Luis Velázquez | Escenarios
04 de junio de 2021
UNO. La guerra cotidiana
Todos los días, los trabajadores de la información salen de casa a una batalla perpetua. Mejor dicho, a una guerra subterránea.
Y subterránea, porque en ningún caso se trata de una guerra declarada, sino a una pelea donde la ley universal no escrita es “todos contra todos” para, entre otras cositas, la más importante, ganar una exclusiva.
Y ganarla en buena lid, sin trampas de por medio.
Nada hace más feliz a un reportero que llevarse las ocho columnas de portada en el periódico donde labora y que, claro, sea una nota fregona y de buen nivel.
DOS. Noticias tuiteras
Lo peor que puede suceder a un reportero es reducir su vida a los boletines de prensa y a las noticias filtradas por un jefe de prensa y/o por un político.
Tampoco el oficio reporteril consiste en fusilar las noticias digitales, por ejemplo, darles forma personal, ampliar quizá los datos, y publicarla con el arrogante y soberbio título de “exclusiva”.
Menos, mucho menos, reportear todos los días las redes sociales y “ordeñar” la información de los demás, por lo regular, díceres sin fundamento, como si la persona tuitera fuera “la octava maravilla del mundo”.
TRES. Tinta en las venas
Por eso, el periodista que respeta a los lectores libra una batalla en cada nuevo amanecer para ver si ganar la exclusiva, trabajada con inteligencia incandescente, talento, imaginación, mirada social corta y de largo plazo y mucha sensibilidad social.
Y es que en las venas de los reporteros corre tinta en vez de sangre y es tinta caliente, tropical, encendida, fogosa y volcánica para luchar todos los días como si fuera el primer día de la creación.
CUATRO. El jefe paga y manda
Otra cosita es el reportero boletinero y tuitero.
O el reportero de un Cartel Mediático al servicio, digamos, de un político, un funcionario público, un líder partidista, pues termina escribiéndose por encargo superior, órdenes que han de acatarse porque el jefe paga y “el que paga… manda” que decían Carlos Marx y Federico Engels.
CINCO. 45 días de Exclusivas
En el frente de batalla, se gana o se pierde. Incluso, unos pierden la vida y otros viven.
Pero en el campo de batalla periodístico, el objetivo, el ideal, es ganar siempre a los demás con una noticia de primera.
En el siglo pasado, por ejemplo, el reportero Luis Spota se llevó las 8 columnas del periódico Excelsior en portada durante 45 días consecutivos, una hazaña prodigiosa nunca antes ni después superada.
Las relaciones, los contactos, de Spota eran ultra contra súper maravillosos y prodigiosos.
SEIS. Obsesión periodística
En la novela “El poderoso” de Irving Wallace cuenta la historia del dueño de un periódico que para impulsar la circulación crea y recrea las noticias.
Por ejemplo, integra un equipo de choque para secuestrar a personajes de la vida pública y así gana la exclusiva y los días y noches siguientes de la negociación.
De si era honesto, allá cada lector lo definiría. Pero la referencia sirve para documentar la obsesión periodística de las grandes batallas que suelen darse por la información.
A base de exclusivas, y en buena lid, don Julios Scherer García convirtió a Excelsior en el siglo pasado y que va de Gustavo Díaz Ordaz a Luis Echeverría Alvarez, en uno de los mejores periódicos del mundo.
La vida reporteril, vivida a plenitud todos los días con el acelerador puesto hasta el fondo.