•Se ganan la vida elaborando prendas de vestir con lana de borregos de la región indígena
Eirinet Gómez blog.expediente.mx Para El Piñero de la Cuenca
Veracruz.- En la sierra de Zongolica, Veracruz hay un grupo de mujeres indígenas que se gana el sustento familiar a partir de la venta de prendas de vestir, que elaboran en telar de cintura, con lana de borregos de la región, y tinturas hechas a base de plantas silvestres.
Una de estas mujeres es Leonor Sánchez Colohua, originaria del barrio de San Pedro Tepepa, Tlaquilpa. Según la SEDESOL, este pueblo tiene un alto grado de marginación y durante el gobierno de Enrique Peña Nieto fue parte de la cruzada contra el hambre.
Para Leonor, la elaboración de prendas a partir del telar de cintura es una actividad que “se ha convertido en un oficio para las mujeres mayores, para las abuelitas”.
La mujer de 64 años de edad recuerda que su madre le enseñó a tejer desde los 8 años de edad, “comencé limpiando lana, y cuando mi madre consideró que ya lo hacía bien, me dio un malacate para que lo hiciera hilo”.
Sánchez Colohua, que tiene 43 años de viuda, cuenta que con un poco de tiempo, comenzó a tejer: “Lo primero que tejí fue mi reboso de lana, luego una cobija para taparme, y cuando me fui de nuera, yo le hice la manga y la cobija a mi marido”.
Relata que si en otras partes del país se decía que “una mujer que ya sabe cocinar está lista para casarse”, en la sierra de Zongolica se decía que “una mujer que ya sabe tejer, ya puede irse de nuera”.
No obstante, Leonor dice que si en su tiempo todas las mujeres jóvenes sabían tejer sus propias prendas de vestir, de algún tiempo a la fecha, tejer se ha convertido una actividad de mujeres mayores.
“Hace 36 años teníamos un grupo de mujeres tejedoras, había 35 personas en él… pero con el tiempo, comenzaron a salirse. Hoy, apenas hay nueve mujeres, la mayoría somos mayores”.
Leonor Sánchez, con 48 años de tejer prendas en telar de cintura, dice que la venta de prendas elaboradas con telar de cinturas “no da dinero rápido, hay ganancias pero salen muy lentas. Y ahora se necesita tener dinero rápido”.
Proveniente de varias generaciones de mujeres tejedoras, dice que “este es un trabajo para abuelitas, las mujeres jóvenes se van a estudiar o trabajar y no le gusta, nosotros trabajamos como abuelitas”.
Leonor Sánchez suele comenzar su día a las seis de la mañana, y mientras se calienta la olla de café, le da de comer a sus pollos y sus borregos. Luego, hace unas tortillas para ella y el nieto de 13 años, con el que vive. Después de limpiar su casa, comienza con el tejido, unas dos o tres horas.
“Nosotros hacemos jorongos, bufandas, bolsas, rebosos, cobijas matrimoniales, de todo, y hasta juguetes con figuras de animalitos”.
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Sixta Cuaquehua Tzanahua, originaria del barrio de San Pedro Tepepa, municipio de Tlaquilpa, utiliza el dinero de la venta de ropa hecha en telar de cintura para ayudar a sus dos nietos a concluir sus estudios.
“Con este trabajo yo he podido apoyar a mi hija a sacar adelante a mis dos nietos. Cuando su esposo la dejó, uno de los niños tenía dos años, y el otro apenas dos meses, ahora uno está por entrar a la prepa, y el otro a la secundaria”, relata.
A pesar de que Cuaquehua Tzanahua comenzó a tejer sus propias prendas cuando apenas era una niña, fue hasta los 30 años que empezó a hacer ropa para vender.
Además de ganarse algunos centavos para mantener a su familia, la comercialización de textiles le permitió salir de su comunidad, aprender hablar español, y conocer ciudades como Orizaba y México.
“Antes de empezar este trabajo yo no podía salir de mi comunidad, no podía ir a Orizaba. Yo no fui a la escuela y no sé leer ni escribir, pero con este trabajo me enseñé a hablar español y con eso me defiendo. Ahora voy a Orizaba y hasta México sola”.
Con los años, Sixta Cuaquehua ha establecido una ruta a la ciudad de México para la venta de sus productos, “ya conozco varios lugares, en Chapingo se vende bien, sino vendiste un día, al otro día vendes. Nunca regresamos sin vender algo”.
Su habilidad con los hilos y el telar también le ha permitido dar talleres de tejido. “Unas amigas me apoyan para que vaya a la Ciudad de México y ofrezca algunos talleres. En esos casos, llevo hilo pintado y con otra compañera damos cursos para que aprendan a tejer. Lo que ganamos lo dividimos”.
Sixta Cuaquehua dice que en su pueblo no son momentos fáciles, la inseguridad ha golpeado a la zona centro de Veracruz, y ellos no se han librado de la violencia.
“Cuando salimos a vender, lo único que le pido a Dios es que nos cuide porque nosotros no tenemos dinero. Lo poco que juntamos es para nuestra familia. Por eso le pedimos que nos cuide”.
En lo que va del año, en el pueblo de Sixta Cuaquehua, al menos cinco comerciantes han sido asaltados. “Hay algunos a los que los han secuestrado por 15 días, pagan y luego los regresan”.
“Pero hay uno que está desaparecido, fue a comprar ropa y llegó su casa, pero de ahí lo sacaron. El coche lo encontraron abandonado, pero del hombre no se sabe nada, nadie sabe dónde está”.
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María Concepción Mayahua Temoxtle, originaria de Barrio Primero, municipio de Mixtla de Altamirano, dice que continua trabajando el telar de cintura “para conservar una tradición que me enseñó mi mamá”.
Ella comenzó tejiendo una faja para su falda, y poco tiempo después se hizo un jorongo, y luego su cobija. La primera venta de sus prendas tejidas fue hace 20 años, durante uno de los festejos de la radio de Zongolica.
“Durante esos festejos, nos llamaron a un grupo de mujeres que sabíamos tejer y nos pidieron que hiciéramos una exposición de nuestras prendas. Ahí comenzamos a vender, después, nos invitaron a otros lugares”.
A Concepción Mayahua, de 50 años de edad, le gusta tejer varias figuras, como estrellas, peines y piña en las prendas que diseña. Le gusta también, que los hilos que utiliza sean de múltiples colores.
Concepción Mayahua dice que a los jóvenes de Mixtla de Altamirano no les gusta usar las prendas tejidas con telar de cintura, “ellos prefieren las chamarras, no les gusta la lana, se ríen cuando ven nuestra ropa”.
Sin embargo, “afuera, en la ciudad, les gusta nuestra ropa, porque es tradicional, porque es indígena, porque es hecho a mano y no de fábrica”.
Con el dinero que reúne de la venta de jorongos, mangas y fajas, esta mujer contribuye al sustento familiar de su padres y sus dos hijos, pero reconoce que las ganancias no son tan buenas.
“El problema que tenemos es que no tenemos un lugar para comercializar nuestras prendas. Vendemos pero no cada rato, no diario, solo vendemos cada dos o tres meses, cuando nos invitan a algún evento”.
La mujer originaria de Mixtla de Altamirano considera que es difícil pasar la tradición del telar de cintura a las siguientes generaciones, “mi abuela sabía tejer, mi mamá me enseñó a mí, pero ahora es difícil que nuestros hijos quieran”.
“Yo veo que cada vez menos mujeres lo hacen, ya no quieren hacer este trabajo. Tengo dos hijos, una muchacha y un muchacho, mi hija no quiere tejer, dice que no le gusta, pero le diré que aprenda”.