Luis Velázquez
Uno. Un priista se reinventa
José Tomás Carrillo Sánchez perdió la alcaldía de su pueblo, Cosamaloapan. Pero para el priista, ni rencores ni venganzas. Tampoco odios. Menos, ajustes de cuentas… que en todo caso, dice el relato bíblico, solos llegarán. Y más, como cacarea el dicho ranchero: “Quien se mete conmigo… se le pudre el alma”.
Por el contrario, él, para adelante. Horas, cierto, de reflexión y de mirar el pasado inmediato como lección de vida. Y más, porque en la jornada cívica, perdió a su padre, 78 años de edad, hijo de “la gran cultura del esfuerzo”, agarrándose con los días y los años a trompada limpia, el hombre que tanto respetó, admiró y quiso.
Vivió a plenitud “la grandeza del momento” como describe Stefan Zweig al capitán Robert F. Scottt (1912) en la conquista del Polo Sur.
En Cosamaloapan, logró lo inalcanzable como fue la candidatura. Y en vez de “quedarse sentado en casa disfrutando de una excesiva comodidad” (Ibidem), luchó contra lo invencible. Y más, sin duda, ante una elección de Estado. Y más, cuando en la víspera, los vientos soplaban a su favor, y de pronto, quizá la alta traición, acaso la deslealtad, fue enviado al cuarto lugar.
El historiador dice, sin embargo, que en la vida enseñan mucho más las derrotas que las victorias. La cruzada edilicia ha sido la primera. Y desde entonces, sereno, frío, reflexivo, calculador, reinventándose, como ha de ser.
Toda una biografía pública en su hacer. Delegado federal de Migración, subsecretario General de Gobierno, coordinador de asesores de Javier Duarte (a quien nadie asesoraba), titular de la SEDARPA, procurador Fiscal y diputado federal, el 4 de junio pronto quedará como un recuerdo, digamos, imborrable, para reaprender la lección.
Dos. Un sueño descalabrado
El cuenqueño está en el paso siguiente. Por aquella historia de la mujer de Lot, sin escudriñar si en la campaña electoral hubo “cazadores o cazados, espías o espiados, traicionados o traidores” (Ibídem), honestos o pillos, ángeles de la pureza o hijos del demonio.
En el altiplano le tienen abierta la puerta para regresar al Instituto de Migración, donde, por cierto, ya existen francotiradores aquí en Veracruz. También le tienta un doctorado, luego de su maestría. Quizá meterse de lleno en su ranchito sembrado de caña. Acaso la vida académica. Una consultoría, él, maestro de la prospectiva.
Está, entonces, y lo más importante, tranquilo. Y en paz consigo mismo… que los Judas nunca lograrán.
Salió vivo. Continúa vivo. Llena, atosigada la cabeza de sueños, ideas, proyectos, ideales. Sin doblarse.
Y más, en un Veracruz donde todos se acusan de pillos, ladrones y corruptos y las almas terminan enlodadas con el Internet destapando la cloaca, de tal manera que las trabajadoras sexuales gozan de mayor autoridad moral que los políticos.
Y es que en tanto la fama de las elites públicas ha saltado por los aires, Tomás Carrillo camina en la tempestad y el pantano, sin raspaduras.
Es más, sobrevivió al cochinero del duartazgo, a pesar, incluso, de que estuvo cerca, pero se mantuvo lejos del fuego de la codicia y la ambición.
Más ahora cuando su partido, el tricolor, perdió la gubernatura y la mayoría en la LXIV Legislatura y ahora, hace once días, las presidencias municipales.
Jugó limpio. Pero el sueño quedó descalabrado y en vez de regresar a su vida cotidiana con la losa encima se reencontró.
La vertiginosa película vivida y padecida por el PRI en un año, casi casi ruleta rusa, “pasó por delante de sus ojos” y de su vida sin un impacto neurológico, porque en tiempo y forma anunció el caos que venía y todos lo miraron como un profeta del desastre.
No se manchó. Tampoco se prestó a las jugadas sucias, digamos, de las empresas fantasmas ni menos, mucho menos, a la ordeña de la vaca política.
En la penumbra del tricolor, su tren salió del túnel y respira nuevos aires.
Tres. En búsqueda de sí mismo
El proverbio dice que los amigos se conocen en la enfermedad y la cárcel. Pero de igual manera, en las campañas electorales.
Es ahí donde se expresa la peor calaña del ser humano. Las pasiones desaforadas llegan a la traición, ya por el billete fácil, quizá por un cargo público, acaso por un bien inmobiliario, entre otras cositas.
Y desde luego, Tomás Carrillo las vivió. Sin duda, las habría sufrido, y más, considerando viejas amistades, aquellas que días antes del 4 de junio juraban lealtad y reciprocidad perruna.
Sabe, no obstante, profundo conocedor de la naturaleza humana, que la vida es así. Canija.
Pero en la vida lo importante nunca serán el número de victorias, sino de ocasiones en que cada quien se levanta para seguir empujando la carreta, a pesar de los Judas… que los Judas, ya se sabe, suelen ahorcarse del árbol más cercano, atosigados por el remordimiento.
Unos sicarios mataron al hijo de un hombre. Un militar le ofreció buscarlos con la garantía de. El padre le dijo:
–Déjalos vivir.
–Pero…
–Hombres así nunca encontrarán la paz. Y andan por la vida huyendo de sí mismo.
Hijo de un hombre que vendía periódicos en el ingenio San Cristóbal y se levantó sobre su pasado con dignidad, Tomás Carrillo tuvo su Itaca y sigue buscando su nuevo destino.