Luis Velázquez | El Piñero
02 de septiembre de 2021
ESCALERAS: Siete reporteros de Veracruz están amenazados de muerte. Resguardados, parece, por la Comisión Estatal de Atención y Protección a Periodistas, CEAPP. En un Veracruz que fuera en el duartazgo “el peor rincón del mundo para el gremio reporteril”.
Y todo indica, el mal fario heredado.
Ellos viven y trabajan en varias ciudades de norte a sur y de este a oeste de Veracruz.
Entre ellos, uno en Poza Rica. Otro, en Córdoba. Otro, en Acayucan. Otro, en Coatzacoalcos.
Zonas geográficas donde, caray, sigue oliendo a pólvora y sangre.
Y en donde, insólito, las palabras, las letras, son más peligrosas que una R-15, una Magnum, una pistola, una escopeta.
PASAMANOS: Nadie desearía que los colegas sufrieran un ataque fulminante de caspa.
Más porque dejarían hijos huérfanos y parejas viudas. Y quizá, padres ancianos a la deriva social y económica.
Mucho temor, pánico y terror, porque, digamos, en la mayoría de los 34 (treinta y cuatro) trabajadores de la información ejecutados del sexenio de Miguel Alemán Velasco a la fecha, hay impunidad.
¡Lamentable, doloroso, triste, que la impunidad reine en la tierra jarocha!
CORREDORES: En el periodismo, como en la vida, nadie necesita héroes ni mucho menos, mártires. Tampoco reporteros audaces y temerarios.
Y si, caray, los siete reporteros están amenazados de muerte, entonces, quizá la prudencia, la mesura y la cordura habrían de privilegiarse para, digamos, “colgar los guantes” por un ratito y en vez de escribir y publicar notas incómodas e indeseables todos los días escribieran un libro.
Por ejemplo, un libro sobre el tsunami de violencia dominando la entidad jarocha, igual, igualito, o peor, que en el tiempo de los otros gobernadores.
BALCONES: La CEAPP puso la alerta en el palenque social y político. Antes, trascendió que un aproximado de más de cincuenta trabajadores de la información sufrían y padecían agravios, intimidaciones, hostilidad.
Y, bueno, de acuerdo con el viejito del barrio el nudo gordiano de la inseguridad y la impunidad es, puede ser, sería, una causal.
El principio universal es infalible: a mayor impunidad, mayor inseguridad, incertidumbre y zozobra.
Treinta y cuatro reporteros asesinados en los últimos veintidós años y medio, la mayoría, quizá todos, en la impunidad, anima y reanima a la delincuencia organizada y común, y hasta a políticos, para regar de sangre el surco periodístico.
PASILLOS: Queda claro que el Estado no puede garantizar la seguridad en la vida de los reporteros ni tampoco de la población, los ciudadanos de a pie.
Entonces, cada quien ha de cuidarse a sí mismo y a los suyos, porque los estragos de la violencia son incalculables.
Y si el ejercicio periodístico de los siete colegas los tiene, digamos, entre la vida y la muerte, entre la espada y la espada, nada como retirarse durante un tiempo.
Y si el periodismo es forma de vida, la única posible salida es dejar de escribir sobre asuntos polvorientos y que en ningún momento significa desdoro o indignidad, sino estrategia de vida.
La familia, ubicada encima de la vocación reporteril.
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