Luis Velázquez
Uno. Ocho libros de Ricardo Ravelo
Todos los días, de ocho de la mañana a las 13 horas, 14 horas quizá, el reportero y escritor Ricardo Ravelo Galo teclea en su computadora su libro número ocho.
Será, mejor dicho es, pues ya lleva tres capítulos, sobre los narco-gobernadores.
Por lo pronto, tiene contemplados dos tomos, pero la realidad, más interesante y rica que la ficción, da para mucho más, como el caso de los diecisiete ex mandatarios acusados de ligas con la delincuencia organizada y lavado de dinero, unos, presos (Javier Duarte, entre ellos), otros indiciados, y otros más, prófugos de la justicia.
En el primer tomo incluirá, hasta donde se sabe si se sabe bien, las vidas de Javier Duarte (Veracruz), Roberto Borge Angulo (Quintana Roo) y Tomás Yarrington y Eugenio Flores Hernández (Tamaulipas).
Luego de escribir, y para reposar, Ravelo toca el piano para él y para su único interlocutor, su perro, su mascota, pues es un animalista de primera.
Tarea titánica la suya. Y más, porque alrededor del cuarteto de políticos acusados de pillos y aliados de los carteles y cartelitos (en todo caso, al servicio de los capos) se ha dicho todo.
Bastaría referir que con el archivo periodístico podrían integrarse varios libros, más que de una alucinante historia ficcional, de la realidad estrujante.
Además, de los libros ya publicados en la materia, entre ellos, y en el caso de Veracruz, “El sexenio fatídico”, del corresponsal de Proceso, Noé Zavaleta Vázquez.
Pero el sistema de trabajo reporteril de Ravelo para escribir sus libros tiene un plus fuera de serie.
Su red de enlaces y contactos en las altas esferas del poder político y penitenciario le permiten conseguir los archivos oficiales, los expedientes secretos, incluso, y en donde suele reportear página por página, foja por foja como le llaman los técnicos.
Es una vieja, antigua, fascinante práctica aprendida en su tiempo como reportero de Proceso (más de veinte años) y que desde hace un ratito le sirven para escribir sus libros con la más profundidad rigurosidad.
Dos. La aventura empresarial
Durante un tiempecito, Ravelo publicó en el periódico “El Universal”, pero (ni hablar, la vida de un reportero es así), decidió separarse.
Luego, ha venido publicando una columna, que más bien parece reportaje de altos vuelos y largo alcance, en el portal “Sin embargo”, donde, por cierto, alterna con otro ex reportero de Proceso, el maestro Francisco Ortiz Pinchetti, el más grande cronista del siglo XX.
Ahora, y por lo pronto, está encerrado tecleando su octavo libro, algunos de los cuales fueron, y son, un éxito editorial, pues su capacidad investigadora llega a tanto que describe paso a paso, minuto a minuto, entre otros, los operativos donde las fuerzas federales han detenido a los capos.
Su plus está en la fuerza de su palabra y su narrativa. Pero también, en la rigurosidad informativa, como si él mismo hubiera sido testigo de los hechos. Mejor dicho, el autor de la estrategia planeada al detalle en el mapa.
Hace muchos años, quizá más de dos décadas, dejó la paz provinciana para lanzarse a las grandes ligas del periodismo en la Ciudad de México.
Y de reportero mudó a escritor, como ha sido el paso histórico de muchos trabajadores de la información.
Incluso, ha lanzado un par de aventuras editoriales con revistas, pero su vocación está trazada, inapelable: es más, mucho más escritor que empresario, y lo más importante es aprovechar en toda su magnitud el talento personal, cada quien en lo suyo.
Su amistad, honra y privilegia.
Tres. El maestro de Ravelo
En ningún momento la narrativa literaria de Ravelo “es flor de un día”, creyendo que una golondrina solitaria anuncia el verano.
Ha publicado siete libros y va por el octavo, a diferencia de otros más que sólo quedan en el primero o en el segundo.
Quizá fue su ejemplo universal, además de los escritores que ha leído desde la escuela primaria o secundaria, fue el profesor Octaviano Corro, de Cosamaloapan, en el corazón de la Cuenca del Papaloapan, quien llegó a publicar unos veinte libros entre textos periodísticos, cuentos y novelas.
Además, fue director fundador del periódico “Progreso”, editado por el ingenio San Cristóbal, de Carlos A. Carrillo, cuando era el más grande del mundo por haber molido más de dos millones de toneladas en una zafra.
De ser así, sólo le faltaría aterrizar en París, donde el maestro Octaviano Corro también anduvo como corresponsal viajero durante varios años y desde allí caminó a otras latitudes europeas.
Por fortuna, nunca Ravelo se detuvo en otro profesor, Gustavo Arróniz Zamudio, el hedonista número uno del Papaloapan, quien le impartía, oh sorpresas cardiacas de la vida, las materias de Filosofía, Ética y Moral, háganos favor.
Antes de fin de año leeremos el libro de Ricardo Ravelo sobre los narcogobernadores y será razón de sobra para admirarle mucho más.