Luis Velázquez
11 de abril de 2018
UNO. El Partido Abstencionista
En la fonda del mercado popular, una señora de unos 60 años dice a la otra:
“Esta semana nada quise saber de los candidatos presidenciales. Ni leí ni escuché noticias sobre ellos en el periódico y en la tele”.
La señora le responde:
“La gente nada quiere saber ya del PRI”.
Y la primera señora le precisa:
“En poco tiempo, el PAN desencantó”.
La segunda señora dice:
“Me da mucho tiempo si gana AMLO”.
Dice la primera señora:
“A mí también”.
Semanas antes, en un grupo de unas diez señoras en la manualidad que ahora se concentran en un café de la ciudad que les permite estar sentadas deshoras, una señora pregunta a las otras nueve:
–¿Por quién votarán?
Todas, al unísono, en un solo frente común, levantan el coro:
“Por todos, menos por el PRI”.
–¿Votarán, entonces, por el PAN?
–Lo estamos pensando.
–¿Y por AMLO?
–También lo seguimos pensando.
Es el realismo trágico. La gran verdad. Las cinco elecciones en Veracruz (diputados locales y federales, senadores, gobernador y presidente de la república) poco, limitado, escaso interés siembran en la población.
Hay tareas superiores, entre otros, llevar el itacate y la torta a casa.
Por eso, el gran Partido Abstencionista sigue imperando.
Además, 6 de cada 10 ciudadanos con credencial de elector, todavía con el voto indeciso.
Simple y llanamente, ningún partido político, ningún candidato los convence.
Grave, gravísimo, con tanta propaganda en los medios que lleva, entre otras cositas, a cambiar de página y a cambiar de canal.
DOS. El Partido de los Ateos Cívicos
El politólogo Carlos Ronzón Verónica dice que el abstencionismo es un acto de fe.
Incluso, dice que los abstencionistas pertenecen al gran partido de los ateos, pues si llegaron a tal estadio cívico se debe a que terminaron dudando de todos, escépticos, mejor dicho, agnósticos.
No creen en los partidos. No creen en los candidatos. No creen en las promesas de un mundo mejor. No creen que cada nueva generación de políticos en el poder creará empleos y mejorará la calidad educativa, de salud y de seguridad y que con ellos los pobres y los jodidos dejarán de serlo.
Se volvieron unos ateos cívicos.
Los datos oficiales lo consignan:
A: En la última elección, seis de cada 10 ciudadanos se abstuvieron de votar.
B: Seis de cada 10 ciudadanos en Veracruz están en la miseria y la pobreza. De 8 millones y cacho de habitantes, 6 millones y cacho en la jodidez.
C: Un millón de paisanos en Estados Unidos como migrantes.
D: Las remesas, el sostén de la economía local, por encima, lejos de los ingresos derivados de la caña de azúcar, el café y los cítricos.
E: Veracruz, campeón nacional, invicto, en la producción y exportación de trabajadoras sexuales.
F: Uno de cada tres habitantes de Veracruz sobreviviendo del ingreso precario del changarro en la vía pública.
G: Veracruz, en el sótano de la calidad educativa, en tanto las universidades convertidas en “fábricas de desempleados”.
H: De 4 carteles adueñados de Veracruz en el sexenio anterior, siete ahora en la yunicidad.
I: “Todos los días hay ejecuciones” han dicho desde la homilía el arzobispo Hipólito Reyes Larios y el obispo de Córdoba, Eduardo Patiño Leal.
Etcétera.
Y en tales circunstancias significa una tarea titánica, desgastadora, improductiva incluso, que el INE y el OPLE convenzan a la población de sufragar en las urnas.
Para qué si todo (la pobreza y la miseria, el desempleo y los salarios hambre, entre otras cositas) siguen igual.
Y en contraparte, en cada nuevo sexenio y cuatrienio (alcaldes) nuevos ricos, nuevas fortunas.
Y lo peor entre lo peor, la impunidad.
TRES. Oportunidades perdidas
El PRI ya tuvo su oportunidad y fracasó.
El PAN estuvo doce años en Los Pinos y fracasó.
Incluso, dejó 150 mil muertos con Felipe Calderón Hinojosa.
El PRI regresó a Los Pinos y Enrique Peña Nieto lleva 120 mil muertos.
Y AMLO podrá tener veladoras prendidas a Benito Juárez, Francisco Ignacio Madero y Lázaro Cárdenas porque desea parecerse a ellos como presidente de la república, pero terminaría pareciéndose a Venustiano Carranza, “el viejo no roba, pero cómo deja robar”, decían los carrancistas.
AMLO será, digamos, el mesías tropical, pero la gente a su alrededor deja mucho, demasiado que pensar.
CUATRO. La población está demasiada enojada
La gente, el ciudadano común que todos los días vive con sencillez, está enojada. Molesta. Irritada. Enconada. Encabritada.
El grueso de la población sigue igual de jodido, y en contraparte, nada ha causado más dañó en la moral cívica que la corrupción de los políticos.
Bastaría recordar que México ocupa el primer lugar mundial en corrupción de los políticos y los funcionarios, llamados a sí mismo “servidores públicos”, ¡vaya farsantes!
“Yo robé poquito porque poquito había” decía Layín, el presidente municipal de San Blas, Nayarit, ¡vaya cínico!
Y es que además de la corrupción, los políticos se han vuelto unos cínicos. Mejor dicho, se volvieron obscenamente cínicos, pues se creen merecedores de, y en nombre de la impunidad, suelen pitorrearse de la población, casos Érick Lagos, Jorge Carvallo, Adolfo Mota, Alberto Silva, Édgar Spinoso, Vicente Benítez, Juan Manuel del Castillo y Gabriel Deantes Ramos, entre otros.
El colmo: Pepe Mancha, presidente del CDE del PAN, impuso a su esposita de candidata pluri (sin hacer campaña, sin gastar un solo centavo y sin exponerse a la derrota en las urnas) a diputada local.
Y la presidente municipal de Córdoba, la panista Leticia López Landero, ex diputada federal, impuso a su hijita de candidata a diputada local.
Por eso, el grueso de la población está encabritada.