Luis Velázquez | Barandal
26 de abril de 2021
ESCALERAS: Durante muchos años, los políticos tuvieron una frase bíblica… “Yo no quiero heredar a mis hijos un país injusto”. Muchos de ellos han muerto y fracasado en el intento. Y es que cada vez el país multiplica la desigualdad económica y social, educativa y de salud, de seguridad y procuración de justicia.
Muchas veces se le escuchó repetir la misma cantaleta a Juan Maldonado Pereda, presidente municipal de Veracruz, 4 veces diputado federal, secretario General de Gobierno en la Ciudad de México con Ramón Aguirre Velázquez, secretario de Educación con Miguel Alemán Velasco.
PASAMANOS: Era parte de su discurso. Incluso, de su conversación en la tertulia. Nunca pudo ocupar la silla embrujada del palacio para, digamos, ejercer el poder estatal y desde ahí sentar las bases y la apertura y la continuidad para crear un mundo justo.
Pero entonces, y muchos años después, era y fue el estribillo de la época, repetido hasta el cansancio en el altiplano, la sede de los poderes federales.
En todo caso, cada generación política adoptó la frase como lema de vida, vaso comunicante para ofrecer el paraíso terrenal, la tierra prometida, a la población electoral.
CORREDORES: El país se ha vuelto más injusto que nunca. Doscientas familias concentran más del 60 por ciento de la riqueza nacional.
Los ricos, cada vez más ricos. La lista se ha reducido a unos trece, ultra contra súper millonarios que se han vuelto. Un jarocho dice: “Están asquerosamente ricos”, y en cuya lista incluye a los Carlos Slim Helú, los Germán Larrea y los Ricardo Salinas Pliego.
Y en el otro lado de la cancha, la realidad apabullante: 6 de cada diez mexicanos, en la miseria, la pobreza y la jodidez.
BALCONES: En Veracruz, por ejemplo, seis millones de los ocho millones y cachito de habitantes, jodidos. Medio millón solo hacen dos comidas al día, y mal comidas, de la precariedad vivida y padecida. Uno de cada 3 jefes de familia lleva, si lo lleva, el itacate y la torta a casa con el ingresito derivado del changarro en la vía pública.
Entonces, cuando desde la cancha política y pública ofrecen “el cielo y las estrellas” a la población electoral, simplemente se trata de “una tomadura de pelo”.
Los siglos pasan y los ciudadanos de a pie siguen en la jodidez.
PASILLOS: Muchos misterios hay en la vida. Por ejemplo:
Los partidos políticos piensan en el poder. Y entre más poder tengan mejor. Más, mucho más, si ejercen presupuesto y pueden “meter la mano al cajón”.
Los candidatos a un puesto de elección popular piensan en el cargo público que desempeñarán. Y, claro, también en la posibilidad de arañar el presupuesto.
Los políticos trepados en la cresta del poder como funcionarios públicos solo aspiran a perpetuarse en la silla embrujada del palacio.
El grueso de la población piensa en llegar a la quincena y a vivir sin sobresaltos.
VENTANAS: Por eso, desde la noche de todos los tiempos, y sin que signifique “descubrir el agua tibia”, los pobres y los ricos, los jodidos y los millonarios, “los olvidados de Dios” y los pudientes, siempre existirán.
Peor tantito: en ninguna parte del mundo, los políticos han construido un mundo mejor para la población.
Y si hay países donde, se afirma, los ciudadanos de a pie son más felices que en otras naciones se debe al trabajo de cada uno de ellos y de sus familias, empujando todos, juntos, la carreta, sin vivir esperanzados a los políticos.