Escenarios
Luis Velázquez
UNO. La gente está irritada
Veracruz.- La población está molesta. Encabritada con la terrible y espantosa desigualdad social y económica, educativa y de salud.
Doscientas familias en el país acumulan el 60 por ciento de la riqueza nacional.
6 de los 8 millones de habitantes de Veracruz en la pobreza, la miseria, el desempleo, el subempleo, los salarios mezquinos, la migración a Estados Unidos, el trabajo sexual y el changarro.
Hay una población desencantada, cierto. Pero más, mucho más, enojada. Enervada.
En cada nuevo gobierno, las mismas caras, los mismos rostros, los mismos hombres y mujeres, los encumbrados, los pudientes, las elites.
Y en contraparte, la militancia, “la borregada” le llamaban en el carril priista, “los acarreados”, los desafortunados, los precaristas, “la carne de cañón” para ganar las elecciones en las urnas.
Un gobierno pasa y otro llega y las familias, en la jodidez.
Viviendo a la quinta pregunta, contando los días para el pago de la quincena, corriendo al Monte de Piedad para empeñar el único patrimonio, como es el anillo de matrimonio.
DOS. De ñapa, el desdén político
En la piel de la gente corre la ira en vez de la sangre. 6 de cada 10 habitantes de Veracruz en la penuria.
Y todavía de ñapa el desdén político.
Anilú Ingram Vallines: “Hay pobreza porque hay muchos pobres”.
Marcelo Montiel Montiel: “Los pobres son pobres porque quieren”.
Indira Rosales San Román: Seré feliz regalando despensas para así acabar con la pobreza.
Rosario Robles Berlanga. “Amo a los pobres”.
Andrés Manuel López Obrador: Conmigo, los pobres dejarán de ser pobres.
Más de 80 años gobernó el PRI desde Los Pinos y el grueso de la población siguió igual de pobre.
Doce años gobernó el PAN y los pobres fueron aumentando.
El PRI regresó a Los Pinos con Enrique Peña Nieto y los pobres continúan igual.
Y ahora, claro, son más.
De ciento veinte millones de mexicanos, el 60, el 70 por ciento, en la pobreza, y otra parte sustancial, en la miseria.
Sólo en Veracruz todos los días medio millón de habitantes de los 8 millones hacen dos comidas al día, dada la precariedad en que viven.
La población está molesta.
TRES. El túnel social más largo de la historia
75 gobernadores han caminado por el palacio principal de gobierno de Xalapa.
En 1824, el primero, Guadalupe Victoria.
El resultado es el siguiente, entre otras cositas:
600 mil personas de 14 años de edad en adelante, analfabetas.
Un millón de personas, con la escuela primaria incompleta.
Otro millón con la escuela secundaria inconclusa.
600 mil habitantes de Veracruz, con el bachillerato a medias, en un mundo donde la licenciatura resulta insuficiente y en la mayoría de los empleos solicitan posgrados, maestrías, y si es mejor, doctorados.
De cada cien niños egresados de la escuela primaria únicamente diez llegan a la universidad y sólo uno se titula.
Un millón de paisanos en Estados Unidos ante el manifiesto fracaso de la política económica y social.
Veracruz, en el primer lugar nacional de la producción y exportación de trabajadoras sexuales.
Seis de cada diez habitantes sobreviviendo del changarro en la vía pública.
Veracruz, en primer lugar nacional en bailable regional, con “El tilingo lingo” y “La bamba”… y que ha de significar mucha honra, claro.
Por eso, la población, la gente, las familias, los padres, los hijos, están encabritados.
Veracruz, caminando en el túnel más largo y fatídico de la historia.
El viejo del pueblo lo dice así:
“Un pueblo es como una mula. Cuando se harta se frena. Y nadie la mueve. Y si está más molesta, entonces, se sacude y tira la carga”.
CUATRO. Un país mezquino
Hay trabajo, cierto. Pero con salarios de hambre les llamaba Ricardo Flores Magón en 1910. Salarios mezquines les decía Carlos Marx en 1900.
70 pesos diarios gana un indígena en la sierra de Zongolica. 70 pesos para comer con su esposa y con los hijos, y con frecuencia, con los padres ancianos.
Por eso, los niños quedan dormidos en el pupitre en el salón de clases.
Por eso, la más alta deserción escolar se da en las regiones indígenas, pues los padres se llevan a los niños al corte de la caña de azúcar, el café y los cítricos.
Por eso, incluso, tanta desintegración familiar, pues a la primera oportunidad, si pueden, los hijos salen huyendo del pueblo a las ciudades lejanas para meterse, digamos, de albañiles o cargadores en el mercado popular, y nunca, jamás, regresan.
Y lo peor, se olvidan de los padres.
Y aun cuando todo mundo reza al Ser Superior en que creen para una vida mejor, y con todo y que la población es aguantadora, sólo falta una chispa para encender la pradera social.
Antes, en 1810 se fueron a la lucha por la Independencia.
Cien años después, en 1910, a la Revolución.
Ahora, dicen los políticos, el gran debate está en las urnas.
Pero al mismo tiempo, la población, cierto, se ha expresado, y ha votado por el candidato de un partido opositor, pero en todo caso, para seguir igual.
O peor.
Los políticos encumbrados, imponiendo a las esposas, los hijos, los hermanos, y hasta las novias, de candidatos a gobernadores y diputados locales y federales y senadores.
Por eso, la población está irritada. Desencantada, cierto, pero más, mucho más, enojada.