Luis Velázquez Escenarios
Veracruz,.05 de julio de 2017
Uno. Pesadilla de migrantes
“Un juarocho” (así llamaba Fidel Herrera a los paisanos que se trajo de Ciudad Juárez para vivir aquí una vida digna, ajá) está urgido de regresar a la frontera norte.
Desde entonces, a la mitad del fidelato, digamos, ha padecido el peor infierno. Sin empleo. Y lo peor, engañado y estafado. Nunca le cumplieron, tampoco a los demás, la promesa.
Incluso, el fidelato hizo escarnio de todos ellos, ¡vaya farsante!
En el aeropuerto Heriberto Jara los recibió con mariachis y marimba, garantizando el paraíso.
Con todo y Donald Trump, desea irse a Estados Unidos, pues su grado de angustia es familiar.
Mínimo, claro, a Ciudad Juárez, donde competirá, por ejemplo, con los cientos, miles de haitianos que allá riñen por una oportunidad laboral.
La piel se pone de gallina. En el año 2016, unos sesenta mil niños cruzaron solos la frontera sur de Estados Unidos para llegar a la nación más poderosa del mundo buscando a sus padres.
La mayoría de El Salvador, Honduras y Guatemala.
Y en contraparte, Veracruz se afianzó como un estado migrante más, y por añadidura, las remesas se consolidaron como el sostén de la economía local, por encima de los ingresos derivados de la caña de azúcar, el café y los cítricos.
La parte sórdida es que, por ejemplo, ante el desempleo creciente y los salarios de hambre (ni un empleo creado en los últimos siete meses de la yunicidad), el territorio jarocho se afianzó en el primer lugar en la producción y exportación de trabajadoras
sexuales y que andan regados de norte a sur y de este a oeste del país vendiendo su cuerpo para garantizar el itacate en casa para sus hijos y sus padres mayores de edad, seniles quizá.
El llamado sueño americano como una pesadilla para los migrantes, entre ellos, los procedentes de Veracruz, el paraíso que fue mudado en un infierno inacabable e interminable.
Dos. Sólo queda migrar…
Ningún programa de la SEDESOL de Pocahontas Indira ni de la SEDESOL de Heidi Anilú, ni de la SEDECO de Alejandro Zairick ni de la SEDARPA de “El Chapito”, entre otras, arraiga ni amaciza a la población indígena (un millón de habitantes) y campesina (dos millones de personas), digamos, para sobrevivir.
Si la inseguridad (y su gemela, la impunidad) están igual o peor que en el duartazgo, la calidad de vida para el grueso de la población pobre, miserable y jodida (seis de cada 10 habitantes según el CONEVAL) está “por los suelos”.
Si el número de desaparecidos, secuestrados, asesinados y sepultados quizá en fosa clandestina se ha mantenido respecto del sexenio anterior en el bienio azul, ninguna perspectiva laboral levanta el ánimo.
Peor tantito: la crisis económica se ha prolongado más, mucho más allá de la llamada “cuesta de enero”, y hay sectores, como por ejemplo, la industria de la construcción, donde por todos lados hay lamentos.
“No hay nada, nada, nada” dice un ingeniero, por cierto, ligado en otros tiempos a Julen Rementería, el secretario de Infraestructura y Obra Pública que sólo anuncia obra… en el papel mediático.
Y si así andamos, ya podrá el ciudadano visualizar el estado de cosas entre los peones de la construcción, uno de los sectores más afectados cuando la economía repunta, navega con vientos favorables o se hunde.
Estranguladas las fuentes de empleo, con despido de personal por dondequiera, con salarios miserables y sin prestaciones sociales, económicas y médicas, el único camino que la autoridad va dejando es la migración, ya a los campos agrícolas del Valle de San Quintín, considerados campos de concentración (hay unos diez jarochos) y a Estados Unidos.
Tres. Escarnio de los jodidos
Los vecinos de América Central (Honduras, Guatemala, Salvador, Nicaragua) y los paisanos de Veracruz y de México huyen de la pobreza y la miseria, y también, claro, de la violencia.
Y mientras, Pocahontas Indira y Heidi Anilú se pelean por la estadística de la pobreza, inculpándose, ¡vaya temeridad!, una a la otra, ¡pobrecitas!
Sólo falta, igual que los diputados federales, Alberto Silva Ramos y Jorge Carvallo Delfín, cuando fueron titulares de la SEDESOL jarocha, que se pavoneen en los medios y juren y perjuren que sacarán de la pobreza a tres millones de habitantes de Veracruz.
“Muchas cornadas da el hambre” intituló Luis Spota a una de sus novelas en el siglo pasado. Y todavía hoy.
Lo peor, los políticos, sin excepción, hacen escarnio de los jodidos y se trepan en ellos para escalar cargos públicos, como el caso de Pocahontas y Heidi que montadas en la miseria de todos ellos sueñan con un escaño senatorial.
Todos (SEDESOL, SEDARPA, SEDECO, DIF, SEV, Salud, etcétera) están fallando.
Ni siquiera, vaya, en siete meses han enseñado a leer y escribir a uno de los 600 mil analfabetas identificados en los Cuadernillos Municipales de la secretaría de Finanzas y Planeación.
Les vale. Son políticos. Políticos mesiánicos y populistas. El populismo de la derecha, que también hay.
Se ignora el siguiente paso del “Juarocho” que levantó la mano diciendo que ha de regresar a Ciudad Juárez, porque aquí lo estafaron.
Pero igual que él y su familia estará ene número de paisanos.
“El camino hacia el norte es duro y no todos llegan a su destino final y quizás te puedes morir” dijo un migrante a “El País”.
Pero entre cruzarse de brazos y quedarse aquí, en Veracruz, digamos, a esperar la muerte… por inanición, millón de veces “morir en el intento”, pues en un descuido el milagro se logra.