propósito del resultado de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, extraña el cúmulo de voces superficiales, la mayoría identificadas con la oposición sistemática al gobierno en funciones, que ven una catástrofe en las próximas relaciones bilaterales de nuestros países, un escenario alejado totalmente de la realidad, si la aquilatamos desde una visión histórica y holística, y no meramente coyuntural y electoral.
Son análisis, emotivos o interesados, que no alcanzan a ver la relación estratégica, de cara a los cinco continentes y de largo plazo, entre los tres países de América del Norte que integran el mayor mercado común del mundo. México, Estados Unidos y Canadá juegan un papel fundamental frente a otros actores y otros mercados, un papel que está más allá del nuevo perfil que tendrá la nueva administración de nuestro vecino del norte.
Es cierto que cada gobierno de ese país, sea republicano o demócrata –incluso según la propia biografía de cada mandatario–, tiene su propia política económica interna, su política exterior, de seguridad y cultural, pero de eso no se desprende que se pierdan o desdibujen las coordenadas de una relación estructural de beneficio mutuo, de fortalezas retroalimentadas, siempre susceptibles de revisión y de renegociación, según las nuevas realidades continentales y mundiales, y también frente a las asimetrías que siempre han existido, como en lo relativo al campo de parte de México.
Las frías cifras hablan de una relación estratégica entre los tres países de América del Norte, que lejos de la hostilidad interna están en competencia geográfica y comercial con la segunda economía del mundo, China, con los países del sudeste asiático, y con la Unión Europea. Ese bloque continental es el que está en juego, ahora y desde hace décadas, no los resultados de una elección presidencial, que por mandato de la mayoría ciudadana darán paso el 20 de enero al segundo periodo de Donald Trump.
Esa nueva administración y el gobierno que ahora encabeza en México Claudia Sheinbaum construirán una relación con retos, como todo en la vida, pero una relación productiva, inteligente y de mutuo beneficio para los países que les otorgaron su confianza y su mandato.
No debemos perder de vista que el T-MEC vigente, sucedáneo del TLCAN, fue suscrito por el mismo presidente que ahora ha recibido una relección diferida. No decimos que no pueda o no quiera revisarlo, pero difícilmente planteará que Estados Unidos salga de un instrumento que él mismo firmó y adecuó en renegociación con sus pares de los otros dos países del bloque.
Ese es el principal instrumento con que el gobierno del norte que iniciará la segunda quincena de enero, enfrentará a su principal adversario. Hoy, para esa administración, la agenda y el desafío cardinal es China. El déficit comercial de Estados Unidos con ese país de Oriente fue de 285 mil millones de dólares en el último año. China para ellos es un contrincante geopolítico, militar y tecnológico, mientras México es un aliado geográfico, industrial y comercial.
Tan hay una alianza continental y estratégica entre nuestros países, sin demérito de las soberanías nacionales, que la relación comercial ha crecido sensiblemente los últimos ocho años. En 2016, cuando inició el primer periodo de gobierno del hoy presidente relecto, las exportaciones de México a Estados Unidos eran de 315 mil millones de dólares, y hoy son de 464 mil millones de dólares, con lo cual nuestro país es el principal proveedor de su vecino del norte. Al mismo tiempo, las importaciones de México provenientes de Estados Unidos pasaron de 180 mil millones de dólares en 2016 a 300 mil millones de dólares en los últimos 12 meses. El intercambio comercial entre nuestros países, pues, ya casi alcanza los 800 mil millones de dólares.
Hoy las economías de los dos países están mucho más integradas que hace ocho años y muchas empresas estadunidenses son dependientes de los insumos que les entregan las empresas mexicanas. Las principales interesadas, y eso no es ideología, sino comercio, para que la alianza comercial y el T-MEC se mantengan y fortalezcan son esas empresas que requieren de los insumos de producción que puntualmente y con certeza jurídica proveen las empresas de este lado del río Bravo.
En suma, para enfrentar el reto creciente que significa China, un desafío comercial en primer lugar, Estados Unidos necesita a México.
La relación comercial entre nuestro país y Canadá también ha crecido, aunque no al ritmo que lo ha hecho con Estados Unidos: es de alrededor de 50 mil millones de dólares de intercambio comercial anual. Sin embargo, es una relación constructiva y complementaria que hace del T-MEC el mayor mercado común del mundo.
En la próxima colaboración puntualizaremos la enorme contribución de los mexicanos de primera, segunda y tercera generación a la economía de México y sobre todo a la del país anfitrión, Estados Unidos, así como el formidable intercambio comercial en la frontera, en los estados limítrofes, así como otros indicadores que dejan muy clara, más allá de los análisis superficiales y, en algunos casos, tendenciosos, la relación profunda, estructural y estratégica de México con Estados Unidos.