Redacción El Piñero
TEMASCAL, SAN MIGUEL SOYALTEPEC.– Un sol esplendoroso cayó como telón dorado sobre las aguas serenas de la presa Miguel Alemán este sábado, mientras una mujer—sí, una de esas mujeres que son institución y leyenda en un mismo cuerpo—recibía el homenaje que solo el tiempo puede merecer. La maestra María de Jesús Torres Montoro, con 80 años a cuestas y una mirada tan firme como sus ideales, fue celebrada con júbilo por quienes la han amado y aprendido de ella.
Los hijos, los nietos, las amigas de los días de aula y de los días de lucha, los compadres del pueblo, los que aún la llaman “profe” cuando la ven en el super “Dos Hermanas”, y hasta los que apenas han oído hablar de ella pero que entienden que, en Temascal, nombrarla es evocar generaciones enteras de enseñanza y dignidad.
Porque María de Jesús no solo enseñó a leer, a escribir, a sumar y a restar. Enseñó a pensar, a resistir, a creer en la palabra como arma y escudo. “Ella no es solo mi tía, es una maestra de vida”, dijo su sobrino Roberto Hernández Torres, mientras el aire soplaba con esa brisa suave que solo en la Cuenca del Papaloapan sabe contar historias.
Ataviada con un vestido blanco floreado y una sonrisa que parecía iluminar más que el sol de las tres de la tarde, la maestra sopló sus ochenta velas. No con fuerza, sino con esa elegancia que tienen los seres humanos que han vivido de frente, sin esconderse ni un solo día.
Y así, entre comida, música de viento, abrazos interminables y la mirada de la presa reflejando el paso del tiempo, se selló el testimonio de una vida. La vida de una mujer que educó, que amó y que sigue, con energía inquebrantable, sembrando raíces profundas en el corazón de su pueblo.
Porque hay cumpleaños y hay homenajes. Pero cuando cumple años una maestra como María de Jesús Torres Montoro, el pueblo entero se levanta a decir: gracias.