PHOENIX, Estados Unidos (EFE) – El endurecimiento de la política migratoria estadounidense ha hecho que el cruce clandestino de la frontera desde México sea más costoso, largo y peligroso, pero, pese a todo, los inmigrantes indocumentados siguen llegando, según los habitantes de la zona fronteriza.
Debido a que la vigilancia se ha extremado y ante el anuncio de la contratación de más de 5,000 agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) realizado por el presidente Donald Trump, las tarifas de los polleros, como se conoce a los traficantes de personas en la frontera, han aumentado.
“Si antes había seis policías de migración cuidando todo el cordón de la línea divisoria, ahora hay 22 divididos en diferentes horarios, como consecuencia, las tarifas de los polleros han aumentado de manera exorbitada, pero aún así la gente sigue cruzando “, dice a EFE, Altagracia Tamayo Madueño, fundadora del albergue para inmigrantes Cobina, ubicado en Mexicali.
“Definitivamente los polleros se han visto más beneficiados con estos cambios, porque ahora aumentaron sus tarifas de 5,000 dólares a 12,000 dólares, el más baratero te va a cobrar 8,000 dólares”, afirma Tamayo.
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El mexicano Santos Olea, ha intentado en los últimos cuatro meses cruzar cuatro veces a Estados Unidos, pero en todas ha fracasado, esta última fue deportado y advertido de que si vuelve irá a la cárcel, corrobora lo que dice la fundadora del albergue. Olea aseguró que los costos son muy elevados, las rutas más largas y los cruces se han vuelto más peligrosos.
Con la vista puesta en el enorme cerco de hierro que separa a Mexicali, México de Calexico, California, Olea relató a EFE que sus intentos por alcanzar el sueño americano, todos realizados por la sierra de Tecate, México, se han desvanecido.
Ahora deambula con una mochila desgastada, lo único que le queda, por la zona centro de la ciudad fronteriza mexicana, intentando recabar lo necesario para pagar su boleto de regreso a casa.
“Con tanta vigilancia se ha vuelto más difícil, lo intentaría otra vez pero me da miedo que me arresten”, dijo.
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Olea explica que los traficantes deben llevar ahora a los inmigrantes por rutas más largas y en horarios nocturnos: “Están alargando el tiempo, antes mirabas que los cruzaban a plena luz del día, ahora se cuidan más, usan vías alternas que habían dejado de usar porque se les calentaba el cuadro, ahora la vuelven a retomar, por ejemplo los que cruzaban inmigrantes por la sierra de Tecate, ahora le sacan la vuelta a la sierra”.
Pero aclaró que hay rutas que no se pueden cambiar, como las de Sonora, donde el cruce tiene que ser por el desierto de Altar y donde por el calor los riesgos para los inmigrantes se incrementan.
Tijuana, ciudad del estado de Baja California, conforma la zona metropolitana transnacional más grande de México, ya que colinda con Tecate, Rosarito, en México, y con San Diego, en California, es donde hay más opciones para realizar cambios de rutas, añadió.
Daniel Martínez, nacido en El Salvador y deportado hace tres meses desde Los Ángeles, California, comenta a EFE que debido a las excesivas tarifas pedidas por los polleros, no ha podido regresar a Estados Unidos: “Ahora todo es más difícil, te piden miles de dólares, las caminatas son más largas y por sitios mas peligrosos, es una batalla cruzar”.
Explica que los centroamericanos tienen que huir de sus países por la pobreza, la violencia y el narcotráfico, pero ahora sus opciones para lograr una mejor vida se han visto reducidas en las fronteras por la extrema vigilancia y la ambición de los polleros.
Atrás quedaron los tiempos en que cientos de indocumentados cruzaban a plena luz del día por el cerco fronterizo, dice a EFE Antonia Vázquez, residente de Calexico, quien vive desde hace 25 años a lado de la línea divisoria entre ambos países.
“Antes estabas en una piñata y de repente veías a la gente corriendo en manadas por todos lados, eso sí, siempre ha habido patrullas y vigilancia. Se metían hasta en los botes de basura para esconderse, recuerdo que se murieron dos personas deshidratadas por el calor adentro de los botes”, narró.
Francisco Lizalde, con 10 años viviendo en la frontera, comentó que los polleros están por todos lados y cuentan con conexiones, por lo que los cruces no disminuyen, sólo lo hacen con más cautela.
Mientras Juan García Elizalde, sentado en una banca ubicada a unos metros de la frontera, asegura que pese a un gran muro y miles de agentes fronterizos, la gente seguirá cruzando: “Los ilegales nunca se acaban, si este viejo Trump nos pone muros, no importa, nosotros ponemos escaleras y pasamos, el mexicano por donde quiera se brinca”.