidos políticos ni el fútbol alcanzan ese nivel de representatividad.
Esto demuestra que la religión nos une, aunque no todos crean en lo mismo. Cada persona considera que su manera de relacionarse con Dios es válida, y esto es algo profundamente íntimo. Sin respeto religioso, no habrá cambios positivos en México.
¿Qué necesitamos?
- Mayor conocimiento y reconocimiento del concepto de libertad religiosa.
- Más espacios neutrales para el diálogo entre religiones y actores sociales.
- Confianza y relación entre el Estado y las iglesias. No se busca un Estado religioso, sino una interacción basada en la gente como motor de cambio.
- Que tanto el Estado como las iglesias trabajen con respeto y tolerancia en temas como alimentación, salud y educación.
David Badillo puntualizó que la libertad religiosa está relacionada con la libertad de culto y asociación. Por ejemplo, si un grupo religioso desea usar un parque público para orar o realizar un concierto, las autoridades no deberían exigir un permiso, sino recibir un simple aviso. Asimismo, ningún docente o director debe obligar a un niño a participar en actividades que no correspondan a su fe.
“El Estado no puede interferir en la relación que una persona decide tener con Dios. Muchas veces no es el Estado quien discrimina, sino la misma población quien ataca a quienes piensan diferente”.
Para que el respeto sea una realidad, afirmó Padilla, la población debe reconocer que la libertad religiosa, al igual que la salud, la educación y la alimentación, es un derecho universal.
El reconocimiento de los derechos humanos es crucial porque deben entenderse como un todo. Un derecho humano involucra y refuerza a otro: cuando protegemos uno, impactamos positivamente a los demás; cuando lo violentamos, el efecto es negativo.
Finalmente, destacó que los derechos humanos son progresivos: deben evolucionar para garantizar otros más. La libertad y la vida; la salud, la educación y la alimentación son derechos interdependientes. No se puede garantizar la educación o la salud sin atender primero el derecho a la alimentación.
“Todos los derechos humanos son importantes; por eso están reconocidos mundialmente”, concluyó David Badillo