Tuxtepec, Oaxaca.– La soberbia e ineptitud de Antonio Sacre Rangel, desgraciadamente aún Presidente Municipal de Tuxtepec, ha llevado a que la violencia sea el lenguaje y la forma que trasladó de su vida privada a la función pública para la que se alquiló, pretendiendo implantarla como política en la segunda ciudad de importancia de Oaxaca. De su ridículo Renacer a la percepción de que es el enemigo número uno de Tuxtepec es el legado de sus capacidades reales.
Los ejidatarios de Tuxtepec han respondido a las fanfarronerías de Antonio Sacre y su misión de ser empleado de los ganaderos ricos, lo cual quedó evidenciado con la construcción del rastro nuevo y las formas en que lo hizo, causando un conflicto que ha crecido y crecerá en cuestión de horas.
Y es que ha mencionado el Comisariado Ejidal, en respaldo a los tablajeros y trabajadores del rastro, que la policía municipal pretendió desalojar para su supuesta demolición: si Sacre quería guerra, guerra ya tiene.
El escenario donde los ejidos que cohabitan con el municipio de Tuxtepec comiencen a exigir sus derechos y sus tierras, pone a Antonio Sacre al desnudo mostrando sus míseros recursos de líder nato. Aunada a la violencia de las últimas semanas a donde Sacre se va de vacaciones y fiesta mientras en el municipio se matan; ahora ha jalado los bigotes, ha pateado los testículos del tigre llamado pueblo y ya se escucha el rugir del poder de los ejidos en la región.