Escalofriante tarde en Córdoba
Cadáveres comidos por coyotes
Luis Velázquez/ Barandal
Veracruz.- ESCALERAS: El año se estrenó de manera escalofriante. Fue la tarde del martes primero. En la colonia Márquez Hoyos, de Córdoba.
Unos chicos deportistas convivían con unos panaderos. Entre ellos un menor. Hacia las 13 horas. Afuera de una casa ubicada en el callejón de la avenida 15, entre las calles 31 y 33.
De pronto, en medio de la sorpresa, la sorpresa propia de un ejército para derrotar al adversario, aparecieron dos sujetos. Armados.
Y dispararon a diestra y siniestra, a la izquierda y a la derecha, como jugando “tiro al blanco” en un carrusel de caballitos.
Los chicos corrieron tratando de ponerse a salvo.
En tanto, los vecinos aterrorizados cerraron las puertas de sus casas y se escondieron.
Unos veinte casquillos de bala quedaron desperdigados.
Según el reporte del colega Antonio Osorio Ojeda murió Miguel Alejandro Báez Orranti, de 31 años de edad, el árbitro de fútbol.
Murió en el hospital el estudiante de 13 años de edad, Gustavo Abraham Ramírez Contreras.
César Ramón Ojeda y Arturo Fernández Morales, de 22 y 25 años, y David Arturo Evangelista Coyuhua, de 30 años, quedaron hospitalizados, graves.
Los cadáveres fueron identificados por los familiares.
Es el retrato de la ola desbordada y avasallante de la violencia en Veracruz.
Y en el primer día del año que comienza, igual, igualito, que el mes de diciembre 2018, que cerrara con ciento treinta y cuatro asesinatos, entre ellos, diecienueve feminicidios, el último, en el puerto jarocho del alcalde panista, Fernando Yunes Márquez.
“¿Qué hacer?” se ha preguntado siempre Lenin en su famoso libro en el tiempo aquel de la revolución rusa.
PASAMANOS: Agustín Acosta Lagunes habría contestado a Lenin diciéndole, por ejemplo, que “la violencia es inevitable, y ni modo”.
Fernando Gutiérrez Barrios le contestaría pacificando Veracruz en los primeros 40 días de su mandato constitucional, tiempo cuando encarcelara a varios caciques y sicarios, y otros huyeran de la tierra jarocha.
A Javier Duarte le valdría un cacahuate la pregunta de Lenin y se la pasaría por allá.
Miguel Ángel Yunes Linares diría que en un semestre pacificaría Veracruz… y que nunca pudo con todo y sus juntitas semanales.
Cuitláhuac García Jiménez reiteraría una y otra y otra y otra vez para que le crean que en dos años Veracruz será de nuevo el paraíso terrenal, a tono, digamos, con la frase célebre de Napoleón Bonaparte de que un político ha de vender esperanzas.
El secretario de Seguridad Pública de la Cuitlamanía le contestaría a Lenin con pistola al cincho y mientras Veracruz se desangrara en el primer mes del sexenio de la izquierda tomaría un curso intensivo de correspondencia para conocer la geografía local, soñando con conocer el territorio.
El secretario General de Gobierno respondería a Lenin diciendo que aquí operan varios carteles, pero sin detallar ninguno, quizá como medida precautoria.
El Fiscal de 9 años se atrincharía en su palacio buscando estrategias para permanecer en el cargo un tiempecito, consciente y seguro de que es el Fiscal incómodo e indeseable.
Y mientras, los 8 millones de habitantes de Veracruz, viviendo cada día con las neuronas y el corazón en la mano, temerosos de un asalto, una bala perdida, un secuestro, una desaparición, un asesinato, una fosa clandestina, el cadáver tirado en un río o en una laguna o en la vía pública.
CORREDORES: Está claro: luego de los doce años de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto con los soldados y marinos y la Policía Federal en las calles y en los pueblos, los carteles y cartelitos siguen dominando.
Ahora, inventaron la Guardia Nacional, y de ñapa, la Policía Charra en la Ciudad de México de Claudia Sheinbaum, encumbrada como “la octava maravilla del mundo”.
Y en contraparte, los carteles y cartelitos, adueñados de la vida nacional, y por añadidura, de Veracruz.
Por lo pronto, la Policía Federal está resguardando ya, ya, ya, y como parte de una política reactiva, a una parte de los autobuses de pasajeros (ADO y AU) luego del asalto de pasajeros en un AU en la carretera a Los Tuxtlas.
Incluso, están escoltando a las unidades hasta los límites de Veracruz con Chiapas y Tabasco, porque el viaje al infierno se ha vuelto imprevisible.
Imprevisible, por ejemplo, los tres chicos ejecutados en Atzalan el día último del año, los tres, con tiros de gracia, y luego, tirados en camino de terracería, y en donde sus cadáveres empezaron a ser tragados y devorados por los coyotes y zopilotes, paisaje urbano dantesco, infernal, la pesadilla en la dimensión más alta, el Veracruz que vivimos y padecemos en la Cuitlamanía.
Y la bala perdida que hirió de gravedad a un niño en Martínez de la Torre, porque su casa tiene paredes y techo de lámina, es decir, más que pobreza, miseria, miseria atroz y canicular.
BALAUSTRES: El recuento del primer mes de la Cuitlamanía es el siguiente:
136 muertos.
Es decir, cada 5 horas un crimen en el mes de diciembre 2018.
Diecinueve mujeres asesinadas, de las cuales doce casos se consideran feminicidios.
Diez personas reportadas como secuestradas, aun cuando de manera extraoficial en la Fiscalía trasciende que son cuarenta.
Seis secuestros en proceso, digamos, de liberación.
Noventa y tres personas desaparecidas, algunas, claro, por cuestiones pasionales.
De nuevo, los asaltos a los ferrocarriles de carga en el tramo de Veracruz a Puebla, a la altura de Acultzingo.
En el último asalto, tipo viejo oeste, los malandros asesinaron al maquinista y al vigilante.
Y en correspondencia a la inseguridad, la incertidumbre y la zozobra, tarea de la secretaría de Seguridad Pública, el Fiscal Jorge Wínckler cortó el pastel con sus amigos festinando el segundo año como Fiscal, pitorreándose del secretario General de Gobierno, Éric Patrocinio Cisneros Burgos, el ingeniero agrónomo con su obsesiva obsesión de descarrilarlo.