Luis Velázquez
Veracruz, México.– Uno. La historia en 3 películas
El mejor informe de un presidente de la república o un gobernador nunca estará en el bailongo de palabras, cifras y obra pública que recitan cada año. Por el contrario, está en tres películas.
La primera, “La ley de Herodes”, del cineasta Luis Estrada. La historia de un alcalde pueblerino, Damián Alcázar, que tanto enloquece con el poder que cambia la Constitución y crea una a imagen y semejanza para esquilmar a la población indígena.
Hacia el final, la suerte lo acompaña cuando mata a un fallido precandidato presidencial y es premiado por el presidente de la república triunfante en las urnas y lo nombra diputado federal.
Todo, en medio de la impunidad.
La segunda, “El infierno”, también de Luis Estrada y filmada con Damián Alcázar. La historia de los caciques, los narcos y los narcoalcaldes que flagelan de norte a sur y de este a oeste del país. Un par de carteles, comandada por dos hermanos, hacen y deshacen en el pueblo, de igual manera como está vigente en tantas demarcaciones de la nación.
Y la tercera, “La dictadura perfecta”, dirigida por Luis Estrada y actuada por Damián Alcázar, que retrata la red de corrupción entre políticos y una televisora, que en el caso es Televisa, tal cual como siempre quedó en la percepción ciudadana fue la historia de Enrique Peña Nieto.
En el trío de filmes anteriores se centra y concentra el mejor informe presidencial de todos los tiempos, pues su vigencia es universal.
Ninguna película como “La ley de Herodes”, por ejemplo, cuenta con precisión la historia de los pobres y “de los pobres entre los pobres”, la población indígena del país.
Desde el abuso y excesos del poder hasta la prostitución. Desde el político corrupto hasta el sacerdote corrupto. Desde la ambición desmedida, sin límites, hasta la impunidad.
La danza de palabras, cifras y obra pública de cualquier informe de gobierno nada significa ante el trío de películas anteriores.
Dos. Males de la caja de Pandora
La ley de Herodes, El infierno y La dictadura perfecta resumen los males bíblicos del país… encima, incluso, de la propaganda que en cada informe de gobierno suele desplegarse cacareando el bienestar social.
Y al mismo tiempo, la sórdida y siniestra lucha por el poder político que suele darse entre las elites y que también significa la pelea estelar por el poder económico y el poder social.
Todos los políticos roban, decía con cinismo el presidente Álvaro Obregón, el manco de la batalla de Celaya. Pero yo robo menos, advertía… porque sólo tengo un brazo.
Yo, dice Layín, el presidente municipal de San Blas, Nayarit, he robado poquito porque poquito había.
Incluso, en la vorágine del asqueroso enriquecimiento público los políticos han pactado con los barones de la droga para que a cambio de cuotas millonarias en dólares ellos se adueñen de los días y las noches de cada entidad federativa, como fue el caso más simbólico en Tamaulipas, con los ex gobernadores priistas, Tomás Yarrington, preso en Italia camino a la extradición, y Eugenio Flores Hernández, prófugo de la justicia.
Por eso, México se ubica en los primeros lugares mundiales de la corrupción política.
Y lo peor es que desde Porfirio Díaz Mori a la fecha, la historia se repite en cada periodo, digamos, constitucional, sin que ninguna lucecita aparezca en el largo y extenso túnel de la deshonestidad, y su hermana gemela, la impunidad.
Bastaría referir que José López Portillo encarceló a siete secretarios de Estado y funcionarios menores de Luis Echeverría Álvarez y que ahora con Enrique Peña Nieto hay diecisiete ex gobernadores acusados de pillerías, unos presos, otros indiciados y otros prófugos.
El infierno, La ley de Herodes y La dictadura perfecta, repitiéndose como los males de la caja de Pandora.
Tres. Su Alteza Serenísima
Los políticos, cortándose las venas por los campesinos pobres y por “los pobres entre los pobres” como son los indígenas.
Las elites políticas acusándose de pillos y ladrones.
Los políticos creando y recreando empresas fantasmas para hacer negocios, además de los negocios con sus aliados, socios y cómplices.
Los políticos ejerciendo a plenitud el nepotismo y que incluye desde heredar el poder a las esposas como a los hijos, tíos y primos, y hasta amantes y efebos, como el emperador Adriano a su chamaquito de 17 años, de nombre Antínoo.
Y en contraparte, el 60, quizá el 70 por ciento, de la población (130 millones de personas) en la pobreza, la miseria, la jodidez, los salarios de hambre, el desempleo, la migración, y la pésima calidad educativa y de salud y de seguridad.
Es el retrato del trío de películas de Luis Estrada con más, mucha mayor contundencia que cualquier informe de gobierno, el ritual inventado para que cada año el político encumbrado, dueño del poder efímero, sea ungido como el tlatoani, el tótem, el gurú, el rey, el emperador sin corona, su Alteza Serenísima.
Por eso, lo ideal para tener un día placentero hoy viernes día del informe presidencial es encerrarse en casa a ver de nuevo las tres películas de Luis Estrada con unas palomitas caseras y un refresco de cola, pensando siempre que “la panza es primero”.