Luis Velázquez | Barandal
04 de junio de 2021
ESCALERAS: En el siglo XIV, hacia finales, 1480, 90, el poeta Tlaltecatzin, y su contemporáneo, Netzahuálcoyotl, el Rey Poeta, el jefe máximo, filósofo además, se ocupaban en sus poemas del sentido de la vida.
La razón de cada ser humano para vivir y llevar una vida feliz y dichosa.
Pero Tlatecatzin escribía que “no es cierto que se viene al mundo para vivir, sino para soñar”, porque vivir, afirmaba, es una aspiración mucho más alta.
Netzahualcóyotl, por el contrario, escribía que “todos vienen al mundo pero para morir”.
PASAMANOS: Desde entonces, en el México prehispánico, los poetas y filósofos y gobernantes se ocupaban, pues, de dar un sentido a la vida, primero, de ellos, y después, de los ciudadanos gobernados.
La pregunta de aquellos escritores en sus poemas era sobre las razones de cada quién para estar aquí, en la tierra.
Unos, decían, soñaban con ser felices a partir de casarse, tener una esposa y procrear hijos y vivir en paz, “sin violencia” decía Netzahualcóyotl.
CORREDORES: Otros soñaban con la felicidad a partir de una búsqueda en todos los reinos de la vieja Tenochtitlán en un país poblado por indígenas.
Otros más soñaban con derrotar a las tribus adversarias y enemigas, guerreros que eran, sin llegar, claro, a los kamikazes del Medio Oriente quienes según el Corán son premiados en el más allá con 72 vírgenes si mueren por la patria.
Pocos soñaban con gobernar desde el trono imperial y faraónico pues estaba reservado, primero, para los viejos de las tribus, Consejos de Ancianos que formaban, pero más aún, para los ricos de abolengo.
BALCONES: Famosa la alegoría de Diógenes buscando con una lámpara al hombre nuevo.
Famoso el socialismo soñando con la creación del hombre nuevo, aquel descrito por Lucas, en el libro bíblico “Hechos” donde todos vivían para todos y a cada quien le tocaban los bienes de acuerdo con la necesidad familiar.
La locura de Adolfo Hitler soñando con la raza pura y la locura de José Vasconcelos Calderón soñando con la raza cósmica.
La dictadura del proletariado soñada por Lenin y León Trotsky y que José Stalin, quien los odiaba, la sepultara para siempre en la historia.
PASILLOS: “No es cierto que se viene al mundo para vivir, sino para soñar” decía Tlaltecatzin.
Y todo indica significa verdad universal. Por eso, quizá, Calderón de la Barca escribió que “la vida es un sueño”.
El sicólogo social y terapeuta familiar dice que el ser humano se la pasa soñando un 70, 80 por ciento de su vida.
Sueña con un destino mejor. Sueña con un trabajo de primera y pagado con justicia laboral. Sueña con tener una súper casa. Sueña con cambiar coche. Sueña con estudiar en los mejores colegios. Sueña con vacaciones en el otro extremo del mundo.
De hecho y derecho, como decía Agustín Silvestre Acosta Lagunes, “todos ustedes viven en gerundio. Es decir, planeando lo que algún día harán”.
VENTANAS: “El sentido de la vida” se llama un libro del sicólogo Víctor Frankl. En su tratado establece la ruta crítica cuando habla sobre el objetivo superior de cada ser humano.
Primero, la causa familiar. Dos, la causa social y política. Y tres, la causa religiosa.
Así, coincide con el par de poetas prehispánicos. La pregunta es por qué vive y trabaja y sueña y lucha y actúa cada ser humano todos los días y en cada nuevo amanecer.
Nadie, dice Frankl, vive como un autómata. Siempre ha de tener razones superiores para seguir pateando la pelota y empujando la carreta.