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Oscuro país de la muerte, demasiada saña y horror; la barbarie jarocha

El Piñero

Barandal

Luis Velázquez

Veracruz.- ESCALERAS: Veracruz está convertido en “el oscuro país de la muerte” (Isaías 8).
Antonio Rodríguez, asesor jurídico del comité municipal del DIF en Coatzacoalcos, fue secuestrado, asesinado y tirado su cadáver en el fraccionamiento El Tesoro (¡vaya tesoro!).
La estudiante de la Universidad Veracruzana, Lourdes Patricia Herrera Martínez, de la carrera “Gestión Empresarial”, secuestrada por unos malandros del bar de Minatitlán, “La tecolota”, de 24 años de edad, fue decapitada y su cabeza arrojada en la carretera Cosoleacaque-Jáltipan, en tanto el resto del cuerpo sin ubicarse, quizá como una estrategia para multiplicar el horror, el terror y el miedo.
Y al mismo tiempo, y como en el duartazgo, fue asesinada en dos ocasiones, pues en el espacio mediático filtraron que era familiar de Hernán Martínez Zavaleta, El comandante “H”, en tanto el padre de la chica lo desmintiera.
Y más, claro, por el narcomensaje con graves y peores ofensas.
Una semana y media ha transcurrido sin conocerse el paradero de una señora en San Andrés Tuxtla, miembro de una prominente familia de empresarios.
Días anteriores, el secuestro de un nieto de Jorge Wade, el líder petrolero de la sección 10 de Minatitlán, amigo, muy amigo, dicen, de Carlos Romero Deschamps, el dirigente nacional del gremio.
Los cuatro niños y sus padres asesinados “con saña, alevosía, ventaja y premeditación”, la barbarie total y absoluta, en una colonia de Coatzacoalcos, y en donde de igual manera como en el duartazgo, el mismito gobernador azul aseguró, sin tener pruebas (que todavía no ha presentado hasta el día de hoy) que el padre de familia era un sicario y el día anterior (¡vaya sorpresa, vaya paradoja!) había asesinado a un civil.
En Boca del Río, los diez cadáveres tirados en una colonia popular.
En la ruta Amatlán y Córdoba, las tres edecanes secuestradas, desaparecidas, asesinadas y tiradas en la vía pública.
En Tantoyuca, el niño y su maestra asesinados.
Tales son, entre otras, las escenas apocalípticas del tsunami de la violencia… que ninguna autoridad, estatal ni federal, ha detenido.
La población civil sigue viviendo y padeciendo “la noche de los cuchillos largos”, “la noche de san Bartolomé”, “la noche de los cristales rotos”, mientras el gobernador y su fiscal, y su secretario de Seguridad Pública, continúan enfrascados en tórridas peleas mediáticas con el pasado régimen, al que culpan de todo lo que ellos en casi ocho meses han sido incapaces de resolver.
En el expediente negro del mal (“oscuro país de la muerte”), la Universidad de Columbia dedica el premio Moors Cabot de este años a los periodistas asesinados en México, y entre los cuales figuran los veintiuno (19 con Javier Duarte y dos con Miguel Ángel Yunes Linares, Ricardo Monlui Cabrera en Yanga y el hondureño Edwin Rivera en Acayucan).
Pero…
Pero de igual manera, la Universidad de Columbia mira como un vaso comunicante la inseguridad y la impunidad, hermanitas gemelas.
El pendiente de justicia se agrava y cae como un fardo sobre el gobierno azul, a cuya Fiscalía corresponde combatir con hechos y resultados la impunidad que, cierto, dejará el ex góber tuitero, sujeto a un proceso penal, pero al mismo tiempo (ni hablar, la llamada institucionalidad) incide y repercute.
Casi todos los días, reporta la secretaría de Gobernación del presidenciable Miguel Ángel Osorio Chong, asesinatos en Veracruz.
Más extorsiones.
Más secuestros.
Más feminicidios, como el penúltimo, con la chica de Minatitlán, a la que, oh paradoja, satanizaran antes, mucho antes de un dictamen, asegurando que era familiar del “H”, el jefe de la narcoplaza de Coatzacoalcos que tenía de socios, aliados y cómplices, a un Fiscal de la yunicidad (ya renunciado) y a varios empresarios, entre ellos, gente ligada a Fidel Herrera Beltrán cuando estaba “en la plenitud del pinche poder”.
Por desgracia, todos hemos olvidado que “el oscuro país de la muerte” fue, sexenios atrás, un paraíso en que, y como decía Rafael Hernández Ochoa, 1974/1980, nadie moría de hambre, porque en el desayuno salías al jardín y/o cortabas en la maceta colgada de la ventana unas hortalizas, y en la comida te ibas al Golfo de México o al río más cercano a cazar peces y en la noche sacudías la plantita de plátanos para cenar unos platanitos fritos y asados.

BANDARILLA: El secretario de Seguridad Pública, SPP, compareció en el Congreso, donde igual que José López Portillo en su tiempo, casi llora diciendo que “me voy a morir cuando Dios quiera”, como si Dios estuviera tan ocupado de él por encima de los siete mil quinientos 36 millones de habitantes en el mundo.
Una vez más, como desde hace más de una década, aproximadamente, el góber azul, Jaime Téllez ventiló que Veracruz “es el oscuro país de la muerte” por culpa de Javier Duarte y Fidel Herrera Beltrán, a quien un cartel, dijo, financió en su campaña de candidato priista a gobernador con doce millones de dólares, sin que al momento, Miguel Ángel Yunes Linares ni tampoco el titular de la SSP interpusieran una denuncia penal en la Procuraduría General de la República, PGR.
Entonces, y antes de advertir que nunca, jamás, “me voy a replegar” a los malandros, los malandros que casi ocho meses después continúan adueñados del día y de la noche en Veracruz, los malandros que siguen haciendo y deshaciendo como en su casa en la gran casa jarocha, los malandros que matan niños y mujeres y nada pasa (como nada pasaba en el duartazgo), el titular de la SPP repitió el mismo estribillo (Duarte, el único y gran culpable) de todos conocido y que en vez de generar simpatía y provocar indignación… ya choca y fastidia.
Y de igual modo, harta.
Y harta porque, como dijo Edmundo Valadés, “la muerte tiene permiso” en Veracruz.
Y como escribió Tito Monterroso, “al despertar el dinosaurio sigue” aquí.
Y como exclamí el poeta Javier Sicilia, “¡estamos hasta la madre!”.
Y como intituló el escritor Julio “Astilleros” Hernández a su último libro, estamos “Enca/brona/dos”.
Simple y llanamente, siete meses y 24 días después, nada se gana con seguir inculpando a Duarte de todos los males de la caja de Pandora que flagelan a Veracruz, desde las arcas saqueadas hasta la inseguridad y la impunidad.
Y, claro, el Yunes azul se ha convertido con los ocho duartistas que lleva encarcelados, en el gobernador icónico del país pues ninguno otro (Nuevo León, Tamaulipas, Chihuahua, Sonora, Quintana Roo y Tabasco, con fama pública de trastupijes) tiene a tantos políticos en el penal de Pacho Viejo.
Pero en contraparte, lo más terrible, el territorio jarocho sigue como “el oscuro país de la muerte”.

CASCAJO: El titular de la SPP (“El fantomas” le llamaban en el Chirinismo, peleador callejero, fajador de cantina, divo, inalcanzable, aparatoso) fue al Congreso (se fue a la yugular de un trío de diputados locales) y recitó su letanía.
Que Arturo Bermúdez y Javier Duarte desaparecieron recursos del Fondo de Aportaciones para la Seguridad Pública. Que dejaron adeudo de 1,500 millones de pesos a proveedores. Que las patrullas son chatarra. Que había desabasto de combustible. Que el parque vehicular estaba inservible. Que las patrullas no contaban con seguros contra daños. Que las torres de transmisión estaban desmanteladas. Que los presos de los penales se alimentaban con la gracia de Dios. Que había número intolerable de “aviadores”.
Y que, oh sorpresas que da la vida, su personal policiaco “tiene mucha voluntad y mucho corazón” para seguir combatiendo a los malandros y a los delincuentes comunes.
La letanía, por vieja y repetitiva, ha perdido credibilidad, porque en todo caso por esa misma razón, y otras más, Bermúdez Zurita está preso en el penal de Pacho Viejo y ya se verá si la Fiscalía lo condena.
Claro, la yunicidad dirá que en el relato bíblico Jesucristo ofreció “justicia para los débiles” (Isaías 8) y ni siquiera, vaya, ha existido para sus paisanos de Jerusalén ni para todo el Medio Oriente ni para la Tierra Santa ni para los palestinos.
Menos, entonces, en Veracruz.
La duda sería, en todo caso, si estar repitiendo la misma letanía les dará a los señores panistas para ganar las cinco elecciones del año entrante, la más importante, la gubernatura de seis años.
Casi ocho meses después hay un desgaste lógico y normal cuando los días y las noches el Periscope y el Facebook Live se rellenan del mismo discurso, “lavándose las manos”, como Poncio Pilatos, del “oscuro país de la muerte” en que Veracruz está sumido, atrapado y sin salida.
Y como dice el politólogo Ramón Benítez, así se ha ido un cuarto del bienio.

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