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El rey Gau, de Fiscal de Veracruz a albañil de la pluma

El Piñero

  • Maestro de su hijo
  • Un hombre pleno

Escenarios

Luis Velázquez

Veracruz.- Uno. “El rey Gau”

 

Reynaldo Gaudencio Escobar Pérez goza hoy la vida plena. Lejos de la política (casi veinte años en el poder público), se ha reinventado a sí mismo, y está por completo entregado a su familia. Además, se ha vuelto un albañil de la pluma y de lunes a sábado escribe una columna. “Agenda pública” y que editan en el Diario de Xalapa y en un par de medios digitales.

Es más, ha integrado sus columnas, donde alterna lo nacional y lo local, uno y otro vasos comunicantes, en un libro ya publicado, y otro, listo para salir, y otro más, listo para entrar a la imprenta.

Es la mirada de un político que caminara como diputado local, director de Promoción Social, presidente municipal de Xalapa, secretario General de Gobierno y Procurador de Justicia.

Y de ñapa, veinte años como académico en la Universidad Veracruzana y dirigente sindical del FESAPAUV, que aglutina al profesorado de la máxima casa de estudios.

Un currículo admirable que poco suele concitarse en un hombre inteligente y talentoso, con una ansia increíble y renovada de vivir.

Así, la experiencia y las anécdotas en la tarea oficial las mezcla y entremezcla con el análisis y el lector, sus lectores, salen ganando.

Un medio digital, por ejemplo, le dijo que sus columnas reciben todos los días más de 250 visitas, en tanto las columnas de los reporteros a veces, si bien les va, unas diez visitas, en que desde luego han de incluirse la de los familiares.

En otros tiempos del periodismo político, un día, un tecleador asestó una megamadriza a Gorbachov, jefe máximo en Rusia, y el lector quedó convencido de ese día Gorbachov caería.

Por el contrario, Reynaldo Escobar se ocupa, como decía Miguel de Unamuno, del país y el pueblo más cercano a él como son México y Veracruz.

Sus amigos le llaman “El rey Gau”, por su segundo nombre.

 

Dos. Maestro de su hijo

 

Reynaldo vive la vida plena, además, por lo siguiente:

Todas las tardes platica con su hijo sobre política de acuerdo con el tema del día. La agenda pública.

Y en total y absoluta libertad (el padre y el hijo, amigos), cada uno expone su punto de vista, su mirada sociológica y política, sus vivencias y percepciones, y así, intercambian barajitas.

Desde luego, prudente y mesurado, respetuoso del hijo, el padre escucha y orienta y reorienta, siempre basado en argumentos, hechos y circunstancias.

El hijo, entonces, recibe, una maestría y un doctorado intensivo en política, porque el padre también le cuenta, digamos, lo que nunca, jamás, ha escrito ni contado y que viviera en los escondrijos del poder, “en lo oscurito” como dice el clásico, “los caminos torcidos de Dios” en los políticos.

El hijo asiste cada tarde, más que a una cercanía profunda con el padre, a una megacátedra, conferencia estelar, como sin duda pocos, excepcionales padres tendrán como ejercicio cotidiano, pues, y en todo caso, el único patrimonio de un hombre es la familia y los amigos, y los amigos, como reza el chamán, que suelen contarse con los dedos de una mano.

Más todavía: Reynaldo es un político y un maestro súper dotado para la ironía y el sarcasmo, y con sus palabras y anécdotas eléctricas, el chascarrillo lleno de genialidad ocurrente y seria al mismo tiempo, hace la plática más agradable.

Y al mismo tiempo, mucho más pedagógica, pues la historia y el presente así han de enseñarse.

 

Tres. Un hombre pleno

 

Escobar Pérez suele escribir su columna “Agenda pública” en el transcurso de unas dos horas en que, a veces, él mismo teclea en su celular, y otras, la dicta a su sobrina y leal y fiel colaboradora, Pily.

Pero también destina toda la mañana a documentarse, primero, en la prensa del día, y después, en libros, una biblioteca inmensa que tiene y que lee, pues ningún libro está de adorno, haciéndose viejo y empolvándose.

Una disciplina que también ha enseñado a los hijos, dos de ellas, mujeres, abogadas en el ejercicio de la profesión y administrando sus bienes.

Todos los seres humanos, sin excepción, estamos llenos de claroscuros, pues la vida es así. Y el chiste es procurar que sean más, mucho más los claros que los oscuros para que un segundo antes de morir el balance sea positivo.

Lo es con Reynaldo.

Claro, todos en la vida tenemos francotiradores. Pero en el caso, los claros son mayores, y más cuando a la familia integrada se añaden los amigos conservados a través de los años y en las horas adversas y amargas.

Escobar Pérez disfruta la vida plena.

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