Barandal
Luis Velázquez
veracruz.- ESCALERAS: “Ni modo, como decía Agustín Acosta Lagunes, la violencia es inevitable”. Y por eso mismo, más otras cositas, otro feminicidio en Veracruz.
Un hombre infiel mató a su esposa en Minatitlán. Y cuatro niños de 9 meses, 2, 4 y 8 años, en la orfandad.
Se cumple así, digamos, la profecía nacional, repetida por el secretario de Seguridad Pública, de que el mayor número de feminicidios se debe, ajá, a la violencia intrafamiliar.
En el mes de abril, Veracruz ocupó el primer lugar nacional en feminicidios, pero por otras razones.
El asesinato de Hortencia Balcázar Reyes, cometido por su ex pareja, Gabriel Hernández González, vecinos del pueblo “El valedor”, entra, sin embargo, en la lista negra del machismo.
Durante unos diez años ellos vivieron sin sobresaltos, pero entonces, el marido encontró un nuevo amor y la vida se volvió un infierno.
Una vez, cuenta el cronista Ignacio Carvajal, intentó quemarla en su casa y aparentar un accidente para de un trancazo quitarla de en medio y vivir a plenitud con la amante.
Hortencia tocó las puertas del DIF de Minatitlán y nunca la escucharon.
Deseaba huir de la violencia.
El viernes 20, día del sepelio, las mujeres (tías, hermanas y amigas) cargaron el féretro de su casa al cementerio en vez de los hombres como es tradicional en los pueblos.
Y el colmo, nunca el sacerdote llegó para las bendiciones.
Entonces, las mujeres rezaron.
Un feminicidio más “en la noche tibia y callada” de Agustín Lara.
El Observatorio de Violencia Contra las Mujeres de la Universidad Veracruzana lo resume así:
De los meses de enero a junio del año que corre, cincuenta y ocho (58) feminicidios.
La historia de la yunicidad está escrita:
En tiempo y forma trascenderá, entre otras cositas, como el periodo constitucional donde las mujeres fueron criminalizadas.
PASAMANOS: Hortencia cuidaba los animalitos del corral. El esposo, en el campo y la ganadería.
Un día, Gabriel, el marido, cambió en el trato.
La insultaba y golpeaba.
Se volvió agresivo e intolerante.
Se alteraba y le aplicaba toques eléctricos.
La intimidaba con una pistola.
Un día, le contó de una amante.
Y el jueves 19, cuando tenía a su bebé de 9 meses en los brazos, Gabriel tomó el arma y le disparó.
Días antes, Hortencia y una prima fueron a la cabecera municipal, Minatitlán, donde el presidente municipal es de MORENA, Nicolás Reyes.
Pidieron ayuda.
Y un funcionario les dijo, en nombre de la república amorosa y en nombre de la paz, el perdón y la amnistía, y en nombre de Benito Juárez y Francisco Ignacio Madero, que regresara a su pueblo y que conciliara con el golpeador.
De nada, entonces, valió que Hortencia les mostrara en su celular fotos de lesiones y golpes que el marido le causara.
Días después, Gabriel la mató.
Muy macho.
Muy fregón.
CORREDORES: Hortensia Balcázar Reyes tenía 16 años cuando casó con Gabriel Hernández.
Y se fueron a vivir en un pueblo “entre pantanos, marismas, maizales, ríos y caminos polvorientos” (Ignacio Carvajal García), y en donde “sólo se sale en moto, caballo o transporte colectivo”.
Y en donde, insólito, las familias viven aisladas.
Una casita aquí, y otra allá, como en las regiones indígenas de Veracruz y del país.
Muchos años después, diez, Gabriel tenía una amante y en aquella naturaleza fiera, la había embarazado.
Y la vida se volvió un infierno y que ya era, pues en el triángulo amoroso, la amante “insultaba y gritaba de cosas” a Hortencia, y entre otras cositas, le decía que le apostaba a que se quedaría con Gabriel.
Y la profecía se cumplió. Gabriel la mató… para vivir su nueva relación, pero luego del asesinato, huyó y es un prófugo de la justicia.
La amante embarazada enfrentará, ni modo, vientos huracanados.
Y esperando un hijo.
RODAPIÉ: En Veracruz siguen matando a las mujeres.
Las han asesinado a puñaladas, asfixiadas, ahorcadas, a tiros, a pedradas y a madrazo limpio.
Las han secuestrado y desaparecido y ultrajado y ejecutado y tirados sus cadáveres en la vía pública y a la orilla del camino en medio de matorrales.
Han muerto en fuego cruzado entre malandros y policías estatales y el argumento ha sido que eran narcas, una de ellas, amante del jefe de una narco/plaza, en Río Blanco.
Y, bueno, con todo y las cumbres semanales para reorientar la estrategia de seguridad pública, de cualquier forma, “la muerte (de mujeres) sigue teniendo permiso”.
Y si es tal significa que la estrategia ha fallado.
O en todo caso, que las pasiones desaforadas son avasallantes, indetenibles, y el principio de Peter ha rebasado por completo a la yunicidad.
Y cuando faltan cuatro meses y una semana para el fin del bienio azul nada indica que la tendencia feminicida sea revertida.
Quedará, entonces, como una página negra, sórdida y siniestra para el nuevo gobierno.
Y más cuando seis de cada 10 personas son mujeres en Veracruz.
Y más cuando Veracruz ocupa uno de los primeros lugares nacionales con niños huérfanos.
Hace muchos gobiernos, Veracruz dejó de significar el paraíso terrenal y continuamos atrapados y sin salida en el peor infierno.
Ningún pendiente social está encima de la seguridad, la paz y la tranquilidad en el diario vivir.
Peor aún:
La tragedia en Minatitlán tiene raíces profundas en la marginación social (“El Valedor”, un pueblo en medio de pantanos) y en la educación, en un Veracruz donde hay 600 mil analfabetas de 14 años de edad en adelante y en donde un millón de paisanos tiene inconclusa la escuela primaria y otro millón la secundaria incompleta y 600 mil personas el bachillerato a medias.
El túnel social de Veracruz es largo y extenso y ninguna lucecita alumbra la adversidad… por más y más que nos pinten una república amorosa.
Los feminicidios seguirán fuera de control.