Se recupera en el Hospital for Children, en Texas
Los planes que Lulú tenía para festejar los tres años de su hija Victoria era viajar a Puerto Escondido para partir un pastel con su hermana mayor Teresa y sus sobrinos, pero no puede despegarse de la habitación que desde hace tres semanas les asignaron en Shriners Hospital for Children, en Galveston, Texas, donde aún no puede abrazarla.
Las quemaduras en una tercera parte de la superficie corporal de Victoria le limitan el contacto a Lulú con su hija, apenas y puede acariciarle la carita o su mano izquierda que no se quemaron la tarde del lunes 16 de diciembre, cuando Lulú tendía un manteado del puesto de comida al que acudió a ayudar.
Cuando Lulú habla, la desconfianza y la tristeza se mezclan con sus palabras, “yo no vi el accidente para decir qué pasó”, aclara y acepta hablar de la recuperación de su única hija, a quien no ha podido abrazar desde hace tres semanas.
Shock
Recuerda que la madruga del domingo 15 de diciembre ayudó a Catalina, tía de su esposo Jorge, a montar un puesto de comida cerca del templo de la Soledad y que la tarde del lunes siguiente, mientras colocaba un manteado, la imagen de su hija desnuda, con la piel cayéndosele no se borran de su mente.
Además de culpa, Lulú tiene muchas interrogantes.
Su estancia en Galveston, Texas, al lado de su hija, le impiden hablar con las personas que pudieron ver qué pasó con Victoria, quien hoy cumple tres años en una cama de hospital de un país ajeno.
No sé si se cayó sola porque las personas que vieron no hablan ni dicen cómo ocurrió. Si fue aceite o agua caliente, no lo sé, no escuché que haya tropezado o diera un grito”, dice con dudas y a la vez enojo por todos los comentarios que han llegado a ella, donde se le juzga, como si la joven de 25 años originaria de San Bartolome Loxicha hubiera quemado a su hija a propósito.
Cuatro años atrás Lulú llegó a esta ciudad pensando que podía trabajar por más de los 400 pesos que a la semana le ofrecían en la región de la Costa, de donde es originaria.
Al poco tiempo comenzó a vivir con Jorge, padre de Victoria y cuya tía se dedica a la venta de comida.
El shock emocional que comenzó la tarde del lunes 16 de diciembre, cuando vio a su hija sin ropa no ha terminado.
“La piel se le estaba cayendo”.
Lo primero que quiso hacer Lulú fue abrazarla, pero “me sentí impotente, me dijeron que no la tocara porque podía lastimarla”.
Los servicios de auxilio llegaron, Victoria ingresó al Hospital General Doctor Aurelio Valdivieso, donde la atención que le podían dar era limitada.
Dos días después Victoria fue trasladada a Galveston por la intervención de la Fundación Michou y Mau.
“Al principio la vi muy mal, las heridas estaban frescas. Yo pensé que se me iba a morir”, pero Victoria ha demostrado que es una niña fuerte y soportado cuatro cirugías, la más reciente el martes pasado.
Recuperar la esperanza
A pesar de las mejoras, Lulú no ha podido abrazar a su hija como quisiera, solo le puede tomar la mano izquierda o acariciarle la cara, porque el 35 por ciento de su cuerpo se recupera de las quemaduras y aún siente dolor todo el tiempo.
El lapso que se mantendrán en ese hospital, ni las veces que regresarán para dar continuidad al tratamiento, lo que implica tramitar un pasaporte y una Visa que sabe, le dan sólo a las personas que tienen dinero.
“Yo acepté venir acá porque ella va a recibir mejor atención y es un lugar especial para niños quemados, me dio la esperanza de volverla a ver con vida, estar con ella y abrazarla de nuevo”, expresa aún con la incertidumbre de una mujer indígena zapoteca que nunca ha hablado el inglés.
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