Luis Velázquez | El Piñero
28 de agosto de 2021
DOMINGO
¡No… a clases presenciales!
Ruth tiene 12 años de edad. La parte final del cuarto año la cursó en línea. El quinto año, completo, en línea. Y en el sexto año tiene entendido que volverá al salón de clases. Pero está llena de terror, miedo y pánico.
Como nunca, ha leído noticias digitales alrededor del COVID y hay mañanas y tardes, noches incluso con pesadillas, cuando vive aterrorizada.
Por ningún concepto desea volver a clases presenciales.
Desearía, por ejemplo, quizá, regresar a clases únicamente un día, digamos, y como dice aquel, para socializar con los amigos y compañeros, intercambiar experiencias y vivencias, recuerdos y miedos, y todos cubiertos con dos cubrebocas y con la sana distancia.
Pero de ahí a volver a la normalidad con clases de lunes a viernes se ha convertido en un trauma.
Por ahora, está en negociaciones con sus padres. Ella seguirá en línea y presentará exámenes en línea y jura y perjura que estudiará lo suficiente para obtener la mayor calificación.
Pero de ahí a exponerse en el salón de clases, en el recreo, en la convivencia diaria, por ningún motivo.
Negocia con sus padres y hasta por escrito, dice, con carta responsiva.
LUNES
Maestros se resisten…
Simón es profesor de escuela primaria. Desde el mes de marzo del año 2019, en clases digitales. Dieciocho meses impartiendo clases desde casa, encerrado en su habitación. Una forma de vida, un hábito, una costumbre, que le resulta difícil abandonar.
Por ahora, asiste a un curso impartido por la secretaría de Educación de Veracruz, SEV.
Los pedagogos les dicen que la próxima semana volverán a clases. Pero…, con una que otra medida.
Una, solo admitirán en el salón a la mitad de los niños en el día con día. Un día, quince. Al día siguiente, los otros quince, para sumar, digamos, treinta.
Es decir, que unos alumnos asistirán dos veces a la semana y otros tres, y así, alternarán.
Dos, todos guardando la sana distancia, y en el recreo de igual manera y que vigilados serán los educandos para que nadie se brinque la barda.
Y tres, con un el bozal grueso. Es decir, ultra contra súper protegido.
Además, la SEV les dio la advertencia. Vayan o no vayan alumnos a clases porque así los padres decidieran, de cualquier forma, ellos, al salón de clases desde la próxima semana.
MARTES
Ama de casa confundida
María y Magdalena son hermanas. María, de diez años, cursará el cuarto año de primaria. Magdalena, de 9 años, el tercero.
María desea volver al salón de clases porque está harta de tanto encierro casero. Magdalena desea continuar con clases en línea porque le gusta más.
Más todavía: su señora madre, la señora R., dice la niña menor, es mejor profesora que las maestras que ha tenido en la escuela primaria.
Madre soltera, la señora R. está en una encrucijada en medio de las dos hijas a quienes siempre ha enseñado a pensar en libertad y a respetarse sus decisiones.
Magdalena es una niña perspicaz y talentosa. Muy despierta. Demasiado quizá para la edad. Y siempre revira a la hermana que escuche los noticieros con la estadística de la muerte.
Hay, le dice, muchos niños contagiados y muertos por el COVID.
Luego, acalambra a la hermana mayor: “Si te quieres morir ve al salón de clases, yo aquí me quedo en casa”.
Y es que con tantos dimes y diretes con el COVID politizado, la señora R. está más confundida que nunca.
MIÉRCOLES
Demandará a la SEV
Gloria tiene 17 años. Cursa el cuarto año del bachillerato. Desde hace 18 meses, tiempo del COVID, no ha visto a sus amigas y compañeros del salón de clases. Y vive mortificada con el regreso a clases presenciales… por lo siguiente.
Al momento, 5 amigas han fallecido por la pandemia. Unas quince, contagiadas.
En unos casos, un pariente fue de visita a casa y lo transmitió. En otros, apenas salieron a comprar pendientes y contrajeron el mal. En otros, siguen preguntándose la forma en que de pronto, ¡zas!, el COVID las avasalló.
Entonces, está renuente con el regreso a clases. Y si en la UNAM, el Politécnico y el Instituto Tecnológico de Monterrey decidieron seguir con las clases digitales, Gloria está firme.
Continuará con las clases digitales.
Nada ni nadie la sacará de casa para asistir al salón de clases en el Bachillerato.
Y si los profes la reprobaran está lista para interponer una denuncia penal o civil en contra de la autoridad correspondiente por atentar por su legítimo derecho de apegarse a la vida.
Incluso, ya habló con un amigo de la familia, abogado, para la asesoría y llevar el caso.
JUEVES
Chica feliz en Línea
Cinthya cursa el primer año de la escuela secundaria. Ella está feliz en casa con las clases virtuales.
Y si la autoridad dice que el regreso a clases presenciales es necesario para la convivencia, dice que todo ser humano tiene su forma de cohabitar con los demás.
Por ejemplo:
Ella, hija de la generación cibernética, navegando en las redes sociales, alcanza la dicha whasapeando con los amigos, la familia, los conocidos, los condiscípulos.
Más contenta porque, dice, gracias al COVID tiene amigos en el otro extremo del mundo. Y hoy, más que nunca, interactuando, conoce montón de pueblos en los 5 continentes.
Es más, luego de unos veinte meses con el COVID, ha aprendido a cumplir con los estudios en línea, pero, sobre todo, reprogramar su vida para navegar todos los días, su prioridad número uno.
Y volver al salón de clases con maestros encargando mucha, demasiada, excesiva tarea, y que la abruman, nada mejor que continua con la vida actual.
Las clases presenciales… le valen, de igual manera que a montón de compañeros.
VIERNES
La vida es bella para exponerse…
Lucy tiene 17 años y aprobó el examen de admisión para ingresar a la facultad de Ingeniería de la Universidad Veracruzana.
Ella es originaria de los Llanos de Sotavento. Tlalixcoyan, Ignacio de la Llave, Piedras Negras, etcétera, y en donde, asegura, el COVID ha florecido en tierra fértil.
Contagiados y muertos engrosando la lista negra del terror y el miedo.
Y por eso mismo, dice que está dispuesta a perder el semestre y el otro semestre y el otro porque “la vida es bella para exponerse en el salón de clases.
Nunca como ahora, dice, ha conocido la muerte tan intensa y en tan poco tiempo. Tanto que, por ejemplo, lleva una lista de los muertos en el día con día en la región.
Por lo pronto, busca opciones en Internet para estudiar. Segundo, en casa su señora madre, una chef, le enseña gastronomía y repostería, sobre todo, la sabrosa y exquisita comida casera.
Una tía diseña ropa femenina y en las tardes recibe clases tanto de diseño como de costura, lista para enfrentar la vida.
Allá, dice, la SEP y la SEV con su caprichito de volver a clases. De por medio, insiste, está preservar la vida.