Luis Velázquez/ Escenarios
Veracruz.- UNO. ¡Pobres pobresores!
La historia podría denominarse la vida difícil de un maestro. Por eso, quizá, en el medio educativo, les llaman “pobresor” en vez de profesor.
Es la historia de Antonio Cárdenas. Con 4 hijos, en las mañanas de 8 a las 14 horas, imparte clases en el salón de la escuela primaria. Y en las tardes vende teléfonos, cortes de pantalón, camisas, zapatos, chanclas, lo que se pueda y con quienes se pueda.
Busca así, digamos, mejorar ingresos. El grave pendiente social, ya se sabe, son los salarios de hambre.
Los cuatro hijos fueron procreados con la misma mujer. En ningún momento, hijos fuera del matrimonio. A veces, y para su remanso, los suegros les apoyan. Pero al mismo tiempo, insuficiente. Paliativos para seguir cargando la cruz.
Alguna vez soñó con migrar a Estados Unidos. O en todo caso, mínimo, a los campos agrícolas del Valle de San Quintín, verdaderos campos de concentración, donde hay unos diez mil jarochos.
Pero se contuvo y se detuvo.
Sus padres están enfermos. Varias enfermedades perturban sus días y noches. Hijo único, sabe, está consciente de que irse de migrante a Estados Unidos significar dejarlos solos.
Fue cuando decidió ayudarse con la venta de teléfonos, ropa, zapatos, etcétera.
DOS. Soñar con peces y panes
En el otro lado hay un montón de amigos suyos. Unos, paisanos. Otros, “pobresores”. Ellos, de plano, renunciaron a la plaza y partieron a la aventura. Poco a poco se fueron estableciendo.
Cada mes envían las remesas a sus familias. La vida, claro, es más holgada en sus casas. Pero al mismo tiempo, años sin mirar a la familia. Menos ahora, con la política migratoria de Donald Trump. Salir de Estados Unidos significa hacer más difícil el reingreso.
Con todo, la tentación es demasiado grande. Cada quincena echa cuentas. Y sueña con el milagro de los peces y los panes.
La apuesta, sin embargo, está en la vendimia y que por lo regular está desplomándose.
Por ejemplo, ha vendido trajes de pantalón a todos los amigos saturando el mercado. Se le acabaron los amigos, se acabó la venta.
TRES. Hacerse la vasectomía
En las altas esferas del poder público tumbaron la reforma educativa de Enrique Peña Nieto. Otra, rige. Los ideólogos “se cortaron las venas” con el país que sueñan, por ejemplo, con un Veracruz en el sótano de la calidad pedagógica y con medio millón de habitantes analfabetas, que no saben leer ni escribir en el siglo XXI.
Un objetivo fue proyectar salarios dignos para “los pobresores”. En el terreno de los hechos, puro cuento.
Ningún maestro, por más eficiente y eficaz que sea, lumbrera educativa, está bien pagado en Veracruz, tampoco, claro, en el país.
Y más, por ejemplo, cuando un familiar enferma y corre al Issste o al Seguro Social y se topa con una realidad adversa. Citas médicas saturadas, desabasto de medicinas, operaciones quirúrgicas hasta dentro de varios meses, vueltas y vueltas para ver si ya sirven el aparato de rayos X, etcétera.
Entonces, exprimir más y más el salario para ir con un médico particular porque el hijo está sufriendo demasiado.
Por eso, el “pobresor” Antonio Cárdenas ya entró también a las famosas tandas. Mejor dicho, la organizó entre sus compañeros de pupitre y salón de clases. Y la primera tanda fue para él. Emergencia pura.
La vida es así. Fue así. Seguirá así. Sin que una lucecita alumbre el largo y extenso túnel de la desventura. La cruz a cuestas.
Solo queda, dice el profesor, hacerse la vasectomía antes de casarse. O, de plano, vivir soltero.