- Políticos descarrilados
Barandal
Luis Velázquez
Veracruz.- ESCALERAS: Nada se puede decir luego de los temblores que sirvieran para mostrar el gran zócalo social del país, como es, una vez más, igual que en 1985, la sociedad, los ciudadanos libres, rebasando por completo al gobierno.
Y más, como en el caso de la esposa del gobernador de Morelos, Graco Ramírez, quien ordenara desviar carros de carga con víveres para su bodega y en las redes sociales mereciera el apodo de “Lady Gandalla”.
La sociedad se ha vuelto incrédula. Mejor dicho, agnóstica. En nada cree. Menos, mucho menos, en los políticos.
Gabriel García Márquez, quien llegara al país un día antes de que Ernest Hemingway se pegara un tiro de escopeta en la boca, siempre decía que “México es un país entrañable… que se nos queda pegado para siempre”.
Cientos de españoles llegaron al país por Veracruz cuando Lázaro Cárdenas abriera las puertas durante la guerra civil de Francisco Franco. Y todos ellos, súper agradecidos con su nuevo país.
Fue el tiempo cuando también León Trotsky, huyendo de José Stalin, encontró aquí cobijo, aun cuando fuera asesinado por su sicario, Ramón Mercader.
Pero las elites gobernantes en Los Pinos, igual que en el sexenio de Miguel de la Madrid, fueron opacadas en su capacidad social para reaccionar ante el drama, la tragedia, el dolor y el sufrimiento.
Y lo peor, hasta con el show mediático de la niña Frida Sofía, quien nunca existiera, y en todo caso, un descuido terrible, porque a las horas de que se anunciara su desaparición, bien pudieron buscar, con todo, a los padres, a la maestra, a la directora de la escuela y/o en todo caso, confirmar si existía en la lista de asistencia, cuya copia está archivada en la secretaría de Educación.
Y si antes del temblor en la Ciudad de México, que repercutió en otras entidades federativas, el PRI ocupaba el tercer lugar en la encuesta presidencial para el año entrante, habría descarrilado al sótano.
PASAMANOS: La madre naturaleza, que tiene vida propia, se está moviendo. Temblores, huracanes, lluvias torrenciales, ríos desbordados, muertes, sequías.
Pero más aún, en un pueblo donde 6 de cada 10 habitantes están en la pobreza y la miseria, el desempleo, el subempleo y los salarios de hambre y en la migración, y de ser inevitable, trabajando en la prostitución.
El presidente de la república y el gobernador de Puebla, el panista Antonio Gali, fueron al poblado San Juan Pilcaya, en la Mixteca, y cuando Enrique Peña Nieto tomó el micrófono para el discurso, digamos, de consuelo, pero al mismo tiempo, populista, los vecinos le lanzaron una sola preguntita:
“¿Por qué no traes comida?”.
Aurelio Nuño Mayer, el secretario de Educación Pública que continúa soñando con la candidatura presidencial, estuvo cerca de diez horas ininterrumpidas en el centro del temblor en la Ciudad de México, quizá deseando ganar popularidad en las redes sociales por su insólita generosidad y que descarriló cuando dijo a la televisión que tenían la certeza de que la niña Frida Sofía estaba en medio de los escombros.
Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación (conocida por las siglas de MAO) anduvo siempre pegado al presidente, acaso con la misma esperanza que Aurelio Nuño, y desde entonces, en las redes sociales jarochas acuñaron otra frase célebre:
“En Veracruz, como en Pekín… el que no ama a MAO… no es chino”.
El priismo, llevando “agüita a su molino” en medio de la desgracia y la desventura para un pueblo que en un dos por tres se organizó por voluntad propia, como en 1985, y exhibió de nuevo el principio de Peter de la autoridad.
CASCAJO: Hay diecisiete ex gobernadores del PRI, PAN y PRD en la picota. Unos, presos, como Javier Duarte, en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México. Otros, detenidos en el extranjero en lista negra para la extradición. Otros, prófugos. Otros, indiciados.
Todos, acusados de corrupción. Incluso, hasta de ligas con los malandros, como Tomás Yarrington (preso en Italia) y Eugenio Flores Hernández (prófugo de la justicia), de Tamaulipas.
Y no obstante, las elites políticas (quedó mostrado con los temblores) con su insensibilidad social.
El oportunismo político, la ineficacia gubernamental, el desdén ante los muertos, los heridos y los damnificados, el pasmo oficial.
Y en contraparte, “el gran ejemplo de solidaridad y hermandad” (Ariel Dorfman) de la población y en la que los políticos, como siempre, buscan treparse.
Y más, de cara a la elección del presidente de la república, nueve gobernadores, 500 diputados federales, 128 senadores y un montón de diputados locales en el resto del país el año entrante.
Lo dijo Dorfman en carta a Proceso 2134:
“Mientras la gran mayoría se dedica a salvar a sus semejantes, unos cuantos siniestros ya planifican su enriquecimiento con esta tragedia”.
“México me duele”, dice Eric Nepomuceno, el gran cronista brasileño, amigo entrañable de Luiz Inácio Lula da Silva, que viviera en el Distrito Federal de los años 1979 a 1983.
Se ignora hasta dónde llevará la sociedad civil y/o la población organizada y/o los ciudadanos integrados… a la autoridad en turno.
Pero el temblor de la tierra también puede mudar en un terrible temblor político y cuya crónica, todo indica, parece una vez más anunciada.
El hartazgo. La indignación generalizada. El fastidio social.
No más pobreza, miseria y jodidez. No más desaparecidos, secuestrados, asesinados y sepultados en fosas clandestinas. No más políticos enriquecidos en cada sexenio. No más impunidad.
La población puede levantarse.
