➡️ Pronto regresará a su pueblo, Playa Chica, en donde, aunque de manera improvisada, con una mesa y una silla, atenderá a quienes necesiten de su ayuda.
Por: Roberto POLO | El Piñero
Tuxtepec, Oaxaca. – Trabajar, trabajar, trabajar. Para Gilda Salvador Eslava no hubo otra palabra en su vida académica que no fuera trabajar. Días y noches madurando aquel sueño que veía a lo lejos y que, gracias a su tenacidad, cumplió. Hoy es una nueva médica, egresada de la máxima casa de estudios de nuestro país, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuyo propósito en la vida es regresar a su pueblo, a Jalapa de Díaz, para salvar vidas.
Originaria de Playa Chica, comunidad del municipio de Jalapa de Díaz que no rebasa los 1 mil 500 habitantes, Gilda se convirtió en un destacado ejemplo de perseverancia que, frente a las diversas y múltiples vicisitudes, logró culminar la especialidad de medicina interna.
Nació en una familia numerosa: “Somos nueve hermanos, cinco mujeres y cuatro hombres”. Todos crecieron hablando mazateco y compartiendo la lucha por salir adelante en una tierra donde la pobreza es tan marcada como los colores de sus famosos bordados.
Gilda precisa que decidió migrar a la Ciudad de México al no poder enfrentar los retos económicos para estudiar en Tuxtepec o en Oaxaca Capital que, según refiere, son más altos que en la capital del país, lugar donde encontró el respaldo inmediato de sus familiares. “Mis hermanos estaban en la Ciudad de México, me daban donde quedarme (…) y porque aquí me muevo en metro, que es más barato”.
“Mi idea de salir de Jalapa fue por querer una carrera en la que pudiera tener un futuro, pero sobre todo beneficiar a las personas de mi comunidad”, señala.
En la UNAM “los últimos cuatro años fueron de esfuerzo, sacrificios y desafíos que parecen decirse fácil, pero que han sido un camino de lucha, crecimiento y aprendizaje constante (…) fui beneficiaria del Sistema de Becas para Estudiantes de Pueblos Indígenas y Afromexicanos (SBEIA), un programa que brinda apoyo económico a hablantes de lenguas indígenas. La beca cubría entre dos mil y dos mil quinientos pesos mensuales para ayudar con la renta, y para mantenerla era necesario tener un promedio mínimo de 8.5. Sin duda, fue un respaldo financiero importante en mi formación”.
Años atrás, Gilda cursó su educación básica en la primaria México Nuevo, una escuela indígena-bilingüe. Posteriormente, estudió en la Secundaria Técnica 47 y más tarde en el Colegio de Bachilleres de Oaxaca, plantel 28. Para poder concluir sus estudios, aprovechaba las temporadas vacacionales para viajar a la Ciudad de México, donde trabajaba y así lograba costearlos. Después Gilda Salvador Eslava, Mazateca.
Enseguida, Gilda estudió la Licenciatura en Enfermería en la FES Zaragoza, UNAM, una formación de cinco años que incluyó cuatro años de estudios y un año de servicio social en el Instituto Nacional de Nutrición Salvador Zubirán (INNSZ). Luego, continuó su preparación con la Licenciatura en Médico Cirujano en la Facultad de Medicina de la UNAM, con una duración de siete años. Finalmente, por el lapso de cuatro años, se especializó en Medicina Interna en la Secretaría de Salud de la Ciudad de México, también respaldada por la UNAM.
Después de 17 años ininterrumpidos de intenso aprendizaje y profesionalización, revela que pronto regresará a su pueblo, Playa Chica, en donde, aunque de manera improvisada, con una mesa y una silla, atenderá a quienes necesiten de su ayuda, del vasto conocimiento que adquirió para atender diversas enfermedades.
Confiesa que en repetidas ocasiones pensó en estudiar otra especialidad, como la neurocirugía, pero esto la alejaría de su cometido: ayudar a su pueblo que, en los tiempos que corren, enfrenta la aguda desatención médica, traducida en el abandono a personas víctimas de enfermedades crónico degenerativas como, por ejemplo, la diabetes y obesidad. “Pude haber estudiado otras especialidades, pero hoy las enfermedades crónico degenerativas son las principales causas de muerte en Jalapa de Díaz y quiero ayudar”.
Otro factor determinante en su decisión fue el deseo de romper la barrera del lenguaje. Gilda habla mazateco y asegura que esto le permitirá brindar una mejor atención y comunicación con sus pacientes. “Es triste que mi pueblo no pueda recibir atención médica adecuada, sobre todo porque muchas veces no los entienden debido a la barrera del lenguaje”, expresa.
“Como mujer Indígena Mazateca, sé que este logro no es solo personal. Es el reflejo de las generaciones que me anteceden, de mis raíces y de una comunidad que merece acceso a la salud y representación en el ámbito médico. He aprendido día a día, reconociendo mis límites y valorando cada experiencia y enseñanza recibida. Sé que aún me queda mucho por aprender, y nunca dejaré de hacerlo. Mi único deseo es que todo este conocimiento y esfuerzo sirvan para ayudar a quienes más lo necesiten. Este no es el final, sino el inicio de una nueva etapa”.
Aunque Jalapa de Díaz pronto contará con un hospital IMMS-Bienestar –un proyecto en el que a Gilda le gustaría sumarse–, sabe que aún falta mucho para que funcione cabalmente. Por lo pronto, cuando regrese, en próximos meses, desde su hogar y donde se le necesite, brindará atención y apoyo a su pueblo.
Gilda dejó de ser promesa para ser una realidad. Un brazo de auxilio para quienes más lo necesitan. Para atender y salvar vidas amenazadas por las enfermedades.