•Fichas de dominó electoral
Veracruz, México.- No es el mejor de los tiempos. Pero es el único. Y si al góber azul se le estrujó el alma cuando fue al hospital público, como dice, entonces, los pobres tendrían, digamos, renovada la esperanza para que en el bienio, mínimo, les vaya un poquito mejor.
Pero desde ahora, ya, ya, ya… que deje de litigar en los medios la ceniza del duartismo.
Y por supuesto, en nombre de la concordia, el polvo que resta del fidelismo.
Más aún, que deje de utilizar a sus antecesores y a uno que otro priista estelar como fichas de dominó electoral.
Y por añadidura, que deje en el discurso incendiario de azuzar el descontento social (que fermentado está) y en todo caso, siga por oficio las denuncias penales y exija resultados en tiempo fijo.
Y de una vez por todas se ponga a trabajar en los graves pendientes sociales. El analfabetismo, el desempleo, la inseguridad, la justicia pronta y expedida y la calidad educativa y de salud.
Incluso, que en ningún momento pierda el objetivo social que significa, entre otras cositas, la posibilidad de la hambruna.
En el puerto jarocho de Ramón Poo Gil, por ejemplo, el robo de simples despensas en estacionamientos de plazas comerciales. Y de ropa y de zapatos, lo que manifiesta el hambre anidada.
Más aún: ya tiene a la primera presa política, en Topacio, en el penal de Pacho Viejo, allí mismo donde el Chirinismo refundiera a César del Ángel.
Y todo indica que antes del 6 de enero tendría a los segundos y terceros presos políticos, indígenas de la sierra de Tatahuicapan, en el sur de Veracruz, que por ahora tienen tomada la presa Yuribia y a quienes amenazara, digamos, con la aplicación de la ley.
Su ley.
Se entiende, genes son genes y vísceras son vísceras, pero en ningún momento justifica que 42 años después de andar en política las vísceras sigan gobernando.
Y más, cuando se tiene el poder político y el poder político absoluto en el puño firme, inalterable, ay don Gustavo Díaz Ordaz con su mano tendida, ajá, a los estudiantes del 68, ay
Luis Echeverría con “Los halcones de julio”.
No es el mejor de los tiempos. Pero es el único.
2
Era el mejor de los tiempos, pero era el peor, dice Charles Dickens en una de sus novelas.
Cierto, pero de principio a fin de los 73 gobernadores desde Guadalupe Victoria a Javier Duarte, el CONEVAL lo documenta de la siguiente manera:
6 de cada 10 habitantes de Veracruz están en la pobreza, la miseria y la jodidez.
Un millón y medio de paisanos de los 8 millones solo hacen dos comidas al día… dada la precariedad en que viven.
600 mil analfabetas de 14 años de edad en adelante.
Veracruz, un estado migrante que nunca antes lo fue. Y lo peor, a campos agrícolas en la frontera norte. Y a Estados Unidos, donde en 19 de las 50 entidades federativas predominan leyes racistas.
Y Veracruz, convertido en el primer lugar nacional en producción y exportación de trabajadoras sexuales.
Y ocho de cada 10 empleados y subempleados, quizá nueve, con salarios de hambre, los mismos que profetizaron la revolución según cronicara Ricardo Flores Magón en 1910.
Nadie así pudiera, digamos, mirar “el lado brillante de la vida”.
Se dice, por ejemplo, que los restaurantes están llenos y Los Portales y los antros.
Cierto, pero bastaría una vueltecita en parte de las 150 colonias proletarias de Veracruz y/o en las cien de Xalapa para que “el alma duela” como dijo el góber azul ante los cuadros de miseria y jodidez.
Ya ni se diga, por ejemplo, un recorrido de fin de semana (hasta para celebrar el cumpleaños exótico) en cualquiera de las ocho regiones indígenas de norte a sur y de este a oeste del territorio jarocho.
“Era el mejor de los tiempos (ajá), pero era el peor de los tiempos”.
3
El fin de año sirve, por lo general, para renovar la fe y la esperanza, con todo y que Albert Camus dejara claro que la esperanza es una virtud teologal, religiosa, y cuyo único significado es la resignación.
Cruzarse de brazos.
Esperar lo peor, en el fatalismo, mejor dicho, en el derrotismo puro.
“Soy pobre porque Dios así lo quiso”, ajá, mi pequeña Frida.
“Los pobres son pobres porque ellos quieren” alardeaba el priista Marcelo Montiel Montiel, secretario de Desarrollo Social del prófugo de la justicia, Javier Duarte, él mismo con una fortuna calculada por sus amigos en dos millones de dólares, a tal grado que regaló su mansión de 12 millones de pesos en Coatzacoalcos al obispo Rutilo, según, claro, claro, claro, la fama popular.
Así, deseó ganar indulgencias en el más allá…, del que nadie ha vuelto, ni siquiera, Plutarco Elías Calles y Francisco I. Madero, quienes creían en los médiums y los espíritus.
Se ignora, pues, si este fin de año habrá motivos para apapacharse que solo sea entre las familias, en corto, felices y contentas de estar juntas.
Pero con todo, el tiempo social es “para hundirse en la desesperación” como escribiera John Carlin.