Luis Velázquez | Barandal
ESCALERAS: Cada fin de semana, sábado y domingo, la señora R. vive el paraíso terrenal con sus dos hijos. Hace 7 años, el marido se fue de migrante sin papeles en Estados Unidos y por aquí halló trabajo y a una compañera, se olvidó de ellos.
Desde entonces, les dejó de enviar las remesitas. Y a partir de la fecha, ella se metió de trabajadora doméstica y “con la medianía del salario” vive en su tierra prometida.
Vive para sus hijos de diez y nueve años. Y cada fin de semana, los dedica por completo a ellos. Y cada sábado y domingo es como una aventura en la zona conurbana Veracruz-Boca del Río.
PASAMANOS: La señora R. y sus hijos conocen el castillo de San Juan de Ulúa, “al derecho y al revés”.
Pero también conocen la historia del castillo. Desde que ahí, por ejemplo, Antonio López de Santa Anna encarceló a Benito Juárez, Melchor Ocampo e Ignacio Ramírez El Nigromante, y también ahí estuvo preso Chucho El Roto, el famoso ladrón que robaba a los ricos para dar a los pobres.
CORREDORES: Y conocen la historia truculenta cuando Porfirio Díaz Mori ordenó a su ejército instalado en Ulúa tirar al mar los trescientos cadáveres de los obreros textiles de Río Blanco.
La señora R. y sus hijos también han conocido otros santuarios históricos en la ciudad jarocha. Entre ellos, la casa donde viviera Juárez y el palacio donde viviera Venustiano Carranza, el famoso Palacio del Faro de aquel viejito barbón, quien tanto envidia tenía al genio militar de Pancho Villa.
BALCONES: Sábados y domingos en las tardes, con el fresquecito, caminan el par de ciudades.
En el transcurso de la semana, por ejemplo, los niños navegan en el Internet buscando lugares históricos y los establecen como objetivo.
Y de paso, guardan los archivos en sus celulares para que luego, frente al lugar de los hechos, lean el documento.
Es una forma educativa muy útil para, digamos, pasar el tiempo y estar juntos y juntos asombrarse.
Luego, cuando la tarde se vuelve tibia sientan en una banca del Paseo del Malecón o del bulevar y miran el vuelo solitario de las gaviotas y a una que otra zambullirse en la bahía mientras ellos saborean una nieve de mango o vainilla, que tanto les gusta.
Así, son dichosos y felices, y para nada, absolutamente para nada extrañan al padre.
Incluso, en momentos de nostalgia cantan a José Alfredo Jiménez en aquella estrofa de “aunque sigas viviendo… para mí ya estás muerto”.
Y en vez de tomarse una copita se deleitan con un lechero y una canilla que el sueldo también alcanza, cien por ciento ahorrativa que es la señora R.
PASILLOS: En teoría, la ruptura de una pareja suele llevar a la desintegración familiar.
Pero la señora R. evitó en tiempo y forma el caos hogareño y supo tender puentes con los hijos y mantenerse juntos, inalterables, ante los desaguisados.
El instinto de madre le permitió conservar el hilo invisible de la familia, apoyada por sus padres, y a quienes los hijos llaman mamá y papá en vez de abuelos.
VENTANAS: De lunes a viernes, cada uno en sus tareas. Ella, en el trabajo doméstico. Y ellos, en la escuela y la tarea.
Se reúnen para cenar, platicar del día con día, mirar la tele un rato, incluso, los viernes en la noche parte de las horas se van en la piyamada. La madre jugando con los hijos.
Nada más necesitan para vivir…