Luis Velázquez/ Escenarios
Veracruz.-12 de diciembre de 2017
Uno. Manchas en el corazón social
Los días y las noches van dejando manchas en el corazón social de Veracruz. Y también, claroscuros.
El contraste entre las horas huracanadas y la vida pública y cuyo retrato apresurado son los siguientes hechos.
Jueves 7 de diciembre
Es la noche en Coatzacoalcos. En un lavado de autos, “El güero”, calle General Anaya y Gloria Corrales, colonia Esperanza Azcón (de tan mala fama en la numeralia de la muerte), de pronto, se aparea una camioneta.
Encapuchados. Portando armas. Y disparan, así nomás. Digamos, como la famosa orden de Porfirio al gobernador Luis Mier y Terán: “¡Mátalos en caliente y luego averiguamos!”
Cinco muertos en total. Diez, el mismo día, y en los municipios de Río Blanco (un profesor, la víctima), Córdoba (un cuerpo descuartizado), Xalapa (un mesero ejecutado), Atoyac (el hijo de un profesor jubilado), Cosoleacaque (dos osamentas).
Uno de ellos, un taxista. Uno más en la larga lista de la muerte sórdida de los trabajadores del volante.
Fue el mismo día cuando, paradojas irónicas de la vida, en Catemaco fue detenido un tipo por zoofilia o abuso sexual… de una yegua.
El hombre, 67 años de edad. El hecho, el 4 de diciembre. El juez con sede en San Andrés Tuxtla interpretó de la siguiente manera la procuración de la justicia:
El cuate quedaba en libertad bajo fianza y le prohibían “acercarse al lugar de residencia de la víctima”.
Ripley, en el siglo XXI, en Los Tuxtlas.
Con todo, que nadie se alebreste.
En la semana que terminó, en Temixco, Morelos, trascendió que unos policías cometieron una matanza en el pueblo, y en Otates, la sierra de Durango, unos marinos fueron acusados de torturar y asesinar a tres jóvenes.
De consuelo un yunista lo diría así:
Aquí, estamos mal. Pero en el resto del país, peor.
Jueves 7 de diciembre
Ahora, corazones y neuronas sangrientas, coléricas, rencorosas, perturbadas, enfermas… van por los indigentes.
El 28 de noviembre, en Minatitlán, la ciudad petrolera por excelencia, un indigente fue asesinado.
Dormía en el mercado municipal y en medio de la noche, la ciudad desierta en las calles, lo mataron.
Y el jueves 7, otro indigente fue asesinado. En Isla, la ciudad piñera. Le rociaron gasolina y aventaron un cerillo.
“Una mano está meciendo la cuna” jarocha.
Primero, niños asesinados. Al mismo tiempo, mujeres. Ahora, pordioseros.
Anuncio para documentar el optimismo:
La Comisión Nacional de Vivienda, CONAVI, reporta que el estado de Veracruz lideró de los meses de enero a agosto del año que corre la venta de casas habitación en el país.
En Veracruz, 9 mil 42 casas vendidas. En el estado de México, con todo y su cercanía a la Ciudad de México, 8 mil 313. Durango, 4 mil 239. Colima, dos mil 842.
La Chiapas del gobernador verde, Manuel Velasco Coello, en el sótano, con la mayor caída en el periodo.
Jueves 7 de diciembre
La embajadora de Estados Unidos, mejor dicho, de Donald Trump, en México, Roberta Jacobson, pone “el índice en la llaga purulenta” que dice el clásico.
Hemos de levantar la voz, advierte, ante los crímenes impunes de reporteros.
En el duartazgo, 19 reporteros y fotógrafos asesinados. Todos, en la impunidad.
En la yunacidad, el año terminaría con tres crímenes.
Ricardo Monlui Cabrera, el 19 de marzo, en Yanga.
Edwin Rivera Paz, camarógrafo hondureño, el 9 de julio, en Acayucan.
Y Cándido Ríos Vázquez, el 22 de agosto, en Juan Díaz Covarrubias.
Por desgracia, de nada ha servido que todos los días, La Jornada México publique en la contraportada las fotos de sus corresponsales, Miroslava Breach y Javier Valdés, asesinados en Chihuahua y Sinaloa, detallando los días que van en la impunidad absoluta.
En Veracruz, ya nadie se acuerda de la muerte de trabajadores de la información, y se la pasan en cursitos, digamos, de capacitación, pagando más de veinte mil pesos por cada tallercito de ocho horas, cuando según la Ley Federa de Trabajo corresponde al patrón capacitar a los empleados.
Miércoles 6 de diciembre.
Iván López Contreras, el Contralor de Javier Duarte durante los primeros tres años del sexenio fatídico, soñaba con la titularidad de la Auditoría Superior de la Federación, ASF.
Entonces, con sus apologistas mediáticos quiso lavar su nombre. Fracasó, claro, porque en el Congreso de la Unión lo desnudaron.
Pero…, mientras, fue lacónico en Veracruz:
“No tengo procesos legales en mi contra ni he sido sentenciado por ninguna de las aclaraciones que me han solicitado”.
Más aún: “se lavó las manos” y juró y perjuró que fue el primero (octubre de 2015) en denunciar irregularidades en 620 empresas fantasmas que ofertaban bienes y servicios.
Se equivocó.
En el primer trimestre del año 2014, Juan Manuel Portal, el auditor implacable de la ASF, presentó las primeras denuncias penales en contra de Duarte y sus compinches en la Procuraduría General de la República, PGR.
Bien lo advierte el proverbio popular:
El cargo público dura unos años, pero el descrédito permanece el resto de la vida.