Luis Velázquez/ Escenarios
Veracruz.-1 Vive el periodismo días peores. Lo mismo en Estados Unidos que en los países africanos y árabes con el Estado Islámico. Y lo mismo que en México.
Y en todos los casos, la libertad de prensa (que es de lo medios) y la libertad de expresión (que es de los ciudadanos) en riesgo. Cada gobernante llega al trono imperial y faraónico y se cree dueño de las garantías constitucionales.
Yo, suelen decir, respetaré la libertad.
Pero la libertad es un derecho natural que en ningún momento es propiedad de una elite política.
En el mundo árabe, por ejemplo, los yihadistas decapitan a reporteros y les cortan la cabeza ante una cámara de televisión filmando el video que luego lo envían a las televisoras bajo advertencia de un bombazo si lo dejan de transmitir.
Además, de que suelen encarcelar a los enviados especiales, digamos, incómodos para ellos.
En Nuevo León, el gobernador demócrata e independiente, el paladín de la ley y la justicia, Jaime Rodríguez, “El bronco”, ha acuñado de manera feroz una súper ultra contra ley mordaza.
Su regla es la siguiente:
“Si quieren información mía… deben dar a conocer sus fuentes.
“Y si no las dan a conocer, ni me pregunten.
Y como ustedes tienen filtradores (de noticias), pregúnteles a ellos”.
Todavía, de ñapa, advirtió lo siguiente:
“Si ustedes no me dicen la fuente (informativa) yo no les daré respuesta de nada… hasta que no me digan quién se los dijo.
Y voy a pedir a los diputados que hagan una ley para que los medios den a conocer quién les filtra los datos” (La Jornada, Érick Muñiz, 9 de febrero).
He ahí la otra cara del gobernador demócrata, a quien Gerardo Buganza Salmerón declaró su héroe civil cuando se declarara candidato independiente al trono imperial y faraónico de Veracruz.
Todavía, y para los anales del periodismo en el siglo XXI, “El bronco” dijo:
“Hoy es un día que decidí atender a la prensa. Pero tengo el derecho de no nacerlo. De no decirles nada”.
Por eso 87 reporteros de Veracruz levantaron la voz ante la ley mordaza del Fiscal, famoso en las redes sociales por sus selfies y calcetines multicolores.
Por cierto, el Fiscal citó al corresponsal de Proceso, Noé Zavaleta, en su oficina para exigirle el nombre de sus fuentes.
“La fuente es sagrada y ni a Dios se le dice” reviró el reportero.
2
En Estados Unidos, Donald Trump trae una guerra con todo el mundo, entre ellos, con la prensa.
Les ha llamado de todo. Desde mentirosos hasta los peores “seres humanos de la tierra”.
Incluso, los ha acusado de tener una guerra en contra de su hija, su legítimo orgullo, y a la que las plazas comerciales le han decretado un bloqueo a sus productos como parte de la sublevación en solidaridad con los migrantes.
Además, su esposa, Melania Trump, interpuso una demanda por difamación en contra del diario británico, Daily Mail, por haber publicado que ella trabajó como escort, dama de compañía.
Así, les está pidiendo 150 millones de dólares por daño moral y para compensar el daño a su imagen, porque, dice “limita sus posibilidades para lucrar con su nueva posición”.
En una corte de Nueva York está la demanda y va caminando como parte, además, de una estrategia desde la Casa Blanca para intimidar a los medios y arrodillarlos.
La relación entre el gobierno y la prensa en EU anda tan difícil y ríspida que Trump asegura que todas las encuestas negativas en su contra son noticias fabricadas.
Sólo, claro, porque él lo dice y su palabra es la octava maravilla del mundo.
3
Sólo falta que Vicente Fox Quesada se lance contra los medios, porque la Policía Nacional de España implicó a su hija Ana Cristiana Fox de la Concha en “la investigación de una red internacional de lavado de dinero encabezado por Jordi Pujol Ferrulosa, primogénito del ex mandatario de Cataluña, Jordi Pujol” (Reforma, 9 de febrero, 2017).
Y es que la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de España “detectó transferencias sospechosas de dinero por parte de una empresa de su propiedad a cuentas de la hija de Vicente Fox entre los años 2009 a 2011”.
4
En el duartazgo, como ha sido característica en otros sexenios, la prensa fue radicalizada al mejor estilo de Ronald Reagan:
“¡Estás conmigo o estás contra mí!”.
Incluso, hasta existió un llamado “Cartel de Palacio”, los reporteros aglutinados alrededor de María Georgina Domínguez, la primera vocera, y a quienes encargaba reventar entrevistas incómodas a Javier Duarte, al mismo tiempo que indujeran las preguntas.
Pero de igual manera, rafaguear a los enemigos y adversarios, como fue el caso, entre tantos otros, del digno expresidente del CDE del PRD, Juan Vergel, contra quien se ensañó una parte de los medios.
Desde luego, igual que Trump, en la “ginicidad” el bombardeo a los diaristas incómodos también fue por las redes sociales, tiempo aquel del “Chuletas”, el jefe de prensa que traicionó a los Yunes azules.
Con todo, pareciera una maldición bíblica, pero la relación entre gobierno y medios siempre ha sido ríspida, y como los políticos se creen dueños del día y de la noche, se sienten agraviados cuando de pronto aparece por ahí una prensa crítica.
Por eso “El bronco”, Donald Trump, Melania Trump, Javier Duarte y Gina Domínguez.