- Jorge Carvallo y su tía
- El ladrón de leche Diconsa
Escenarios
Luis Velázquez
Veracruz.- UNO. La tía de Jorge Carvallo
Un par de priistas más están en la cuerda floja. Los dos se han declarado, siempre, ángeles de la pureza. Los dos, duartistas y fidelistas. Los dos, prósperos. Pudientes. Pero la justicia azul está encima de ellos. Y mientras “son peras o manzanas”, la vida, en el vértigo.
Uno es Jorge Carvallo Delfín, el priista que en el Fidelato llegó a Veracruz en un volcho jodido y el ejercicio del poder le alcanzó para hacer una cirugía en la nariz y aplicarse una liposucción y comprarse un ranchito en Papantla según dice Raúl Díaz Diez y tener una flotilla de camiones de transporte y un helicóptero y mansiones en fraccionamientos de lujo en Xalapa, etcétera, etcétera.
Ahora, a solicitud de la secretaría de Finanzas y Planeación, avalada por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, una cuenta bancaria de su tía Alba Delfín Pardiño, le fue inmovilizada.
Tía y socia, aseguran en el carril político.
Y es que la tía y Carvallo son socios del Grupo Empresarial Heberen, que en la Docena Trágica de Veracruz, del año 2004 a 2016, era tan universal que vendía medicamentos, construía carreteras y edificios y perforaba pozos y gasoducto según publicara La Jornada, Jair García.
DOS. “La paz de los sepulcros”
Una frase bíblica expresada por su padre define a Jorge Carvallo:
“Es el hijo más ruin que he tenido”.
Quizá su fama de galán incorregible, acaso la frivolidad con que se movía en los dos sexenios anteriores, quizá los cargos públicos desempeñados y su insólita riqueza, sean razón de sobra para ligarlo a una empresa con su tía.
Acaso, desde luego, sea cierto.
Fama pública también es que igual que Érick Lagos, Édgar Spinoso y Adolfo Mota, entre los más visibles, habrían pactado con la yunicidad para seguir usufructuando la paz y la tranquilidad perdida de los más de treinta duartistas en el penal de Pacho Viejo, Jorge Carvallo también se haya arrodillado al bienio yunista y al momento ha vivido “la paz de los sepulcros”.
Y con el trascendido de la sociedad con su tía a la que congelaron su cuenta bancaria, quizá le estén enviando un primer calambre de que la hora de la justicia le ha llegado.
Con todo, incluso, de que siempre ha alardeado de la amistad con el alcalde jarocho, Fernando Yunes Márquez, desde que ambos coincidieran en la curul local.
Sería el mismo caso, por ejemplo, de Adolfo Mota, que muy apadrinado por el senador Emilio Gamboa Patrón ante el gobernador Yunes, le están enviando calambres por más desvíos en la secretaría de Educación.
Érick Lagos y Édgar Spinoso “han de poner las barbas a remojar”.
TRES. Ladrón de leche Diconsa
El otro priista acalambrado es Manuel Rosendo Pelayo, ex presidente municipal de San Andrés Tuxtla.
Está implicado en cuatro denuncias por desvíos de recursos en el pueblo según las interpusiera el sucesor, Octavio Pérez Garay, ex diputado local.
Primero, se amparó contra la Fiscalía para evitar que lo detengan.
Luego, se cobijó en el CDE del PRI declarándose un perseguido político porque rechazó la invitación del gobernador a desertar del partido tricolor y afiliarse al PAN, considerando que la derrota del candidato Pepe Yunes Zorrilla es inevitable.
Ahora, se amparó contra la Fiscalía por una simpleza como que Jorge Wínckler le negó una copia de la carpeta de investigación en su contra, reproduciendo así la misma actitud de Karime Macías y sus nueve abogados (¿Cuánto le estarán costando?) de que porfis, por favorcito, en nombre de la ley le informen de todas y cada una de las denuncias que le impiden vivir en paz en Londres, una de las ciudades más caras del mundo.
Rosendo Pelayo se aferra a su inocencia. Pero el alcalde tuxteco insiste y persiste en la denuncia penal.
Y en contraparte, la Fiscalía ni está obligada a detallar la investigación en proceso en su contra ni tampoco a entregarle una copia.
Pérez Garay ha trascendido que la denuncia interpuesta acusa a su antecesor de empresas fantasmas y negocitos sucios y oscuros en la compra de leche para los niños pobres de San Andrés Tuxtla.
El ex presidente municipal, dice, “vendió la leche y los recursos no fueron entregados a la tesorería municipal”.
Es decir, y de ser así, un simple ladrón de leche a Liconsa”.
Además, claro, del negocito de las luminarias y que llega a treinta millones de pesos.
CUATRO. 500 denuncias penales
En tanto la moneda sigue danzando, los priistas siguen padeciendo el peor infierno de sus vidas.
Nunca imaginaron, ni siquiera con la derrota de gobernador y el Congreso en el año 2016, que un año después perderían 172 presidencias municipales y quedarían en la orfandad económica, social y moral.
Tampoco jamás visualizaron que podrían perder la gubernatura de 6 años y las diputaciones locales y federales y las senadurías y hasta la presidencia de la república este primero de julio.
Y como en la Decena Trágica muchas elites se embarraron, no obstante la advertencia de Gerardo Buganza Salmerón, secretario General de Gobierno y jefe político del gabinete, de que nadie “ordeñara la vaca”, la yunicidad les tiene abiertas más de quinientas denuncias penales.
Y mientras son denuncias concretas o específicas o simples calambres, Jorge Carvallo Delfín ni Manuel Rosendo Pelayo, ni tantos, muchísimas más, hallan la paz en la misa dominical.
Incluso, los días y las noches son tan desventuradas que varios de ellos andan huyendo, como el caso de los ex secretarios de Desarrollo Agropecuario, Ramón Ferrari Pardiño, y de Finanzas y Planeación, Carlos Aguirre Morales, y de Seguridad Pública, José Nabor Nava Holguín, por cuya cabeza ofrecen un millón de pesos de recompensa.
Por eso, Carvallo y/o su tía, y Rosendo, han de recordar que la última captura espectacular de la yunicidad fue Juan Antonio Nemi Dib, ex secretario de Salud, y quien del lugar de su detención, Atlixco, Puebla, al penal de Pacho Viejo, se la pasó llorando.
He ahí la consecuencia de que el ORFIS, la Comisión de Vigilancia del Congreso, la Contraloría, SEFIPLAN, la secretaría General de Gobierno y los auditores internos y externos callaran ante los trastupijes de Javier Duarte y los presidentes municipales.
Ahora, sin embargo, ha trascendido que el jefe máximo del Órgano de Fiscalización Superior, Antonio Lorenzo Portilla Vázquez, recibió veinte millones de pesos de SEFIPLAN “como gastos extraordinarios”, ajá, para declarar la honradez inmaculada del duartazgo, y quien ahora se purifica diciendo que falsificaron sus firmas, entendiendo, claro, que “al mejor cazador se le va la liebre”.