Luis Velázquez Escenarios
01 de junio de 2019
UNO. Se está yendo oportunidad de oro…
Cumplido el primer semestre del sexenio, Cuitláhuac está dejando ir la oportunidad de oro para trascender.
Primero, con un gran sentido social como nunca antes en un Veracruz con un millón de indígenas y dos millones de campesinos y un millón de paisanos de migrantes sin papeles en Estados Unidos.
Segundo, enalteciendo la vida democrática.
Y tercero, desmontando el sistema político instaurado por el priismo y ratificado por el panismo y “devolver el poder a la sociedad a través de los votos” (Enrique Krauze).
Podría, si tuviera voluntad ejercer el poder sin la violencia verbal de Miguel Ángel Yunes Linares.
Y sin la codicia de Javier Duarte.
Y sin las cabeceadas de Fidel Herrera Beltrán.
Y sin la lejanía de Miguel Alemán Velasco.
Y sin la indiferencia de Patricio Chirinos Calero.
Y sin la intensidad frenética de Dante Delgado.
Y sin la dureza de Fernando Gutiérrez Barrios.
Pero el ingeniero posgraduado en Alemania, dice, está dejando ir la oportunidad.
Seis meses en el limbo en una frivolidad solo comparable a la fatuidad de Jorge Wínckler, Luis Ángel Bravo Contreras, Érick Lagos, Jorge Carvallo, Adolfo Mota y Alberto Silva Ramos, los más conspicuos, entre otros.
DOS. Dueño del poder total
De los 8 millones de habitantes de Veracruz, Cuitláhuac es el hombre con más poder en el poder supremo.
Es el jefe del Poder Ejecutivo. Jefe de las finanzas. Jefe de las corporaciones policiacas y de los penales. Jefe nato de su partido. Jefe de parte importante de la LXV Legislatura. El tlatoani del Poder Judicial. El mesías esperado de los medios.
Y en el ejercicio del poder, tanto poder concentrado, lo ha de practicar con un alto sentido magnánimo y generoso.
Pero, bueno, el historiador dice que solo los hombres con voluntad tiránica culpa a todos los demás de sus errores.
Y por eso mismo, jamás aceptan sus deficiencias, como el caso de Cuitláhuac con el Fiscal y con los medios de los cuales, insólito, suele pitorrearse.
Y al mismo tiempo, solo falta que de igual manera que Antonio López de Santa Anna, tres veces gobernador de Veracruz y once ocasiones presidente de la república, igual que José López Portillo en Puebla, también llore cuando sean descubiertas sus pifias.
TRES. Mirarse a sí mismo
Un semestre se ha ido “sin pena ni gloria”.
En un lado de la cancha pública, “las heridas abiertas” de la yunicidad y el duartazgo con los carteles, sobre todo, y que han servido a Cuitláhuac para refocilarse para justificar su incapacidad en la mesa de los sacrificios bajo el axioma de “yo soy honesto y limpio” y ellos, pillos y ladrones.
Y en el otro lado, si una lección deja el primer semestre del sexenio es que varios pueblos de Veracruz se han radicalizado.
Soledad Atzompa, el más indicativo, primero, linchando y quemando vivos a 6 malandros, y después, apedreando el palacio municipal y la casa de la síndica luego de que les redujeran los beneficios de Prospera.
El Valle de Uxpanapa, con otro linchamiento. Las Choapas, con sus guardias comunitarias. Jáltipan, con el ganadero solitario que agarró su escopeta de cazar palomas y mató a tres sicarios. La ciudad de Veracruz, a punto de linchar a varios ladronzuelos.
En una película de Robert de Niro, chofer en el filme, platica con su hijo deslumbrado con un narco y le dice que lo peor en la vida es desaprovechar la inteligencia de que está dotada una persona.
Ojalá que Cuitláhuac la viera el fin de semana para, digamos, y como decía don Julio Scherer García, mirarse a sí mismo.