Luis Velázquez | Barandal
05 de junio de 2021
ESCALERAS: Atrás de Paquita la del barrio existe una historia de traiciones.
Por ejemplo, la traicionó su primera pareja, quien nunca le confesó que era casado y procrearon dos hijos.
La traicionó su hermana Viola.
La traiciono una amiga de Alto Lucero.
Además, el desdén con que fue tratada por los dueños de restaurantes y empresarios musicales en la Ciudad de México que porque estaba excedida de peso.
Incluso, la miraban de arriba para abajo y la trataban con menosprecio. “Estás gorda. Vete a tu casa. Rebaja treinta kilos. Y vuelves para un casting”.
PASAMANOS: Ella, sin embargo, luchona que era, siguió pa’lante, fiel y leal a su vocación artística, segura de su talento.
Nunca, pues, se sintió menos porque estaba gordita. Incluso, convencida quedó de que su condición física era así, igual, digamos, que la del abuelo.
Y continuó tocando puertas en la Ciudad de México, y lo más indicativo y significativo, sin una madrina ni un padrino, sin nadie que le abriera las puertas.
Todavía más: aceptando trabajos adicionales en uno que otro restaurante donde le permitían cantar como, por ejemplo, desde refregar pisos hasta cocinar cuando las cocineras se quitaban el delantal y migraban hartas de la explotación obrera.
CORREDORES: Su primer amor fue un burócrata que llegó al pueblo como tesorero municipal. Y la cortejó y cortejó hasta quedar prendada.
Vivieron juntos en las goteras de Alto Lucero, casi casi en despoblado, y le prohibía salir de casa.
Claro, era casado y con hijos, y se lo ocultaba. Nunca le dijo la verdad.
Entonces, llegaron unos gemelos y cuando tenían uno o dos años, de pronto, se apareció la esposa del tesorero y se armó el desastre.
El funcionario se echó para atrás con ella y Paquita quedó a la deriva económica y social con el par de chilpayates.
BALCONES: Pero nunca se doblegó ni arrodilló. Y es cuando con su hermana menor, Viola, toman camino a la Ciudad de México para buscar la vida y mejores oportunidades como cantantes.
Por fortuna, una tía y los abuelos se quedaron al frente de los hijos y ellas dos a empujar la carreta y patear la pelota en aquel México de los años 60, 70, como siempre, tan competido en todas las áreas laborales de la vida.
Y tan machista.
PASILLOS: Fue y es una mujer luchona. Hija, como se afirmaba en el siglo pasado, “de la cultura del esfuerzo”. “Agarrándose a trompadas con la vida” como decía de sí mismo el escritor Ricardo Garibay, el gran cronista en el Excélsior de don Julio Scherer García.
Muchos años después, con su restaurante, unos inspectores de una delegación en la Ciudad de México donde el titular era (el senador) Ricardo Monreal, le cerraron el changarro, pues querían un embute.
“Que siga cerrado” ordenó Paquita la del barrio al contador.
Luego, Monreal aceptaría reabrir, pero “siempre y cuando Paquita fuera a su oficina” según cuenta el mediador, Héctor Yunes Landa.
VENTANAS: Su vida es transmitida en la televisión. Incluso, están repitiendo la serie y pronto estará en las Plataformas Tecnológicas.
Por ahora, es la jarocha más destacada en el país.
Además, y aun cuando no era compositora nata, siempre andaba con un cuadernillo escolar anotando pensamientos y sentimientos, hechos de la vida cotidiana, sucesos insólitos y estelares, y que luego le servían para apuntalar con su compositor nuevas canciones.
Su vida, pues, transfigurada en canciones y que tanto han pegado en el corazón social porque al mismo tiempo retratan las historias de miles de personas.